Jorge Varela
El Cristo de Elqui y el Divino Anticristo
Dos personajes chilenos inolvidables

En su libro El loco de Dios en el fin del mundo, Javier Cercas –conocido y premiado escritor español– cita a un chiflado latinoamericano conocido como “El Cristo de Elqui”, localidad situada en el norte de Chile; “otro loco de Dios”. Este émulo de Cristo era un albañil humilde, llamado Domingo Zárate Vega, que deambulaba por Chile a mediados del siglo XX y que a raíz del trauma que le provocó la muerte de su madre Clarisa comenzó a ver divinidades. Fue el gran antipoeta Nicanor Parra, autor de Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui, el primero en narrar la vida de este personaje diagnosticado de delirio místico crónico. La voz protagónica es la de un predicador místico, extraviado y charlatán, inspirada en el discurso apócrifo del Cristo de Elqui,
Nicanor Parra lo explicó así en la escritura de Sermones y prédicas del Cristo de Elqui: "Cuando me puse a escribir los sermones, la idea que tenía era que el sermón y la prédica están de más y que es una locura sermonear. Sin embargo, después de que se hicieron los sermones y prédicas, me considero en este momento un predicador. Un predicador de la buena nueva que sería la supervivencia" (Leonidas Morales, Conversaciones con Nicanor Parra).
Según Cercas, los versos y sermones de Zárate, recreados por Parra, tal vez los habría suscrito hasta el papa Bergoglio. Ya se incluirá algunos para que los lectores de esta columna, se formen un juicio personal.
El Divino Anticristo
Antes se hará una pequeña reseña de otra figura que pareciera una especie de alter ego de Domingo Zárate. Se trata de El Divino Anticristo, encarnado por José Onofre Pizarro Caravantes, otro ‘loco lindo’ como dicen los argentinos. Un ‘piantao’, en el argot rioplatense, un segundo desquiciado portador de luces encendidas.
Pizarro fue un eximio profesor de computación, a finales de la década del setenta. Según Lilian quien le conoció en 1979, cuando ella tenía 19 años y fue su alumna, “él era muy inteligente. Era un hombre guapo, caballero y encantador” con las mujeres. José tenía buena presencia, vestía muy bien. “Era muy especial. Era muy bueno como pololo (novio o pareja en una relación afectiva informal) (entrevista de la periodista Macarena Gallo. “The Clinic”).
En su relato Lilian lo describe como una persona normal con gran inquietud intelectual, que gustaba de leer libros en la biblioteca y conversar de astronomía; decía que el espacio y el tiempo no existían, que había planetas paralelos igual que el nuestro. Ella estaba enamorada hasta que José empezó a comportarse de manera extraña. Eran los primeros indicios de una esquizofrenia paranoide crónica no diagnosticada.
El Cristo delirante y compasivo
Domingo Zárate tenía aquella cazurrería típica del hombre rural; en tanto que José Pizarro era un perturbado urbano con conocimientos adquiridos a través de la educación formal, dotado de una inteligencia sui géneris, creativa y anormal. El del valle nortino estaba convencido de que él era Cristo. El de la ciudad se autodenominó como Anticristo, un ser de naturaleza divina, excelsa. Es curiosa esta similitud imaginaria.
El Cristo de Elqui en la versión de Parra, predicaba: “Son mis amigos los enfermos, los débiles, los pobres de espíritu, los que no tienen donde caerse muertos, los ancianos, los niños, las madres solteras, los estudiantes no porque son revoltosos… los que no conocieron a su padre, los que perdieron como yo a su madre, los condenados a cadena perpetua en las oficinas públicas, los humillados por sus propios hijos, los ofendidos por sus propias esposas… los idealistas que entregaron su vida como Él en holocausto por un mundo mejor”.
Tanto el místico Zárate como el corpulento ‘azotador social’ Pizarro, quien a través de sus escritos daba fuertes latigazos literarios a políticos específicos, se nos aparecen exhibidos en calidad de miembros de una dimensión paralela a la realidad consciente. Y son vistos, con el cristal del tiempo, como seres pertenecientes a una forma inferior de existencia no-racional, por quienes se autodenominan cuerdos.
Inspiraciones divinas
El Anticristo vagabundo, escribía con letra de imprenta sus manifiestos esquizofrénicos. Su lenguaje de fuego, como editor de su conocida revista América Alemana y autor del ¨Mensajísimo a los Presidentes latinoamericanos”, lo distinguía de otros locos. En su “retrato psicodélico de Simón Bolívar” redactó frases como las siguientes: “Pensando en Chile… me estoy transcurriendo que los chilenísimos son como mujeres con los araucanos. Me están diciendo que los chilenísimos son como señoritas católicas… Me estoy transcurriendo que no son tontas las mujeres… Me están diciendo que los chilenos son anarquistas… ¿Me están diciendo que los chilenos tienen histéricos a los arrancadísimos de Colombia? Estoy pensadísimo que soy un sicópata”.
Un párrafo que desnuda su inextricable estado mental es este: “Tú sabes que yo no tengo niún poder porque soy democratacristiano y ya no soy militar entonces como presidente de chilito tampoco tengo niún poder porque soy presidente del sindicato de empleados públicos que le dicen ‘república’ porque parezca algo más interesante que sindicato de los cawineros de los wecos”.
José Pizarro afirmaba que él se sentaba a la izquierda del Creador y que Jesús se sentaba a la diestra del Padre. “No soy un esquizofrénico, porque los esquizofrénicos son comunistas. Los esquizofrénicos se creen Dios, o sea que son todos iguales al diosísimo, lo que sería totalmente comunista. Pero yo soy distinto, porque soy un genio, una divinidad que no es Diosísimo, sino que el Anticristo”.
A modo de conclusión
¿No será que los cuerdos se comportan como piara de cerdos superiores condicionados para no mirar hacia arriba? Devienen en ineptos vitalicios para comprender y traducir las señales provenientes de otros seres que también existen en la Tierra.
COMENTARIOS