Arturo Valverde
Los loros
Bandadas de loros viven en muchos parques limeños

Hay una historia sublevante en las bandadas de loros sobrevolando los parques, como el parque Cervantes, en Santa Beatriz, refugio de plumíferos verdes que aletean sobre nuestras cabezas, proclamando en su plumífero idioma, ¡libertad! ¡libertad!
Aparte de la ironía de tener un parque llamado Cervantes poblado de loros repitiendo el idioma español, no es descabellado imaginarse el histórico momento en que escaparon de las jaulas de sus opresores para abrazar con alas de libertad el cielo limeño.
Tras su emancipación ha ocurrido lo acostumbrado en todo pueblo liberado de las cadenas de la esclavitud: han hecho el amor. Así es, y se han amado con tanta premura e intensidad, que en poco tiempo parecen haber renovado sus generaciones por cientos de años.
Por lo poco que los he tratado, mi impresión es que se trataría de un pueblo errante y bullicioso, oriundo de la selva peruana, que va graznando de parque en parque por las tardes, haciendo del cielo y de los árboles su ansiada patria, como es el caso del parque Cervantes, en la urbanización Santa Beatriz, donde han plantado su bandera de franjas verdes, amarillas y rojas, y chillando un himno babélico.
Allí, en el parque Cervantes, los loros parecen debatir, pico a pico, trascendentales decisiones para la supervivencia de su pueblo (ninguna quiere volver al cautiverio), mientras los viandantes pasean despreocupados por la calle, sin imaginarse que todo habría iniciado el día en que el primer loro escapó de su jaula y alzó vuelo. Hay que alzar la mirada, vecino, que arriba en lo alto, hay un pueblo que abraza la libertad y hace el amor en las copas de los árboles. Vaya a darse una vuelta por ahí mientras lo piensa.
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