LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¿Sigue la histeria antifujimorista?

Continúan emplazamientos al fujimorismo para diálogo
Los emplazamientos a Keiko Fujimori para que vaya corriendo a sentarse a una mesa con PPK parecieran revelar que los periodistas antifujimorista recién empieza a tomar consciencia de los resultados electorales del 5 de junio. Una de las cosas más paradójicas es que el emplazamiento proviene del bloque político, mediático, ideológico y cultural que desarrolló esta especie de “veto clasista” en contra del lado emergente que representa el fujimorismo. Por momentos empieza a parecer que se trata de una tercera vuelta en la que el periódico antifujimorista sigue en campaña.
Ahora el objetivo, el mensaje parece ser el siguiente: si fracasa PPK será responsabilidad del fujimorismo, porque no se sentó a dialogar o quizá a “cogobernar”. Las cosas son tan evidentes que, incluso El Comercio ha publicado una encuesta de Ipsos en la que Verónika Mendoza aparece con foto al lado de Keiko y, ¡oh sorpresa!, la gente comienza a creer que el Frente Amplio enviará más ramos de rosas al pepekausismo que el propio fujimorismo. El mundo al revés, y ya empezamos a saber que existen hayekianos y liberales autoproclamados que podrían votar por un programa en contra el libre comercio y la derogatoria de la Carta del 93. ¡Interesante!
A nuestro entender lo que podría estar sucediendo es que la histeria colectiva que desató el hipotético triunfo del fujimorismo (sin Ramírez y el audio trucado el antifujimorismo no tenía cómo ganar) todavía no se ha esfumado, y quizá también los periodistas antifujimorista consideran que tienen un poder que no poseen. Nada más. Sin embargo, las cosas están más parejas de lo que parece. Quienes invocan la historia de los últimos 25 años para demonizar al fujimorismo y ejercer el “veto clasista” deberían ser más justos y no solo analizar la década del fujimorato, sino también los últimos quince años de democracia, particularmente, los periodos de Alan García y Ollanta Humala, en los que el movimiento naranja tuvo protagonismo central en la oposición. A cambio de nada el fujimorismo se ha movido de acuerdo a los cánones de la leal oposición británica: promovió la elección de Luis Ibérico, archirrival del movimiento naranja, en la presidencia del Legislativo; y salvó de la censura a Pedro Cateriano, otro archirrival, con la consciencia de que la transición democrática en las elecciones del 2016 exigía la presencia de un demócrata en el Ejecutivo, frente a la pareja de aventureros que pernoctaban en la Casa de Pizarro.
¿Por qué entonces el fujimorismo tendría que modificar esa conducta democrática a favor de la gobernabilidad? Semejante posibilidad suena a locura, sobre todo considerando que la elección del 2016 ha dejado a la propuesta antisistema y radical en una situación más expectante que nunca. Quizá el radicalismo considera que llegará una mejor hora que el 2006, el 2011 y el 2016, ante la posibilidad del fracaso de un cuarto gobierno “neoliberal”. No hay manera, pues, de que el fujimorismo eche leña a una hoguera que podría achicharrarlo. Si continúa el emplazamiento del antifujimorismo para que el fujimorismo se siente a una mesa con el pepekausismo, entonces, quizá sea hora de sostener que los aliados de Verónika Mendoza, de alguna manera, ya están adelantando los cronogramas electorales.
Los resultados electorales del 2016 establecen un mandato a favor de la convergencia de las fuerzas promercado porque la administración de PPK no puede fracasar. Pero la manera, la forma, cómo se produce la confluencia, solo le pertenece al arte de la política. Aquí recogemos el optimismo de Ricardo Lagos que nos señala que un buen gobierno de PPK y las posibilidades electorales del fujimorismo en el 2021 nos auguran una década de estabilidad y crecimiento. Pero para que eso suceda, al amigo antifujimorista hay que ayudarlo a superar la histeria, a menos que considere que es hora de adelantar cronogramas electorales.
Víctor Andrés Ponce
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