Renatto Bautista
Reflexionando sobre “Liderazgo” de Henry Kissinger (II)
Seis líderes, seis estrategias: una mirada al liderazgo político del siglo XX

Liderazgo. Seis estudios sobre estrategia mundial (2023) es el último libro del reconocido Henry Kissinger (1923-2023), ex secretario de Estado de los Estados Unidos (1973-1977). En esta entrega, concluyo la reflexión sobre esta obra importante —que, aunque consta de un solo volumen, decidí abordar en dos artículos distintos para no saturar al lector— con un análisis conciso de la trayectoria política de seis figuras clave del siglo XX.
El cuarto personaje analizado por Kissinger es Anwar Sadat, expresidente de Egipto, a quien describe como la encarnación de la estrategia de la trascendencia. Seré completamente sincero: fue recién con esta lectura que comprendí que Sadat fue, sin duda, un verdadero estadista, muy por encima del excesivamente idolatrado Nasser. Este último, a pesar de su fama, fue más un demagogo que un reformista efectivo, y dejó a Egipto sumido en deudas tras su muerte en 1970, producto de su dependencia del bloque soviético.
Sadat, en contraste, entendió que los egipcios —en su mayoría musulmanes— no podían seguir en guerra permanente con Israel. De forma inteligente, rompió con la Unión Soviética y buscó el apoyo de Estados Unidos para avanzar en un proceso de paz. Como es sabido, en 1978 se le otorgó el Premio Nobel de la Paz junto al entonces primer ministro israelí, Menachem Begin, por los Acuerdos de Camp David. Si bien las negociaciones comenzaron bajo la administración de Nixon, culminaron durante el gobierno de Carter. Trágicamente, Sadat fue asesinado por extremistas islámicos, pero su legado de paz perdurable sigue vigente.
El quinto líder analizado es Lee Kuan Yew, el siempre directo y visionario primer ministro de Singapur (1959–1990) y líder del Partido Acción Popular, que continúa gobernando hasta hoy. ¿Por qué fue clave su liderazgo? Porque transformó una pequeña isla sin recursos naturales en un país próspero, gracias a leyes estrictas contra la corrupción y a la apertura económica hacia Occidente. Mientras sus vecinos se distanciaban de Estados Unidos, Lee comprendió que una mano dura en lo político, combinada con libertades económicas, podía convertir a Singapur en un referente mundial. Por eso, Kissinger lo definió como la estrategia de la excelencia.
Finalmente, Margaret Thatcher —la estrategia de la convicción, según Kissinger—, conocida como la Dama de Hierro, lideró el Reino Unido entre 1979 y 1990. Aplicó reformas económicas liberales, fue firme frente a la amenaza soviética y estableció una alianza sólida con el entonces presidente estadounidense Ronald Reagan. Lo notable es que esa relación fue siempre de igual a igual: Thatcher nunca aceptó un rol subordinado. Un ejemplo claro fue la Guerra de las Malvinas. Cuando Reagan propuso que las islas pasaran a ser administradas por la ONU, Thatcher se negó tajantemente y mantuvo la ofensiva militar para recuperarlas.
Adenauer, De Gaulle, Nixon, Sadat, Lee y Thatcher —cada uno con su estilo— fueron líderes extraordinarios. Occidente, en este 2025, necesita urgentemente figuras con la misma claridad, coraje y visión estratégica que los analizados por Kissinger.
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