Iván Arenas
El mundo informal y el anticomunismo
Un capitalismo popular y plebeyo que no admite colectivismos

En el prólogo de Desborde popular y crisis del Estado, acaso uno de los libros seminales de la sociología peruana, Matos Mar sostenía que todo el extraordinario contenido de aquella publicación sobre los dos Perús –el oficial y el emergente– serviría para “abrir un camino al socialismo”. No obstante, la realidad acabó contradiciéndolo, y ese mundo popular emergente e informal que estudio Matos Mar terminaría siendo –años después– el “sujeto revolucionario” de un capitalismo popular como jamás hubo en la historia republicana. ¿Qué hubiese pasado si –en vez de socialismo– Matos Mar hubiera visto el capitalismo emergente? Honestamente no lo sabemos, pero eso es harina de otro costal.
Se puede decir que una de las consecuencias del fracaso del Ejecutivo en la gestión de la pandemia Covid-19 es ver todavía la existencia de un país público oficial sin vinculación directa con el otro país informal: un mundo emergente de mercados populares que entrecruza más del 60% de la economía y afecta al 72% de la masa laboral. En las últimas semanas el gobierno vizcarrista ha convertido al Estado en la República del trámite, al imponer en demasía absurdos protocolos, abonando más la desaceleración y la profundización de la recesión que amenaza por tragarse el PBI.
Todo lo anterior ha originado –como dijimos arriba– que se vea más nítidamente la disfuncionalidad del Estado en dos países, uno formal/oficial y otro informal. Y además ha provocado un aún mayor ensanchamiento de ese mundo informal, que ha tomado las calles ante la impotencia del Estado criollo que los corretea y amenaza, pero a la vez impone sobrerregulaciones. Ejemplo sobran: por un lado el caso de Gamarra y por el otro de los mineros artesanales.
Puede decirse que una de las revelaciones más importantes –siempre en el marco de la pandemia– es que en este mundo informal hay un capitalismo popular y plebeyo que no parece admitir ningún tipo de colectivismos. Y que es –de una u otra manera– similar a la experiencia de los años setenta y ochenta del siglo pasado; no obstante que en aquellas décadas la informalidad era de sobrevivencia, y hoy hay emporios y zonas de "libre comercio" como Puno, Juliaca y Huancayo.
Quizá otra aproximación sea que este mundo informal no se está expresando políticamente. De allí su desconexión con el Estado que cobra impuestos, pero fracasa en todas las líneas.
¿Podría entonces este mundo informal, ancho y ajeno, albergar algún colectivismo marxista? Honestamente lo dudamos. Y nos atrevemos a señalar que hay por el contrario un anticomunismo plebeyo.
Es más, también nos atrevemos a decir que si en los ochenta el terrorismo de Sendero Luminoso no "liquidó" al "Estado burgués" fue porque había en marcha en los mercados populares la revolución del "otro sendero". De allí que una propuesta colectivista no podría funcionar jamás en este mundo informal de capitalismo puro. Menos hoy con los estragos de la pandemia, que han generado pérdidas económicas sin precedentes.
Nuevamente nos dirigimos al inicio de esta columna. ¿Qué habría pasado si el amauta Matos Mar hubiera visto el inicio de la revolución capitalista y no ese sueño socialista que la realidad desvaneció?
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