Guillermo De Vivanco
El cupo electoral
En un país que ha llevado al extremo la fragmentación política

Hay dos urgencias que me preocupan. A once meses de las elecciones generales, ya hay más de 40 candidatos presidenciales inscritos. Es una situación inadmisible, un escenario ridículo que lleva a una peligrosa fragmentación política. El resultado será que el ganador lo hará con un porcentaje mínimo, debilitando su legitimidad y su capacidad de gobernar. Esto es consecuencia directa de una fallida reforma de los partidos políticos.
¿No sería más sensato elegir al Congreso recién en segunda vuelta, para equilibrar mejor el poder? Hoy, los “vientres de alquiler” —partidos sin base real— se compran o alquilan, no se ganan: tienen dueño.
Tomemos el ejemplo del deporte. Para clasificar al Mundial de fútbol, los equipos deben superar una eliminatoria. Solo van los mejores, porque no hay cupo para todos. Lo mismo sucede con los Juegos Olímpicos: solo llegan los atletas más preparados.
El Jurado Nacional de Elecciones (JNE) debería aplicar un filtro similar: exigir un número mínimo de adherentes calificados como requisito para postular. Esta condición obligaría a una movilización real, fortalecería las organizaciones políticas y legitimaría a los candidatos. Solo deberían competir quienes cuenten con apoyo ciudadano comprobable y estructuras sólidas. No hay espacio para todos. Urge terminar con el negocio de los partidos sin representación real.
La otra bomba de tiempo es la minería ilegal y la gran cantidad de peruanos que dependen de ella. Una respuesta represiva del gobierno, sin estrategia, podría desatar una reacción nacional y llevarnos al borde de una guerra civil. Zonas enteras del país —Puno, Madre de Dios, Ayacucho, Palpa, Ica, La Libertad, Cajamarca— son hoy territorios liberados, dominados por mafias que controlan la extracción y ofrecen seguridad a estas redes. Además, una inmigración descontrolada desde Bolivia podría agravar aún más esta situación.
Por último, resulta imperdonable el egoísmo de la derecha, que ha impedido formar un frente unitario capaz de proponer políticas urgentes frente a las crisis nacionales. La unidad exige desprendimiento, visión común y esperanza en un futuro compartido. Es hora de desatanizar el capitalismo, reformar el Estado, apostar sin miedo por la inversión privada, eliminar trabas burocráticas y competir en serio con nuestros vecinos, que hoy nos miran con una mezcla de sorpresa y envidia.
Tenemos todo para ser líderes: exportadores top de minerales, frutas, y constructores de los puertos más importantes de Sudamérica. Pero nos falta voluntad.
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