Baumgartner: el testamento literario de Paul Auster

Hace unos días murió Paul Auster (Nueva Jersey, 1947), uno de los novelistas norteamericanos más leídos e influyentes de las últimas generaciones. La noticia no sorprendió porque se sabía que Auster luchaba contra un cáncer desde hace algún tiempo, el suficiente como para que llegara a escribir una última novela, a manera de testamento literario, en la que resume con nostalgia y cierta ironía, muchos de los temas y motivos de su amplia obra literaria, que abarca más de treinta de libros, la mayoría de ellos de narrativa. Esa última novela, Baumgartner, fue publicada en inglés el año pasado, y su versión en español (editada por Seix Barral) ha aparecido en nuestras librerías casi al mismo tiempo que la noticia de la muerte del escritor.

Seymour Baumgartner es un cordial y amable escritor y profesor universitario ya a punto de jubilarse, que vive solo y que además casi no parece tener familia: su esposa Ana –también escritora y académica– murió en un trágico accidente diez años atrás y la pareja nunca tuvo hijos. La radical soledad de Baumgartner lo lleva a rememorar constantemente diversos hechos de su pasado; en especial la historia de su relación con Ana, que fue muy satisfactoria en lo sentimental e intelectual. Y también lo lleva a exagerar divertidamente los vínculos con las pocas personas con las que tiene contacto: está un poco enamorado de la mujer que hace el delivery de la librería, y establece una amistad con el joven encargado de leer el consumo de luz en su casa. Y por el lado intelectual, siempre está enfrascado en la escritura de algún libro de ensayo, desde un trabajo sobre los seudónimos de Kierkegaard hasta otro sobre el “síndrome del miembro fantasma”, ambos abortados.

Como suele suceder en las novelas de Auster, son estos libros “ficticios” los que contienen las claves de la narración. Y en este caso, al que se le dedica más páginas y el único que llega a concluir Baumgartner es “Misterios de la rueda”, “un discurso entre serio y cómico…  sobre el yo en relación con otros yoes”. La idea es que los seres humanos vivimos encerrados en nuestras propias conciencias, como las personas en los automóviles, sin ninguna posibilidad de contacto real con otras personas, cada una encerrada en su propio automóvil. Así, el libro plantea “mediante un discurso sinuoso y pseudofilosófico.. una visión corrosiva de la vida humana como una batalla campal entre coches sin control que aceleran a toda velocidad por autopistas de soledad y posible muerte”.

Y esa es precisamente la dinámica de los episodios y sucesos narrados en la novela. Baumgarten, al final de su vida, está empeñado en aprovechar al máximo los escasos contactos que tiene con las personas de su entorno, esos breves avistamientos entre los conductores de dos automóviles que se cruzan en una autopista (“Recuerda este momento, chico, acuérdate de él durante el resto de tu vida, porque nunca te ocurrirá nada más importante que lo que te está pasando ahora mismo”); y a la vez de reconstruir las trayectorias vitales de las personas con las que compartió algunos tramos de esa ruta, como sus padres o su esposa. Y por eso no es extraño que la novela concluya con un muy simbólico accidente de tránsito (ya se sabe que los accidentes y el azar son uno de los ejes de la narrativa de Auster).

A pesar de ser de su temática más bien oscura y pesimista, Baumgartner es una novela agradable e interesante, y que incluso plantea un pequeño consuelo ante lo inevitable de la muerte: la trascendencia de las obras humanas. Por eso en el último capítulo se entusiasma tanto con el interés de una estudiante por las obras inéditas de Ana, e incluso llega a ofrecerle alojamiento en su casa y pensar en ella como la hija que la pareja nunca llegó a tener.