Carlos Adrianzén

Abortando el crecimiento

¿Cuál es la responsabilidad del elector?

Abortando el crecimiento
Carlos Adrianzén
18 de junio del 2025


El alto crecimiento peruano post noventero fue abortado políticamente. Gradualmente, nos hundimos persiguiendo mariposas. Esto en nuestra historia no resulta inusual.  Si esta vez no entendemos el cómo y el porqué, resulta probable que volvamos a cometer este error. Lo positivo aquí resulta aquí descubrir que si interiorizamos esto, el Perú podrá ingresar a una espiral de significativa reducción de pobreza y avance económico a un ritmo que hoy los peruanos parecemos no creer.

Siempre es bueno recordar los aciertos. Y luego tratar de entenderlos minuciosamente… para repetirlos y mejorarlos. No hace mucho tiempo, antes de que se aplicaran las anti-reformas de mercado, la economía nacional crecía y reducía su pobreza en un modo robusto; mientras avanzábamos significativamente en materia de desarrollo económico (ver Figura 1). 

 

Todo esto, a ritmos que algunos etiquetaban como el milagro peruano. En perspectiva, la receta implicaba priorizar el crecimiento económico. Esto, recuperando la estabilidad nominal, aplicando reformas institucionales (que en esos tiempos se etiquetaban como reformas de mercado); buscando generar mayores comercio exterior e inversiones privadas. 

Los “cómo se hizo” básicamente nos refieren a la defensa de la estabilidad monetaria y el respeto a la propiedad privada. Lamentablemente, en ausencia de una brújula en los electores y en la clase política nacional –y merced a un consistente trabajo de contrabando ideológico hacia la izquierda–, el crecimiento de aquellos años fue abortado. A partir del 2012, los retrocesos de política económica e institucional –o anti reformas de mercado– nos vendieron aceptar un menor crecimiento, pero con mayor equidad. Algo así como ofrecerle a usted, simultáneamente chicha y limonada, obviando hasta las lecciones de la curva de Kuznets. 

Nota para el no economista: La curva aludida nos recuerda una regularidad en los procesos de crecimiento alto y sostenido. Al principio, la desigualdad se eleva, pero luego se reduce.

 

“Cancelando” la curva

En nuestro país -y en la región- pocos analistas se refieren a Curva de Kuznets, por dos razones. Primero, no es casual que el crecimiento económico de una nación latinoamericana persista más allá de un corto plazo. 

Y segundo, que siendo esto así, tanto por ideología o ignorancia económica cuanto por la creencia de que ya seríamos ricos, se busca acelerar una redistribución de los ingresos marxistoide (es decir, apresurar vía mayor intervención estatal, el chorreo aludido por el hoy preso ex presidente Toledo Manrique). Con ello, el crecimiento económico peruano se hace efímero. Se aborta políticamente. Y eso fue lo que nos pasó desde que –ilegalmente– alcanzó el poder el candidato preferido y financiado por la Habana y Caracas, el también preso Ollanta Humala. 

Nótese que en este largo episodio de declive importó muy poco que los precios internacionales incluso mejorasen. Incluso, la llegada de la pandemia del virus chino, facilitó una explosión espartana de controles y con ello, el drástico aumento de la opresión.

Desdichadamente para nosotros, este salto hacia la dictadura, política y económica, aunque vociferaba sobre la prédica de con equidad –con una hoja de ruta incluida–, solo escondía mayor corrupción burocrática y poca empatía. 

Y es que cuando desde un iluminado escritorio se busca redistribuir el ingreso, el crecimiento se desvanece y la incidencia de pobreza se vuelve a elevar. Adviértase también que, la opción por priorizar la redistribución -que ya había fracasado costosamente con la dictadura socialista de Velasco Alvarado y con el régimen del APRA y la Izquierda Unida- naufraga nuevamente en medio de un infierno de corrupción. 

Al final se borró el crecimiento post noventas, pero tampoco se logró mayor equidad. 

La izquierda en el poder, otra vez, solo nos dejó una significativa elevación de la pobreza local. Desde entonces, la receta fue persistentemente aplicada por todos los aventureros centristas o filo senderistas que llegaron al poder. En pocos años se revirtió casi todo lo andado en lo relevante: el crecimiento por persona.

