El enemigo interno de la civilización Occidental

La semana pasada, en mi artículo titulado “El enemigo externo de la civilización occidental”, expuse con claridad que el islam, como civilización, es nuestro principal enemigo externo. Esto se debe a que, en 1.400 años de historia, las relaciones entre la civilización de la media luna y Occidente han sido marcadamente conflictivas y agresivas.

Hoy, para abordar el enemigo interno de Occidente, debo retomar al maestro de la ciencia política mundial, Samuel Huntington (1927–2008), autor del libro El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. En la página 60 de dicha obra, Huntington escribió lo siguiente:

“Las grandes ideologías políticas del siglo XX son: liberalismo, socialismo, anarquismo, corporativismo, marxismo, comunismo, socialdemocracia, conservadurismo, nacionalismo, fascismo y democracia cristiana. Todas ellas tienen una cosa en común: son productos de la civilización occidental. Ninguna otra civilización ha generado una ideología política relevante.”

¿Cuáles han sido las ideologías más destructivas dentro de Occidente por su perversidad? La primera, el fascismo, que originó la Segunda Guerra Mundial (1939–1945). Si bien esta ideología ha sido justamente condenada por los horrores que generó —especialmente el Holocausto, un agujero negro en la historia de la humanidad—, existe otra ideología que también ha construido dictaduras totalitarias: el comunismo. Esta última no solo marcó el siglo XX, sino que aún persiste en el siglo XXI.

Ambas ideologías se presentan como redentoras: el fascismo en nombre de la raza aria; el comunismo, en nombre de la clase proletaria. La primera ha sido justamente repudiada. La segunda, en cambio, es tolerada e incluso idealizada, como si sus líderes —Lenin, Mao, Fidel Castro— fueran un coro de ángeles. No lo son. ¿Por qué entonces Occidente tolera el comunismo y todas sus variantes, incluida la ideología de género?

La explicación es histórica: la primera dictadura comunista, la Unión Soviética, fue aliada de Estados Unidos y Reino Unido en la victoria contra el Eje en la Segunda Guerra Mundial. A esto se suma la hegemonía cultural que, desde la década de 1960, ha sido dominada por diversas corrientes de izquierda, desde la socialdemocracia —la versión más “civilizada” y moderada— hasta la extrema izquierda del comunismo. Además, hay un componente sentimental: se cree, equivocadamente, que el comunismo lucha por un paraíso terrenal sin clases ni Estado. Pero eso es una quimera. Somos una civilización, no un conjunto de animales que actúa por instintos primarios.

En conclusión, a la luz de la historia del siglo XX y lo que va del XXI, el enemigo interno de Occidente —tolerado ingenuamente como si fuera una ideología de amor y paz— es el comunismo, con todas sus variantes, incluida la ideología de género. La historia lo demuestra: desde los bolcheviques de Lenin hasta la dictadura de los Castro y Díaz-Canel en Cuba, el comunismo ha provocado la muerte de más de 110 millones de personas.

Sin lugar a dudas, el enemigo interno de Occidente es el comunismo. Un enemigo que, además, mantiene alianzas con dictaduras teocráticas musulmanas como la de Irán, con las cuales coordina esfuerzos para destruir las tradiciones y valores milenarios de nuestra civilización.