Nancy Arellano

El desgaste del fin del poder

Los partidos políticos como “fábricas” de ciudadanos

El desgaste del fin del poder
Nancy Arellano
09 de noviembre del 2018

 

“La política debería ser la profesión a tiempo parcial
de todo ciudadano”. Dwight D. Eisenhower

 

Los que no saben de política y opinan sobre ella son tan dañinos como los políticos más corruptos. Puede sonar exagerado, pero la corrupción de la opinión pública —por parte de los medios, de los agentes económicos o de la efervescencia de las redes sociales— termina por asestar golpes muy duros a la democracia. Crean desconfianza y alejan al ciudadano, y a la propia clase política, de las soluciones reales a los problemas sistémicos.

Sin control alguno, por el sentido común ausente, la visión negativa de la clase política y de los ciudadanos de a pie no hace sino sembrar las semillas del rechazo absoluto al sistema. Lo más triste es que todo esto se produce por incomprensión de las herramientas que el propio sistema brinda para corregir sus distorsiones. El mayor fallo en la actual política peruana y latinoamericana es la inoperancia sustantiva del entramado funcional de las instituciones y su divorcio de los demás componentes de la estructura.

La ausencia o ignorancia decidida de los pilares del propio sistema institucional democrático del Perú constituye el centro del problema y a la vez el tema más ignorado. Nos quedamos estancados en los síntomas y olvidamos las causas de la enfermedad. Hablo de la reforma política, que debe empezar por el papel de los partidos políticos como “fábricas” de ciudadanos y de políticos, con todas las sílabas bien puestas.

¿Pero qué poder tienen los partidos actualmente? ¿Qué función cumplen? ¿Tienen un papel real en la democracia peruana? A estas interrogante hay que responder que tienen todo el poder porque el sistema es partidario. Cumplen la función central del sistema porque es partidario. Y no tienen un papel real porque no existen como tales. Una encrucijada difícil, pero urgente de afrontar. El tema es cómo.

El Perú tiene una democracia sostenida por el sistema de partidos políticos, aunque no haya auténticos partidos políticos funcionales. ¿Cómo puede funcionar entonces el sistema sin los protagonistas del sistema?

Un debate serio sobre los partidos pasa necesariamente por revisar los criterios de amalgamación de las agrupaciones (ideario, ideología, doctrina o como quieran llamarlo), la lógica de democracia interna y toma de decisiones (elecciones, postulaciones y liderazgos), los programas de capacitación de militantes y líderes en asuntos de Estado (formación de decisores públicos), la conexión con los grupos de interés a los que se pretende representar (enlace con la ciudadanía y actores sociales para atender la agenda pública y la generación de políticas públicas ), la legitimidad de los representantes (mecanismos de control interno y garantía de participación), la estructura funcional y la vitalidad de esas agrupaciones (adecuación a las dinámicas sociales actuales), la incorporación de simpatizantes (apertura) y, por supuesto, el financiamiento partidario (independencia económica).

Si evaluáramos a “los partidos“ actuales ¿Cuántos creen que podrían responder sanamente a estos criterios? Sin temor a equivocarme, creo que todos tienen debilidades en cuatro o más criterios de los señalados. Lo que obviamente ocasiona la debilidad de todo el sistema político porque, como he venido señalando, la democracia peruana es un sistema sustentado en los partidos políticos.

Los principios —como separación, balance e independencia de poderes, y todos los temas que han estado en boca de los líderes de opinión estos días— no son más que la expresión sustantiva de las acciones que se emprenden dentro de la discrecionalidad que los partidos deberían inculcar en sus militantes y decisores. Y es que, al final, lo realmente valioso para una democracia es la forma en que los hombres y mujeres de la sociedad se forman para la vida colectiva: su cultura política. Porque la política debería ocuparnos a todos; parcialmente, pero en serio.

 

Nancy Arellano
09 de noviembre del 2018

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