 

El brainwash cholo

Lo sugestivo aquí, hoy,  pasa por ponderar cómo nos limpiaron el coco. Y este fue un trabajo ordenado. El neo marxismo gringo se replicó en escuelas, medios de comunicación, burocracias, gremios y escuelas. Por ejemplo, los enormes daños sociales de la dictadura militar y su izquierda Unida, fueron borrados o tergiversados. 

Hasta el sangriento genocidio limeño del 5 febrero de 1975 –perpetrado por la dictadura velasquista– virtualmente no existe en los anales de la Historia del Perú reciente. Incluso, la aludida dictadura setentera no se vende hoy como lo que fue –un aquelarre de traiciones, ineptitud y corrupción–, sino como un episodio de búsqueda de la mal llamada justicia social. Lo empobrecedor, corruptor y regresivo del episodio no se comenta. Esto, incluso –diría yo, sobre todo– en las mesas dizque académicas y corporativas.

Una cosa parecida sucede actualmente en la discusión local de teoría política donde la visualización del socialismo o el mercantilismo no nos refiere a la opresión (que los define). Mucha gente, penosa o interesadamente,  define como izquierda a la extrema izquierda y como derecha, a versiones sinuosas de centro izquierda. Bien confundiditos resultamos más fáciles de tontear. Y no lo sabrá acaso Vicente Alanoca, el enésimo caballo de Troya de la traicionera infiltración boliviana en el Perú.

 

¿Cuál es la responsabilidad del elector?

Si recordamos a William Riker, la idea de que los sistemas de ciudadanía se deben concentrar en manejar la desigualdad nos refiere a una confusión básica. Las motivaciones de un elector importan. En un país pobre, optar por la redistribución a rajatabla, a todas luces no solamente resulta algo iluso. Implica una suerte de desprecio al pobre y a la clase media. Menor crecimiento implica una menor reducción de pobreza (ver figura 2). 

Un ciudadano es racional. En el caso peruano reciente, cuando la burocracia deja de priorizar el crecimiento para redistribuir, la nación se empobrece. Y la desgracia aparece porque, justamente, la mayor opresión asociada a los afanes redistributivos destruye, estanca, empobrece, corrompe. La data de estos tiempos nos muerde.

 

Y es que la evidencia empírica desautoriza la creencia detrás de la conexión entre ciudadanía y redistribución (ver Figura 3). Nótese como, en el Perú durante el lapso 2008-2023, observando el decil más pobre (ver subgrafos de la izquierda), un menor nivel de desigualdad se asocia con un menor nivel de pobreza se asocia; pero observando un decil menos pobre (ver subgrafos de la izquierda), un menor nivel de desigualdad se asocia con un mayor nivel de pobreza. 

La priorización de la desigualdad es una práctica ciudadana marxista, destructora, per se. El gráfico contrasta que el crecimiento con equidad resulta pues una práctica tóxica para las clases medias. En fin, creer ciegamente que la ilusión de que el elector puede determinar la distribución del ingreso, nos enfrenta a la realidad de reconocer que esto nunca pasa y que la opresión nos cuesta.

 

 

Epílogo: Cuidado con el contrabando totalitario

Detrás del declive post 2012 queda la expuesta la típica venta marxistoide latinoamericana y sus efectos negativos. Cualquier crecimiento futuro puede ser abortado, nuevamente. Y cada vez que levantemos cabeza. 

Repito, en nuestra historia nos sobran los episodios en los cuales nos hundimos persiguiendo mariposas ideológicas. Mariposas que nos venden las poses de izquierda y centroizquierda –esa falsa derecha inventada por la izquierda–, pero que siempre caminan al subdesarrollo y totalitarismo. Los ejemplos de los hermanos Castro,  Maduro, Kirchner, Petro o López Obrador no por casualidad implican el desvanecimiento de la región en la economía global desde los años ochenta. 

Como siempre, podemos aprender de nosotros mismos. O seguir con la ilusa y contraproducente búsqueda de una equidad, que nunca se alcanza.

Carlos Adrianzén
18 de junio del 2025

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