La propuesta de Estados Unidos y la importancia del Perú

La semana pasada el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump anunció que nombrará al Perú como aliado principal no perteneciente a la Alianza del Atlántico Norte (OTAN).  Unas horas antes el mandatario estadounidense había informado de su decisión al Comité de Relaciones Exteriores del Senado del gigante del norte. Semejante noticia tan trascendente para el hemisferio latinoamericano se conoció en momentos en que una delegación de varias agencias de los Estados Unidos, liderada por el Buró Federal de Investigaciones (FBI por sus siglas en inglés) y la Administración para el Control de Drogas (DEA), visitaba el Perú para asesorar en temas vinculados a la lucha contra la ola criminal y las drogas.

Vale señalar que, actualmente, 19 países en el planeta tienen el estatus de importante aliado no OTAN de los Estados Unidos, entre ellos tres de Hispanoamérica: Argentina, Brasil y Colombia. Semejante condición, si bien otorga ciertos privilegios comerciales y económicos, “no necesariamente implica compromisos de seguridad directos con el país designado”.

Es evidente e incuestionable que esta noticia revela dos verdades que los peruanos y los latinoamericanos no debemos negar: que el imperio democrático del siglo XX está de regreso en la región hispanoamericana y que el Perú, por su situación geográfica y su dotación de recursos naturales, está ubicado en el centro de la geopolítica mundial.

La movilización de cerca del 40% de la flota naval de los Estados Unidos –incluso, el portaaviones Gerald Ford, el más grande y poderoso del mundo– hacia el mar Caribe, frente a las costas de Venezuela, y la crisis generalizada que ha desatado en la dictadura chavista y el eje bolivariano en la región describe con claridad el regreso del imperio que, en el siglo XX, salvó al planeta de la amenaza del nazismo y del comunismo. Tamaña movilización militar se ha producido ante el silencio y distancia de potencias no occidentales como China y Rusia, revelando que el gran hegemón del planeta está de vuelta.

Por otro lado, la noticia acerca del Perú como aliado principal no OTAN de los Estados Unidos revela la enorme importancia geopolítica de nuestro territorio. En el país se desarrollan los puertos del Pacífico que deben conectar con el Atlántico convirtiendo al Perú en el gran hub portuario de esta parte del planeta y que, además, debe conectar con el eje del Asia - Pacifico. Es decir, con el área del mundo en donde se desarrollan las últimas tendencias de la revolución industrial y del capitalismo global.

El Perú e Hispanoamérica, entonces, deben mirar con optimismo el regreso de los Estados Unidos a la región hispanoamericana; sobre todo porque reduce el espacio de maniobra de las dictaduras latinoamericanas del eje bolivariano que, en el caso de Venezuela, ha causado verdaderas tragedias humanitarias en la sociedad. El regreso de los Estados Unidos a la región, entonces, causa problemas insalvables en las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

El Perú no tendrá mayores problemas con respecto a este cambio tectónico en la geopolítica regional. ¿Por qué? Porque nuestro país solo tiene que afirmar su Estado de derecho, sus sistemas de control de poder y de libertades para formar parte de las grandes alianzas que ha comenzado a promover los Estados Unidos. Es evidente que nuestra sociedad, por su historia y sus tradiciones, forma parte del eje occidental del planeta.

Semejante apuesta por esta nueva geopolítica mundial no debe significar renunciar a la necesidad que tiene el Perú de captar capitales y tecnologías del mundo provenientes de otras civilizaciones y culturas –China y los países árabes, por ejemplo–, siempre y cuando estas inversiones planetarias respeten el Estado de derecho, la Constitución y las leyes nacionales.

El Perú entonces tiene que tener una política de Estado que promueva los mejores beneficios que la ubicación geopolítica especial del país le posibilita a nuestra sociedad. Allí estamos.