Dante Bobadilla

Velasco nos jodió para siempre

El personaje más nefasto de nuestra historia republicana

Velasco nos jodió para siempre
Dante Bobadilla
26 de junio del 2019

 

Cuando se hizo la gran pregunta “¿cuándo se jodió el Perú?” la verdad es que aún no había empezado a joderse. Esto sucedió poco después, cuando el general Juan Velasco Alvarado se adueñó del poder y gobernó, asesorado por la crema y nata de la intelectualidad de izquierda. La devastación que dejó en el país el conjunto de reformas emprendidas en esos años aciagos de dictadura militar fue peor que la que podría haber dejado un ejército enemigo invasor.

El mayor problema para conocer la historia es que la izquierda está repleta de buenos escribas, entre sociólogos y literatos expertos en contar historias y fabular la realidad. Por eso es que la izquierda goza de muy buena reputación, a pesar de todo el desastre que le ha producido a la humanidad. Sus criminales son elogiados, sus genocidios son acallados, sus dictadores son convertidos en héroes sociales que “le devolvieron la dignidad al pueblo” y las crisis económicas y la miseria generada a millones es justificada de mil formas. Gracias al ejército de escribas de izquierda, el comunismo y el socialismo gozan de prestigio cuando han sido la peor peste que la humanidad haya tenido que soportar. Incluso mil veces peor que el nazismo.

Lo mismo pasa con Velasco Alvarado, el personaje más nefasto de la historia republicana, engrandecido por la izquierda pese a la enorme miseria que produjo, con secuelas que se pagan hasta el presente. Para ellos el resultado no cuenta, sino las intenciones. Pero los hechos políticos se juzgan por sus resultados, no por sus intenciones. Hay que desmentir el mito marxista de la esclavitud del indio, contado para justificar el saqueo de tierras y fácilmente creído por gente que jamás conoció la realidad del campo. Lo mismo dicen hoy de las empleadas domésticas: están esclavizadas y abusadas. Casos puede haber, pero eso no se puede tomar como regla para perpetrar un abuso mucho peor y de forma indiscriminada.

Lo único real es que la reforma agraria de Velasco fue la ruina del agro. Y no fue ninguna reforma, fue simplemente la destrucción de todo un sistema productivo a cambio de nada. Se hizo tabla rasa del agro para montar un colectivismo delirante que ya había fracasado en Rusia en tiempos de Lenin, pero este murió cuando se daba marcha atrás a ese modelo. Las cooperativas agrarias de la reforma velasquista fueron dirigidas por charlatanes de izquierda que solo conocían el campo por fotos. Se dedicaron al activismo político y al adoctrinamiento ideológico a gente que no les entendía nada de lo que decían. El resultado fue el desastre del agro y la miseria del campesino, que tuvo que migrar desesperado a la costa para sobrevivir como ambulante en las calles, creando los cinturones de miseria que rodean Lima. Al destruir el agro y empobrecer a los campesinos, Velasco le dejó el campo abierto a Sendero Luminoso, que no tuvo mayor dificultad para actuar a sus anchas.

Gracias a la reforma agraria de Velasco, el Perú se volvió importador de todo lo que dejó de producir, incluso importamos papas de Holanda. Desaparecieron productos exclusivos de algunas haciendas, como las naranjas Huando, y muchas otras cosas que jamás volveremos a ver. Destruyeron la capacidad productiva de las grandes haciendas agroindustriales del norte. Todavía atesoro en mi memoria las bellas imágenes de Paramonga, cuando iba de vista en mi niñez. La extensa entrada flanqueada de viejos árboles cuyas ramas formaban un túnel que conducía al paraíso: una ciudad bella, limpia y ordenada, con jardines por todos lados y cuyas calles olían a miel. Los trabajadores eran felices, tenían buenos empleos y eran capacitados cada vez que la planta se renovaba. Tenían casas y servicios públicos gratuitos, provistos por la hacienda. Yo corría de niño entre los cercos vivos cubiertos de flores, y podíamos jugar con total seguridad en un parque bien cuidado, donde había una vieja locomotora pintada de rojo y negro. Paramonga era una agroindustria exportadora muy competitiva, que dinamizaba la economía del norte de Lima y de medio Áncash, dándole empleo a decenas de miles de personas que corrían de todos lados para la zafra en los interminables campos de caña.

Cuando años después de la reforma de Velasco volví a Paramonga solo encontré desolación y miseria. Y cada vez que volvía estaba peor. Talaron los árboles de la entrada, y eso quedó como el camino al infierno: una ciudad sucia, con ambulantes, vagos y cantinas. Mis parientes me contaban con indignación y dolor cómo los nuevos dirigentes se repartían como botín lo que quedaba de lo que fue uno de los complejos agroindustriales más grandes e importantes del Perú y Latinoamérica. Eso fue, en resumen, la reforma agraria de Velasco.

No permitamos que la izquierda siga engañando a la juventud con cuentos infantiles de justicia social. Los jóvenes se lo creen todo y viven engañados por los charlatanes de izquierda. Velasco fue un monstruo que destruyó el país. Así de simple y claro. Arruinó el agro y pervirtió todo lo que tocó, y por desgracia lo tocó todo: el agro, la industria, la educación, la prensa, etc. Velasco fue como Godzilla, que iba tumbando todo lo que tocaba a su paso, comandado a control remoto por un comité de intelectuales de izquierda que jugaron con el país entero. 

En los noventa no logramos subsanar todo lo destruido por el velasquismo. Hasta hoy quedan secuelas de la barbarie velasquista en las cooperativas agrarias del norte y en la estafa de los bonos agrarios que el Estado es incapaz de redimir. Tampoco recuperamos la industria perdida. Muchas cosas se perdieron para siempre. Velasco fue la peor plaga que asoló al Perú.

 

Dante Bobadilla
26 de junio del 2019

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