Cecilia Bákula
La operación Chavín de Huántar: recuerdo y reflexión necesarios
A 28 años del exitoso y ejemplar rescate

Gracias a la iniciativa de la congresista Karina Beteta, se llevó a cabo un interesante conversatorio titulado “Chavín de Huántar: 28 años después del rescate”, y llevaba como subtítulo “Estrategia, memoria y consecuencias de la acción militar que cambió el rumbo del Perú”.
Debo decir que me siento muy honrada, lo digo de corazón, por haber sido invitada a participar en ese evento, porque mi punto de vista, asociado a la memoria, por interesante que pudiera ser, en nada logra equipararse a lo que significa la experiencia de quienes fueron testigo directo del proceso y el logro obtenido y con quienes tuve el privilegio de compartir este acto en el hemiciclo Raúl Porras Barrenechea.
La mala memoria de los peruanos, asociada no solo al olvido mismo, sino a la ingratitud, es una lacra que debe ser superada y esa, creo, fue la razón por la que se convocó a esta reunión pues lo que el Perú vivió esos más de 120 días de horror, fueron el crudo despertar a la sensación de “zona de confort” a la que habíamos estado acostumbrados, creyendo que el terrorismno ya no era, en ese momento, una realidad temible. Sin haber hecho nosotros directamente las capturas fundamentales, el que Abimael Guzmán y Víctor Polay estuvieran presos, había infundido en la población una tranquilidad que se rompió como un cristal en mil pezados, que hirió a los peruanos y se esparció como esquirlas que llevaban el veneno del auténtico temor y zozobra; así sucedió ese 17 de diciembre de 1996. Lo cierto es que esa noche, la incursión de 14 terroristas del grupo armado MRTA, quebró la paz y puso al país en una situación de jaque muy grave. El cabecilla, Néstor Cerpa era el heredero del poder que había dejado Polay y tenía necesidad de hacerse notar, merecer el ser el jefe y mostrar al gobierno que el triunfo que conocíamos, contra los actos salvajes de terrorismo, no era tal, sino tan solo una pausa.
Fue muy interesante escuchar las memorias de quien también fuera rehén, el señor Fernando Pando cuya exposición se centró en sus vivencias. Me impactó mucho escuchar al señor Antonio Aliaga quien habló en nombre de los 24 mineros de Centromín que fueron reclutados y, sin haber recibido información alguna, como debía ser para proteger la operación, construyeron varios túneles; unos troncales y otros secundarios. Lo que me molestó y preocupó es la denuncia que hizo respecto a lo que sufrieron posteriormente y, luego de 28 años, sigue pendiente que el Perú les cancele las deudas y cumpla con lo que les ofreció. Esa capacidad gubernamental reiterada de ofrecer y ofrecer, para incumplir e incumplir es realmente vergonzosa y quizá, este evento que puso sobre el tapete algunos temas, pueda servir para que se cumpla lo que está pendiente.
Debo señalar que la participación del general José Williams acaparó mi atención. No en vano él fue el jefe de toda la operación, militar de alta estirpe y excelente formación, narró el proceso de acción que se inició no bien se conocieron los hechos. Eran tantas las decisiones que había que tomar, tantas las opciones y las aristas que cada decisión conllevaba que el temple, la experiencia y la capacidad de asumir responsabilidades fueron del todo indispensables. Desde un primer momento se optó por no ceder a las exigencias de los terroristas, no obstante se les ofreció alguna salida que, por soberbia o quizá por miedo y desconfianza, no aceptaron. Tras la figura del general Williams estuvo un equipo de técnicos y expertos en inteligencia y en operaciones especiales, así como un grupo de valientes comandos, formados para las acciones en condiciones extremas. Escuchar de él los detalles que pudo compartir y sentir en su voz la tensión de recordar esos momentos cautivó a la audiencia; debemos recordar que él mismo ingresó en el primer contingente de comandos que se infiltró en el local de la embajada tomada, luego de la explosión que abrió los boquetes por donde pudieron acceder los comandos.
Francisco Tudela, con la sapiencia y capacidad de exposición y comunicación que posee, se centró en hacernos comprender la importancia política, nacional e internacional de las decisiones que se fueron tomando, haciendo ver que no se trataba tan solo de un acto de terrorismo, sino de la voluntad que manifestaron los terroristas de doblegar a un gobierno, a un país, a una sociedad y que el triunfo obtenido el 22 de abril de 1997, no fue tan solo el éxito de una acción militar, milimétricamente planificada y pensada, sino el triunfo de todo el Perú. Me impresionó recordar lo cierto que había sido lo que Tudela indicó: no solo eran rehenes ellos, las 72 personas que habían sido retenido brutalmente en la residencia de la embajada del Japón, sino que todo el Perú, todos los ciudadanos, toda la nación, había sido, de muchas maneras, rehenes de segundo nivel y por ello, la salida de los cautivos significó, de muchas maneras, una explosión de alegría, de esperanza y de clara percepción de que nuestro país, no es ni será jamás, tomado por quienes buscan y desean su destrucción, por traidores a nuestro destino.
Tuve la responsabilidad de intentar un análisis respecto a que la Operación Chavín de Huántar puede y debe ser vista desde diversas perspectivas, principalmente el significado de todos esos meses, de diciembre a abril, en nuestra historia y en la necesidad de que la nuestra sea una memoria agradecida, veraz y patriótica. Claro que recordé la pérdida de un rehén, el doctor Carlos Giusti y de dos valerosos comandos, Jiménez y Valer, así como a la valiosa acción que desde adentro llevó a cabo el almirante Luis Giampietri y desde afuera, no solo la Comisión de Garantes, sino de manera muy especial, el representante de la Cruz Roja y, particularmente, el cardenal Juan Luis Cipriani.
El texto completo de mi participación, será parte de una nueva publicación sobre estos hechos de nuestro pasado reciente y ello me exime de compartirlo ahora. Será el Fondo Editorial del Congreso el que asuma en breve esa labor. Es por ello que reitero mi agradecimiento a Karina Beteta, jefe del Fondo Editorial del Congreso, y a la subdirectora de dicho fondo, la señora Jéssica Jimena Rondón, porque insistir y persistir en recordar hechos fundamentales, es una excelente manera de rendir homenaje, de reconocer nuestros logros y sabernos grandes, capaces y con un futuro cuya bondad y excelencia dependerá siempre de pequeños y sólidos eslabones como es el caso de la gesta militar que nos ocupa, porque Chavín de Huántar no es solo una referencia a un luminoso momento de nuestro pasado, de creación de cultura y de organización, sino es el nombre de un operativo que en el contexto internacional recibió aprobación y admiración plena.
Es necesario una línea final para los comandos, los mineros, los responsables y sobre todo para los rehenes, porque llevan una huella, una herida, una cicatriz que solo la certeza del deber cumplido, la gratitud y la honra de toda una nación, pueden ir curando.
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