El parlamentarismo y la separación de poderes

Los parlamentarismos operan con una separación de poderes menos tajante. El primer ministro se nombra por la decisión de una mayoría congresal, ya sea de su partido o coalición, para iniciar la legislatura; por tanto, los electores votan por los representantes al Congreso, y estos nombrarán al primer ministro. El jefe de gabinete tiene un escaño parlamentario porque se trata del líder del partido que, por efectos de su investidura, mantiene un vínculo jurídico-político con la asamblea legislativa para fiscalizarla.

El parlamentarismo más clásico, el británico, surge como una forma de armonizar la relación del monarca (jefe de Estado) con los representantes políticos en la asamblea. En la serie de Netflix, The Crown, temporada I, episodio 7, titulado: scientia potestas est[1], se aprecia los primeros años de educación de la entonces Princesa Elizabeth, cuando su maestro le explica los dos elementos que distinguen al Gobierno de su Majestad: eficientes y dignificantes. Las primeras se ocupan de discutir las políticas a implementar, pues, “lo que compete a todos debe ser aprobado por todos”; las dignificantes brindan legitimidad a las eficientes y corresponde al monarca que sólo responde ante Dios. Las dignificantes y las eficientes funcionan confiadamente una apoyada con la otra; a partir de ello surge el gobierno de asamblea británico, la monarquía constitucional que conocemos.

Los parlamentarismos se afincaron progresivamente en Europa continental desde fines del siglo XVIII con dificultades para emular el modelo británico, durante el siglo XIX hasta fines de la Segunda Guerra Mundial. También surgen los gobiernos de asamblea organizados bajo una República, como fue el caso alemán y el francés con la aparición de los parlamentarismos racionalizados desde 1947 en adelante. Se trata de unos modelos de asamblea con suficientes ajustes para que el primer ministro pueda gobernar; por ejemplo, la moción de censura en manos de las mayorías parlamentarias, en algunas constituciones hasta exigir el nombre del candidato a suceder al primer ministro a censurar (Alemania 1949 y España 1978). Por otra parte, también dota a los gobiernos de iniciativa legislativa y a producir legislación delegada por el Congreso, entre otros ajustes a la forma de gobierno. El problema de los parlamentarismos en las últimas décadas queda en evidencia cuando el gobierno sostiene su mayoría en más de dos legislaturas ordinarias consecutivas. A diferencia del Reino Unido donde cualquier traspiés del primer ministro se resuelve con su renuncia y cambio de líder aprovechando su mayoría en la Cámara de los Comunes.

La década de gobierno de Tony Blair trajo consigo el breve periodo laborista de Gordon Brown (tres años) y la continuidad del Partido conservador hasta la fecha como fueron los casos de David Cameron, Theresa May, Liz Truss, Boris Johnson y Rishi Sunak en la actualidad; sin embargo, parlamentarismos como el español suelen intentar prolongar la permanencia del titular del gobierno con más de dos periodos consecutivos, como fueron los casos Felipe González (catorce años) y hoy Pedro Sánchez (seis años), valiéndose de pactos con los partidos nacionalistas, radicales de izquierda hasta filo terroristas.

En la actualidad, el fenómeno devino en alarmante, pues, la continuidad del mismo primer ministro mediante pactos contra natura lo convierte en una máquina imparable que erosiona la separación de poderes copando importantes instituciones públicas, como la judicatura, organismos reguladores, empresas estatales, medios de comunicación, etcétera. Una de las causas de la actual crisis política en España es producto de la férrea resistencia del primer ministro para dejar el poder, actos que suelen terminar mal para el partido de gobierno y peor para la democracia.

[1]En el siguiente enlace pueden apreciar el fragmento del episodio citado: https://www.youtube.com/watch?v=zSDi--KsE-M