Jorge Varela

León XIV y san Agustín, el creyente

Entre el mal y la gracia

León XIV y san Agustín, el creyente
Jorge Varela
20 de mayo del 2025


Robert Prevost, religioso proveniente de la orden de los agustinos, ha sido elegido nuevo pontífice de la Iglesia católica y ha adoptado el nombre de León XIV. Su formación espiritual se inicia en 1973 al incorporarse –en la ciudad de Chicago– a una de las comunidades del cristianismo, siguiendo el pensamiento de un hombre del norte de África, conocido como san Agustín.

Este hombre, que fuera obispo de Hipona, es junto a Paulo de Tarso uno de los colosos que incidieron en la evolución de la Iglesia católica. Era un profesor de retórica nacido en la provincia romana de Numidia (actual Argelia) –obsesionado por superar sus debilidades carnales y conflictos personales, sus deseos, sus dudas, sus oscuridades–, quien contribuyó a fijar determinadas bases de la fe católica y algunos elementos culturales de Occidente.

 

La misión papal del agustino Robert Prevost está y estará impregnada pues, quiérase o no por el ejemplo y las reflexiones del denominado “doctor de la gracia”, un misionero norafricano que se esforzó para que el mal no prevaleciera. Lo que nos lleva a preguntarnos, igual que san Agustín: ¿dónde están los fundamentos de la fe cristiana? Formulo la pregunta de modo actualizado y más preciso, ¿dónde están, en la era presente, los fundamentos de la fe católica?

 

Presencia del mal en el mundo

En sintonía con la inquietud señalada hay que expresar que la divisa que orientó el pensamiento de san Agustín fue: Nisi credideritis, non intellegetis, “si no creéis, no comprenderéis”. Así se comprende de forma intuitiva que sus reflexiones principales hayan girado en torno a dos cuestiones centrales: la existencia del mal y la doctrina de la gracia como respuesta a las tentaciones que lo agobiaron en su propia carne. 

¿Cómo explicar la existencia del mal en el mundo? Fue la gran obsesión que marcó el origen de sus pensamientos hasta que se encontró con las epístolas del apóstol Pablo. En ellas leyó aquel fragmento que decía: “no en comilonas ni en borracheras, no en la lujuria ni en la impudicia, no en las disputas ni en las envidias, revestíos más bien del Señor Jesucristo y no sigáis a la carne en su concupiscencia”.

En sus conocidas “Confesiones” expuso sus debilidades: “arribé a Cartago, (lugar donde estudiara) y por doquier retumbaban en torno a mí un hervidero de amores pecaminosos”. “El amar y el ser amado me resultaba la cosa más dulce, sobre todo si podía también disfrutar del cuerpo de la persona amada” (“Confesiones”, III, i, 1). Se sabe además, que compartió quince años con la mujer que le dio a su único hijo, Adeodato. “Por aquellos años tuve yo una mujer, no por la vía de lo que se conoce como matrimonio legítimo, sino hallada en el vagar errático de mi pasión insensata” (“Confesiones, IV, ii , 2).

 

Un hombre creyente

Su obra que refleja el recorrido por una vida llena de pasión y aventuras, es el itinerario espiritual de un hombre desgarrado que se propuso creer y que logró lo que quería: convertirse en creyente. Es la historia de un hombre atormentado que impregnó de fe su espíritu y abandonó las tentaciones de la carne y sus posiciones heréticas iniciales. Transitó del maniqueísmo al platonismo plotiniano y de éste a los escritos de Pablo que le condujeron a la conversión definitiva y a la construcción de un andamiaje sobre el cual fundar una filosofía propiamente cristiana. San Agustín anhelaba hallar una respuesta a la presencia del mal cósmico (desastres naturales, epidemias, hambrunas) y del mal moral (comportamiento malvado -malévolo- del ser humano) que conciliara con la creencia en un Dios bueno e omnipotente. Dicho camino recorrido fue la superación del platonismo, devenido en fe (E.A. Dal Maschio, autor de “San Agustín”, El Doctor de la gracia contra el mal”, dice que con san Agustín se materializa lo que Nietzsche denunciaría siglos más tarde, cuando definió al cristianismo como ‘platonismo para la plebe’).

 

León XIV y la cosmovisión de san Agustín

Revestíos del Señor y comprenderéis: “in illo uno unum“, “en aquel Uno, seamos uno”, es la frase de san Agustín que Robert Prevost ha elegido como lema de su pontificado; lo que permite sostener y declarar que la tarea del “doctor de la gracia” contra el mal no consistió en demostrar de modo racional el cristianismo, sino en construir una actitud existencial en la relación con Dios, el Señor.

¿Cómo no desear entonces, que la nave de Pedro resista las tormentas y se enfrente a la fuerza del viento que arrecia en contra?, aunque no formemos parte de la tripulación ni seamos sus imperturbables pasajeros. Desde la orilla todavía no sabemos qué hacer para creer.

Jorge Varela
20 de mayo del 2025

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