Berit Knudsen

Schumpeter y la trampa del éxito

Cuando la expansión del Estado devora los recursos productivos

Schumpeter y la trampa del éxito
Berit Knudsen
01 de mayo del 2025


Joseph Schumpeter planteó el fin del capitalismo en su obra “Capitalismo, socialismo y democracia” en 1942, explicando que la causa del final no sería el hambre o la revolución, sino su propio éxito. El fin del sistema que mejoró las condiciones materiales de vida, paradójicamente, sería víctima de las dinámicas sociales y culturales que hicieron posible esa riqueza.

Según Schumpeter, el proceso se inicia con el impulso de emprendedores que asumen riesgos, generando progreso gracias a la innovación que transforma la economía. El éxito hace surgir empresas cada vez más grandes, complejas y, como consecuencia, más burocráticas. Lo que empezó con dinamismo es reemplazado por una lógica administrativa que prioriza la gestión por encima de la creatividad. Así, el empresario innovador es reemplazado por funcionarios corporativos, generando el estancamiento que limita el impulso del capitalismo.

El acceso masivo a la educación y bienes culturales crea una clase intelectual que critica justamente al sistema que hizo posible su existencia. Las universidades y centros de debate desarrollan un clima de opinión hostil hacia el mercado, acusándolo de convertirse en fuente de desigualdad, explotación y crisis, presentando al Estado como fuerza capaz de corregir las supuestas fallas.

La propiedad se despersonaliza. En lugar de propietarios arriesgados, las corporaciones se llenan de accionistas pasivos, diluyendo la relación entre individuo, esfuerzo, resultados y recompensa personal. El riesgo, emprendimiento y responsabilidad individual pierde terreno, buscando rentas en corporaciones menos dinámicas que siguen la lógica burocrática Estatal.

Finalmente, estas sociedades ricas y acomodadas demandan protección frente al riesgo: acceso universal a la salud, educación garantizada, pensiones, subsidios, derechos laborales, regulaciones de precios. Cada demanda, entendible por separado, alimenta una creciente intervención estatal con nuevas normas, más funcionarios, mayor dependencia para responder a estos reclamos, acompañadas de mecanismos de control: agencias de supervisión, normas regulatorias, organismos fiscalizadores, sistemas de vigilancia social y corporativa. Esa expansión del Estado consume los recursos productivos.

El resultado es un capitalismo convertido en ese socialismo burocrático que pretendía evitar. El capitalismo se debilita no por una expropiación abrupta, sino por normativas, licencias, autorizaciones y controles que limitan la innovación; surgiendo un sistema poco dinámico y endeudado.

El costo de la burocracia supera la capacidad de generar riqueza, obligando a los Estados y empresas a recurrir al endeudamiento; primero como solución provisional, luego como necesidad crónica, hipotecando el futuro. El endeudamiento, que reemplaza al dinamismo como motor del sistema, desincentiva la innovación y ralentiza el crecimiento generando parálisis. Las sociedades innovadoras se convierten en sociedades sobreprotegidas, estancadas y dependientes de un Estado omnipresente que promete una seguridad cada vez más costosa.

El peligro advertido por Schumpeter cobra actualidad. Cuando la seguridad absorbe la libertad y el aparato de protección se transforma en sistema de control, la sociedad no progresa: se desplaza hacia la inercia y la dependencia, paralizada mientras crecen las deudas. El dinamismo se extingue, abandonando la innovación bajo el supuesto ilusorio de que el Estado proveerá sin límites lo que solo la libertad y el riesgo podían crear. Así el ciudadano pierde no solo la riqueza, sino también su autonomía.

El final del capitalismo es largo y silencioso. Los síntomas, burocracia desbordada, control omnipresente y deuda infinita resta libertad a la sociedad, volviéndola más pobre y dependiente de un Estado que no podrá sostener sus promesas.

Defender el capitalismo no significa proteger ciegamente sus defectos, sino preservar las condiciones que lo hicieron posible: innovación, riesgo individual y responsabilidad, con un Estado responsable, velando por el individuo.

Berit Knudsen
01 de mayo del 2025

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