Manuel Gago
El regreso del enemigo invisible
La desinformación, su instrumento poderoso

La desinformación no es novedad, es parte de toda disputa política: va y viene con la intención de atarantar. Puede inclinar la balanza entre la victoria y la derrota. El confundido, menos enterado y con escaso o nulo conocimiento, es derrotado. Es la principal arma usada en guerras políticas y de sobrevivencia.
Las extorsiones, los asesinatos y los incendios de autobuses no son hechos aislados, son muestras del avance comunista, con nueva facha para despistar. La confusión y la desesperación de la gente son situaciones útiles para ostentar poder.
Durante la época del terrorismo, Sendero Luminoso pintaba en muros contundentes frases destinadas a desinformar y atemorizar a la población. Con “los mil ojos y mil oídos del partido”, los seguidores de Abimael Guzmán hacían creer que disponían de una red de delatores dentro de cualquier círculo íntimo y hasta en las mismas fuerzas del orden. “Soldado, mata a tu oficial”, era el murmullo entre la tropa pobre y joven. En enfrentamientos contra los subversivos –se decía–, era visible el temor de los oficiales.
“El equilibrio estratégico”, también en las paredes, daba a entender que el contingente armado del maoísmo estaba equiparado a las fuerzas armadas y fuerzas policiales juntas. Los perros colgados en los postes, con el cartel “así mueren los soplones”, eran la sanguinaria señal de su proceder. ¿Acaso se espera ver lo mismo otra vez para entender que la amenaza es real, que está vigente?
La semana pasada, sobre los asesinatos dentro de un socavón minero en Pataz, decíamos que “las primeras noticias fueron inexactas, porque por las circunstancias (tan complicadas) la minera Poderosa concesiona sus operaciones”; a nuestro entender, para evitar que la minera sea el directo responsable de lo que pudiera suceder. Escribimos también que las operaciones subcontratadas tienen que contratar su propia seguridad. “Es decir, en la zona pulula un número indeterminado de trabajadores no identificados plenamente y desvinculados entre sí. Con esta alta rotación de gente que viene y va, la seguridad no puede estar garantizada”.
No se sabe con certeza quienes son los asesinos de esos trabajadores de seguridad. Los audios publicados tratan de exonerar al principal sospechoso, el apodado “Cuchillo”, quien se da el lujo de amenazar a la presidenta Boluarte alegando inocencia. Los audios intentan involucrar a miembros de la policía. La gente cree que porque policías y militares –en actividad o retirados– son parte de empresas de seguridad, las instituciones militares y policiales están comprometidas con asesinatos y, por ende, el Estado es el que mata. Preguntamos, ¿quién está interesado en enredar los hechos? ¿Se trata de dichos sin sustento para despistar? En un pequeño robo, mientras el ladrón huye, sus compinches corren diciendo “va por allá”, señalando el camino contrario.
Se sabe que ciertos desalojos de propiedades tomadas con violencia son liberados usando más violencia. Para esto, el dueño, posesionario o invasor contrata “gente especializada”. Usted, lector, entiende. En el caso de Pataz, ¿quién garantiza que esas empresas de seguridad, o quien sea, no contratan “gente especializada” para proteger sus operaciones? Y aún cuando sea así, ¿quién garantiza que a esa “gente especializada”, trabajadores que van y vienen, no se les desborda la ambición al saber que huelen, ven y pisan oro?
Debemos estar atentos. La historia se repite de maneras distintas con el mismo fin. La memoria de los adultos falla y, para colmo, es selectiva. La mayoría de jóvenes es manipulable y no saben nada de la historia. Para el enemigo principal todo momento es propicio y aprovechable. Ha vuelto, viste otra facha y hace lo que mejor sabe hacer: desinformar para avanzar.
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