Iván Arenas
El vizcarrato y el próximo Congreso
Gobierno no tendrá bancada propia en el próximo Congreso

Todo parece indicar que el próximo Congreso será de mayoría opositora. Las últimas encuestas señalan que el fujimorismo y el acciopopulismo serán las dos fuerzas con mayoría. Si ello sucede –es decir, si la mayoría recae en el fujimorismo y el partido de la lampa– entonces, la estrategia de la izquierda caviar, aliada con un sector del llamado liberalismo progresista, habrá fracasado en todas las líneas. ¿Por qué? Porque el propósito de la izquierda caviar era que el cierre del Congreso se convierta en una ventana de oportunidad para la instalación de una Asamblea Constituyente, que no se ha dado.
¿Cómo así los estrategas zurdos creyeron que el Perú exigía una Asamblea Constituyente? Bueno pues, proyectar que el cierre del Congreso generaría un caos para la Asamblea Constituyente solo fue una quimera. No obstante las tribulaciones de la izquierda mesocrática, la realidad indica que probablemente no lleguen a obtener el número de congresistas que el 2016.
El vizcarrato necesitará una bancada que lo cubra porque, por paradojas de las leyes electorales, no tendrá bancada propia. De allí que necesitará una bancada que le de una mano desde el Legislativo. Ese partido será, sin temor a equivocarnos, el Partido Morado, con los rezagados zurdos, que todo indica que también tiene características del centro vizcarrista. Su antifujimorismo, su economía de mercado, su cercanía con la izquierda y su posición a favor de la unión civil lo hacen convertirse en ese aliado que cae del cielo.
Ahora, si el próximo Congreso actúa contra el Ejecutivo con el mismo impulso que su predecesor, entonces ganará el vizcarrato. Si alguna lección nos da la pasada y prolongada guerra entre Congreso y Ejecutivo es que el vizcarrato es la careta de un bloque jurídico, mediático y político que es más grande que el presidente circunstancial. Su vocación es estatal y no renunciarán jamás a la captura del Estado.
Lo mejor que podría pasar es que Vizcarra se vaya y exista una sucesión republicana, y se vaya a una sexta elección presidencial consecutiva. Y ello requiere maña quirúrgica para que la polarización no lleve a otro cierre del Congreso, que ahora es solo una lejana posibilidad; pero ya ven ustedes que nadie preveía el cierre del primer Congreso.
La confrontación entre Ejecutivo y Congreso sería el salvavidas para Vizcarra, quien en los últimos días ha tenido yerros garrafales que han revelado todas sus costuras y debilidades políticas.
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