Erick Flores

La droga electoral y el adicto democrático

Reformas absurdas que no solucionan ningún problema

La droga electoral y el adicto democrático
Erick Flores
14 de diciembre del 2018

 

Luego del circo barato que significó el referéndum y tras unos de los resultados más previsibles de todos los tiempos, imagino que la conciencia del peruano que votó como el Gobierno quiso debe estar tranquila. Es más, para este individuo el Perú se ha convertido en un país modelo y está al mismo nivel institucional que los países nórdicos. En la mente del peruano ingenuo que cree que el Estado puede luchar contra la corrupción del Estado, solo es cuestión de tiempo para que las reformas planteadas por Vizcarra den frutos y pasemos de ser una nación tercermundista y deprimente en muchos sentidos, a ser una de las maravillas en este siglo.

Y por si no fuera poco que la mayoría de peruanos esté cómoda viviendo el espejismo que generan los procesos electorales, nadie pone atención en el problema de fondo que es la integración forzosa. Vivir en una sociedad donde la mayoría no tiene los incentivos necesarios para estar informada debe ser la menor de las preocupaciones, una sociedad mayoritariamente tonta no representa un problema cuando existen las garantías institucionales para que está mayoría no arrastre al descalabro a la minoría. Esto es lo que no existe en el Perú y no es que la suerte nos sea esquiva, el sistema democrático ha tenido, tiene y tendrá siempre esta para coja, no sirve para proteger el derecho de los individuos porque su esencia está en depositar el poder en la masa, en las mayorías carentes de pensamiento e irreflexivas por naturaleza.

El problema no está en la preferencia, no está en que la decisión de la mayoría sea racional o no (queda claro que casi nunca lo es), ese detalle es casi irrelevante porque unas veces gana López Obrador y otras Bolsonaro, y los que celebraron cuando ganó el primero, entraron en depresión cuando ganó el segundo. El problema está en que los que eligieron a Hugo Chávez se lo impusieron al resto y luego son las minorías las que pagan los platos que rompen las mayorías. Pasa lo mismo cuando se vota un referéndum o cualquier cosa, las decisiones de la mayoría, las decisiones democráticas, son autoritarias en la medida en que integran en ellas, por la fuerza, a las minorías.

Dicho esto, el panorama no es nada alentador. Una sociedad que no comprende el problema de fondo y que está muy a gusto en medio de su miseria moral e intelectual, no es más que una sociedad fallida. La metáfora cruel donde el enfermo niega su enfermedad y está convencido que su veneno es medicina. Es por eso que no hay avance, no hay perspectiva, no hay cambios.

Y aquí no estamos hablando de cualquier droga, la droga electoral despoja al adicto democrático de sus sentidos, le crea una realidad donde cualquier cosa que no encaje en dentro de su pensamiento es “antidemocrático” y debe ser rechazado, eliminado por la voluntad de la mayoría. Nada fuera de la democracia, nada fuera de la mayoría.

Por más que la evidencia muestre los resultados nefastos al que nos conducen las mayorías, la democracia no ha perdido la envoltura divina que le ha creado el animal político. Y ese es el gran reto de nuestra sociedad, llegar a evolucionar tanto que podamos asumir plena conciencia de que si la democracia es un Dios, ha fracasado. Y un Dios que fracasa no existe, es humano y, por lo tanto, no puede ser indiscutible.

Lo que resta por hacer, ahora más que nunca, es comenzar a discutir la democracia pero en serio. Olvidar las reformas absurdas que solo son patadas de ahogado, aspirinas para un tumor cerebral. El triunfo sobre las adicciones solo son reales cuando el adicto deja de depender de su vicio para existir; en ese mismo sentido, nuestra situación comenzará a mejorar en el instante en que el adicto democrático entienda que la solución de sus problemas no está en la droga electoral sino que ahí se encuentra la raíz de todo.

 

Erick Flores
14 de diciembre del 2018

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