Editorial Economía

Cajamarca frente a su gran oportunidad: Michiquillay

Proyecto podría ser el eje de un clúster minero decisivo para el desarrollo de la región

Cajamarca frente a su gran oportunidad: Michiquillay
  • 13 de mayo del 2025

 

Cajamarca vive una paradoja. A pesar de ser una de las regiones con mayores recursos minerales del Perú, enfrenta una de las realidades económicas más duras del país. Según cifras del INEI, en 2024, el 45% de su población vive en pobreza monetaria, la mayor cifra de todas las regiones del país, seguida por el 43% de Loreto. Y de los 20 distritos más pobres del país, 16 están en Cajamarca. Esta situación crítica no es nueva: desde 2022, la región lidera los índices nacionales de pobreza, reflejo de una economía estancada y sin motores de crecimiento sostenibles.

Buena parte de esta situación se explica por la paralización de sus grandes proyectos mineros. Uno de los casos más representativos es el proyecto Conga, suspendido desde 2011 por falta de consenso social y oposición de sectores antimineros. Su postergación, como la de otros proyectos, ha impedido convertir la riqueza del subsuelo en desarrollo para la población. Esto, a pesar de que Cajamarca concentra el 33.9% de la cartera minera nacional, con proyectos valorizados en US$ 18,050 millones.

Entre estos proyectos destacan Conga, Galeno, La Granja y Michiquillay, todos ubicados en lo que se conoce como el "cinturón de cobre del norte". Juntos, podrían producir hasta 1.5 millones de toneladas métricas de cobre al año, con un impacto potencial decisivo tanto para la región como para la economía nacional. Pero entre todos, Michiquillay resalta por su nivel de avance, proyecciones y, sobre todo, por su capacidad para convertirse en el eje articulador de un clúster minero que redefina el desarrollo de Cajamarca.

Adjudicado en 2018 a Southern Perú, Michiquillay representa una de las mayores apuestas por el cobre en el país. Sus reservas superan los 2,288 millones de toneladas de mineral, con una ley promedio de 0.43% de cobre. Se estima que producirá 225,000 toneladas métricas de cobre al año, además de molibdeno, oro y plata como subproductos. La inversión proyectada es de 2,500 millones de dólares, y se prevé la creación de más de 83,000 empleos directos e indirectos.

Este proyecto no solo incrementará la producción nacional de cobre —clave para recuperar el segundo puesto global que Perú perdió recientemente frente a la República Democrática del Congo—, sino que, de gestionarse adecuadamente, podría ser el núcleo de una transformación industrial más profunda. La creación de un clúster minero alrededor de Michiquillay es una posibilidad concreta, y quizá la más prometedora para revertir décadas de rezago en la región.

El concepto de clúster minero va más allá de una mina en operación. Implica el desarrollo de infraestructura compartida, servicios logísticos, proveedores especializados y una red de industrias complementarias que interactúan y se fortalecen mutuamente. Un ejemplo claro es Antofagasta, en Chile, que gracias a una estrategia similar logró convertirse en una potencia minera y tecnológica.

En el caso de Cajamarca, este clúster tendría como columna vertebral a Michiquillay, pero también integraría a los proyectos de Galeno, La Granja y Conga. Una pieza clave para su consolidación sería la construcción de una vía férrea que conecte esta zona minera con el puerto de Bayóvar. Esta obra reduciría costos logísticos, facilitaría la exportación de minerales y abriría nuevas oportunidades para otros sectores económicos.

Un clúster de este tipo no beneficiaría solo a la minería. La articulación con otras industrias como la metalurgia, la manufactura, los servicios técnicos y hasta la agroexportación permitiría diversificar la economía regional y generar empleos calificados. Esta diversificación es esencial para lograr un crecimiento sostenible y evitar la dependencia exclusiva de los ciclos del precio de los minerales.

El contexto internacional también juega a favor. Los precios del cobre atraviesan un ciclo alcista, impulsado por la demanda global de tecnologías limpias y energías renovables. Este escenario convierte a proyectos como Michiquillay en oportunidades únicas para capitalizar la coyuntura y posicionar nuevamente al Perú como un líder en producción de cobre, esta vez con una visión más integrada y sostenible.

Por supuesto, cualquier desarrollo minero de gran escala implica riesgos y desafíos. La viabilidad de Michiquillay y del clúster en general dependerá de su capacidad para operar con altos estándares ambientales. El Estudio de Impacto Ambiental (EIA) aprobado para el proyecto es un primer paso importante. Este documento garantiza el uso de tecnologías limpias, la gestión responsable del agua y la protección de los ecosistemas locales. Su cumplimiento no solo es necesario para mitigar impactos negativos, sino también para ganar la confianza de las comunidades.

Con una gestión eficiente, participación social activa y visión de largo plazo, Cajamarca tiene frente a sí la posibilidad real de dejar atrás las cifras de pobreza y convertirse en un polo de desarrollo nacional. El clúster minero no es una ilusión: es una estrategia concreta que puede cambiar el destino de toda una región. Solo hace falta voluntad para hacerla realidad.

  • 13 de mayo del 2025

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