Globalización

Chile conserva su Constitución y deja enseñanzas para América Latina

Los ciudadanos del sur rechazan segundo proyecto constitucional

Chile conserva su Constitución y deja enseñanzas para América Latina
  • 19 de diciembre del 2023

La ciudadanía chilena rechazó ayer domingo por segunda vez una nueva propuesta de Constitución para reemplazar la Constitución de la transición, que explica más tres décadas de democracia y uno de los crecimientos más impresionantes del planeta. En setiembre del 2022, igualmente, la ciudadanía rechazó masivamente otro proyecto, el mamotreto elaborado por la Convención Constituyente, con una votación abrumadora de más del 62% de los votos. En esa ocasión los mapochos votaron en contra del proyecto de crear un Estado plurinacional que fracturaba la unidad histórica del país y en contra del sistema de representación paritaria, que acababa con el sistema de democracia representativa, y sepultaron los temas de la ideología de género.

Chile, una sociedad que había logrado el ingreso per cápita más alto de la región, que había reducido la pobreza por debajo del 8% de la población y había consolidado una sociedad de clases medias, ¿cómo es posible que, en cuatro años, rechace dos proyectos constitucionales? ¿Acaso el país del sur salía de la devastación causada por una guerra convencional o había padecido una verdadera guerra civil para adentrarse en ese “momento constitucional”? El mundo contemplaba a Chile como el paradigma de desarrollo y estabilidad de los países emergentes, y los chilenos se destrozaban internamente para cambiar su marco constitucional. ¿Qué había pasado?

Chile es un claro ejemplo de una posmodernidad en la que las fábulas y los relatos pueden terminar enfermando a una sociedad. También es un evidente ejemplo de que las sociedades no solo se alimentan de pan, sino también de fábulas y narrativas. En octubre del 2019 los estudiantes chilenos quemaron Santiago y vandalizaron las iglesias cristianas exigiendo que Chile fuera una nueva Cuba o Venezuela. Las derechas chilenas, desarmadas ideológicamente, se allanaron al chantaje de la violencia y aceptaron la convocatoria de una Convención Constituyente. De allí salió la primera propuesta que el pueblo rechazó masivamente. Luego, sorprendentemente, las derechas e izquierdas, ignorando la votación popular, pactaron un nuevo proceso constitucional. El segundo proyecto acaba de ser sepultado el domingo pasado por más del 55% de los chilenos.

Chile, pues, tiene ya una Constitución histórica para el siglo XXI, respaldada por tres plebiscitos: la consulta de fines de los ochenta y los dos rechazos deben entenderse como una clara voluntad de conservar el actual texto constitucional. La Constitución de la transición que rige en la actualidad fue reformada decenas de veces y lleva la firma del presidente socialista Ricardo Lagos y de todo su gabinete.

Si la izquierda comunista y progresista en Chile pretende que puede seguir abriendo hasta el infinito momentos constituyentes pasarán a convertirse en las izquierdas de cenáculos y de cafés, con el rechazo masivo de la ciudadanía chilena. Y por otro lado, dejarán en claro que su país no les interesa en absoluto, y todo su proyecto se reducirá al “salvo el poder todo es ilusión”. El momento constituyente artificial que ha experimentado Chile ha frenado en seco a la principal estrella del mundo emergente, con desplome de la inversión privada y fuga de capitales, a tal punto que hoy el país del sur está en recesión.

De alguna manera, pues, terminan las fábulas y leyendas que se tejieron desde el gobierno de Salvador Allende, más de 50 años atrás. Sin embargo, la lección para las derechas y los sectores republicanos de América Latina es incuestionable: los pueblos no solo viven de comida y bienestar sino también necesitan de historias, explicaciones y narrativas. Si se abandona la guerra cultural por los relatos se pierde la libertad. Y otra de las grandes enseñanzas es que con los procesos revolucionarios, impulsados por el comunismo y el progresismo, no se negocia porque no es posible. La naturaleza de la revolución es el poder. La libertad implica, pues, la derrota general del proceso revolucionario que impone el colectivismo.

  • 19 de diciembre del 2023

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