Jose Mario Azalde
Payasos, enojo y partidos-algoritmos
Existe una gran distancia entre la política real y la política virtual
Giuliano da Empoli señala, en Los ingenieros del caos, que el Movimiento 5 Estrellas (Italia) fue el primer esfuerzo de construir un partido-algoritmo mediante el enrollamiento de un humorista (Beppe Grillo) y un recopilación profunda y sistemática de los electores, sobre todo de sus demandas. Se pretendía, en base a la inteligencia a partir de datos, generar los mensajes más apropiados sin importar el contenido de estos, solo dándole traducción política a los sentimientos del numeroso sector electoral insatisfecho.
El algoritmo de las redes sociales permite establecer qué contenidos mantienen por más tiempo y con mayor flujo de interacciones a los usuarios. Ello puede resultar alarmante en redes como Facebook, TikTok o (X (anteriormente Twitter) en las cuales la calidad de los contenidos es paupérrima y las discusiones (muchas de ellas intrínsecamente absurdas) cobran una gran intensidad, cayendo muchas veces en la agresión y la incitación a la violencia.
Pero de alguna manera todavía estas redes no tenían (hasta hace poco) mayores efectos prácticos para la conformación de una tendencia política mayoritaria. Eran solo una minoría facciosa o recalcitrante que se movía dentro de posiciones radicales de derecha e izquierda sin disputar la hegemonía de la discusión política. Al día de hoy esta situación ha cambiado, haciendo según el autor “saltar por los aires la división izquierda/derecha [y por su capacidad de] captar votos de todos los enojados, no solo de los fachas”.
Actualmente 25.3 millones de peruanos utilizan Facebook, la red social líder. TikTok, red en auge, tiene 19.7 millones de usuarios. Si comparamos este volumen con, por ejemplo, el padrón de Renovación Nacional (RN) –casi 40,000 afiliados– o del histórico Partido Aprista Peruano (PAP) –casi 47,000 afiliados– comprobamos un distanciamiento importante entre el tráfico y la generación de contenidos en redes y el compromiso con la actividad política del militante perteneciente formalmente a estructuras partidarias. Quizá el resultado sea más dramático si consideramos que del padrón total del PAP, solo fueron a votar a las elecciones primarias 15,900 afiliados y que el ganador de la elección interna solo obtuvo aproximadamente 3,500 votos. Una progresiva licuación del votante.
Pero la cuestión puede seguir empeorando, siendo el caso del PAP quizá solo un paradigmático ejemplo. No solo existe un distanciamiento entre la política real y la política virtual de carácter cuantitativo (cada aproximación nos lleva a niveles más altos de desafección política), también se manifiesta uno de naturaleza cualitativa. Tanto el diseño institucional generado por las reglas electorales, la fragmentación política, la centralización de las decisiones en las élites partidarias y la desconfianza estructural del electorado nos llevará, indudablemente, a un escenario en que la urgencia por “el minuto de fama” de la fauna política sea el gran movilizador, exacerbando el enojo ciudadano y volviendo incluso a payasos transgresores (pero payasos al fin) en adalides del gran cambio. Y el poderoso algoritmo jugará inevitablemente a favor de los mayores exabruptos.
Aún tenemos tiempo de hacer bien las cosas. Para ello, indudablemente, se requerirán actos de grandeza de los más de 30 candidatos a la presidencia. Quizá los partidos deban empezar a entender que en este momento histórico el electorado se encuentra alejado de la disciplina partidaria y de las solemnidades programáticas. Pero, a su vez, la táctica y la estrategia electoral necesitan de una lectura de la realidad que forme una narrativa creíble. Para finalizar y citando nuevamente al analista francés: “Para combatir la ola populista, hay que comenzar por entenderla y no limitarse a condenarla, ni tampoco devaluarla como una nueva “época del esperpento”.















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