Manuel Gago
El deterioro nacional avanza
El colapso no es improbable ni tan lejano

No es la primera vez ni la última que la política peruana pasa por momentos críticos. Es el resultado del proceder de la gente. No hemos incorporado los valores de la democracia y de la libertad; menos todavía, de la justicia y la verdad.
Los protagonistas del devenir histórico ni siquiera reman contra la corriente. Se dejan llevar. El desorden, la permisividad, el desapego y la displicencia, sumados a la ignorancia y a esa profunda “naturaleza pecaminosa” contribuyen a la identidad peruana, curiosamente, fuente de orgullo.
¿Cuándo entenderá la población que por su voto podría liberarse de “partidos” y de “políticos” que a simple vista son un lastre? ¿Cuándo los supuestos expertos, honestos y buenitos (simpáticos con Dios y con el diablo) abandonarán el sentimentalismo y la cháchara y harán propuestas sustanciales y viables? ¿Cuándo, de una vez por todas, la gente dejará de ser boba, desleal y olvidadiza? ¿Cuándo en el discurso político, en lugar de las generalidades y la exaltación de las pasiones, habrá razones y argumentos? ¿Y cuándo, finalmente, los “políticos” dejarán de autodenominarse de “centro” y se declararán de izquierda o derecha?
Es evidente –para quien quiera ver y oír– que los extorsionadores y sicarios son el brazo armado del enemigo principal, de ese que intentó destruir el estado de derecho, aunque imperfecto pero sustentado en un sistema democrático y de libertades. Ese enemigo intentó imponer el totalitarismo y colectivismo por intermedio de paros armados, voladura de torres de electricidad, asesinatos selectivos, juicios populares, extorsión, tortura y secuestro. La “elección” de Pedro Castillo fue, para ese enemigo, un intento fallido por medios “democráticos”. Ese enemigo no es poca cosa. Pero la gente lo desconoce y duda; y ni el Gobierno ni la mayoría de políticos decide hacerle frente para reducirlo.
A este escenario se suma lo previsible: el exagerado número de “partidos políticos”. Otra muestra del desorden nacional. En su momento se advirtió lo que vendría cuando una “junta de notables” –nombrada durante la gestión de Martín Vizcarra–, disminuyó el número de adherentes para establecer partidos políticos. Los estragos son el resultado de esa reforma política retorcida. En esos días una mayoría embobada por titulares y primeras planas, aplaudía y se alineaba con su verdugo; con quien, por aprovechamiento político, ocasionó más de 200,000 muertos por covid. De no creer.
Esos dueños de “partidos” creen estar capacitados para gobernar. Para ellos, la política es un negocio, una inversión rentable. Ni democráticos, ni transparentes, solo puñados de charlatanes y aventureros jugando a la política. Saben que hay “políticos” dispuestos a pagar lo invertido en la obtención de firmas e inscripción en el JNE. Ahora hablan de alianzas para no perder la inscripción. No pasarán la valla y serán eliminados si compiten solos; pero no puede haber alianzas con “partidos” tramposos y mañosos. Sus firmas de inscripción son de dudosa procedencia, sus bases son ficticias y no cuentan con locales partidarios. ¿Acaso detrás de ellos están el narcotráfico, la minería ilegal, el contrabando de madera, la tala ilegal y demás crímenes nacionales controlados por poderes ideológicos y extranjeros?
El enemigo principal del que hablamos –identificado desde la aparición de este portal– se estará regocijando. La política local se desarrolla a su gusto: confusión, ineptitud, violencia extrema y caída de la moral ciudadana. El deterioro nacional avanza, el colapso no es improbable ni está lejos. No toca las puertas del país, las empuja. Esas puertas cederán si nos descuidamos.
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