Un gobierno débil y sin rumbo

En los últimos días el gobierno de la presidenta Boluarte ha incurrido en una serie de acciones que, a todas luces, muestran la debilidad de la cual había hablado ya antes el ministro José Arista. Acciones que aparentan ser propias de la rutina de un gobierno o respuestas políticas a determinadas presiones, pero que no son otra cosa que muestras de desgaste, falta de autoridad y, por supuesto, debilidad.

Una de ellas es la elección de un vocero, el señor Fredy Hinojosa. Este funcionario, ligado al partido aprista, no tiene el amparo constitucional como para que sus declaraciones sean definitivas o satisfagan a la opinión pública. No puede reemplazar a los ministros, mucho menos al premier Gustavo Adrianzén. Este último haría bien en desactivar ese cargo, más aun cuando el señor Hinojosa fue nombrado cuando el presidente del Consejo de Ministros se encontraba en el exterior.

Otra señal de debilidad se dio con las marchas y contramarchas en relación a los resultados del INEI que mostraban un incremento en la pobreza crítica en el país, y que demostraban la incapacidad de este gobierno para combatir a este flagelo. Las respuestas que han dado los ministros a esta realidad han sido en realidad penosas. Se nota que no entienden el tema de la pobreza.

Otro indicador de debilidad ha sido la desactivación del Equipo Especial de la PNP de apoyo al EFICOP, en momentos en que el cerco al hermano de la presidenta Boluarte se estrechaba. Señalar que es por duplicidad de funciones o una cuestión administrativa es ridículo. Los efectos políticos de esta decisión están aún por verse.

No tengo dudas de que el Ejecutivo está en agonía. No tiene rumbo político. Se sostiene en el gobierno simplemente porque tenemos un Congreso cuyo único punto de agenda es permanecer en el poder hasta el 2026.