Editorial Economía

No dejemos que la estrella se apague

No dejemos que la estrella se apague
  • 06 de agosto del 2014

Reveladoras cifras de CEPAL sobre crecimiento económico de la región

Es triste conocer las proyecciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) sobre el crecimiento del Perú. El organismo regional baja sus proyecciones de expansión económica de 5.5% a 4.8% mientras que pronostica que la región ya no crecerá 2.7%%, sino apenas 2.2%. Hay dos maneras de digerir esta noticia. Con optimismo y con pesimismo. El optimismo nos impulsa a decir que el país se expandirá sobre el promedio latinoamericano. Pero solo basta observar las proyecciones de 6.7% para Panamá, 5.5% para Bolivia, y 5% para Colombia, República Dominicana, Ecuador y Nicaragua para asumir el papel de ave de mal agüero.

Más claro no canta el gallo. La estrella de América Latina comienza a apagarse y, si bien todavía no está entre los coleros, ya está a media tabla. Pero lo más grave: el crecimiento del Perú apenas alcanza para absorber los puestos de trabajo que demanda el crecimiento de la Población Económicamente Activa. Es decir, apenas alcanza para que no haya más pobres. La economía que campeonaba en América Latina en crecimiento y reducción de la pobreza ha llegado a esa situación.

A estas alturas, para ángeles y demonios –excepto para una izquierda ideologizada con el “modelo primario exportador”- es evidente que la desaceleración tiene en los factores internos del país la única explicación. En un artículo del ex ministro de Economía Luis Carranza en El Comercio, se señala que, en el último reporte regional del FMI, se presenta un índice que nos permite entender qué países dependieron más del llamado boom de las materias primas para crecer. Venezuela está en primer lugar con el petróleo. El Perú recién aparece en el octavo puesto apenas por encima de Brasil. Es decir, los precios de las materias primas no pueden explicar de por sí el éxito nacional. Si el país fue campeón del crecimiento en América Latina se debió, principalmente, al marco macroeconómico y regulatorio que convocó inversiones y promovió los emprendimientos en recursos naturales.

El modelo venía con tanta fuerza que el régimen salvará la cara en el 2014 debido a inversiones mineras concretadas durante los gobiernos de Alejandro Toledo y Alan García: Las Bambas, Toromocho, Constanza y Cerro Verde. De lo contrario, el Perú se expandiría menos de 3% del PBI y el gobierno las vería realmente negras. Una verdadera paradoja: el régimen humalista se seguirá beneficiando de inversiones que no promovió o contempló con indiferencia.

Ahora bien, al César lo que es del César. Se nota una profunda preocupación en el régimen con respecto a la desaceleración y también voluntad de enmienda. Nunca es tarde para que sol vuelva a brillar. El paquete reactivador propuesto por el Ejecutivo y aprobado en el Congreso, el plan de megaconcesiones por US$18,000 millones y la reciente aprobación del Estudio de Impacto Ambiental del proyecto de Tía María, son noticias que nos indican que el gobierno ha recogido el guante y está empeñado en pisar el acelerador del crecimiento.

Si las cosas son así, ¿por qué tanto pesimismo?, se preguntarán algunos. ¿No estamos siendo injustos con una administración que rectifica? El problema es que la desaceleración ya le ha planteado al país un debate ideológico y político alrededor del modelo que, en la última década, ha sido bombardeado en diversos frentes.

La izquierda va a sostener hasta el cansancio que el frenazo se explica por la caída de los precios de los commodities y que, por lo tanto, el Perú debería avanzar hacia un plan para diversificar su industria. Con ese cuento ideológico se quiere cercar a una de las economías más abiertas de la región, que más ha crecido, y más ha reducido la pobreza.

El ecologismo radical también es un frente ideológico planteado por las izquierdas. Con el pretexto de defender el medio ambiente se apunta contra la inversión en recursos naturales, una de las columnas del crecimiento en el país. Un pretexto porque los verdaderos ecologistas saben que el agua y el aire en el país están contaminados por la basura, los desagües y el parque automotor de las urbes, pero nadie dice nada. Muy por el contrario, se demoniza a la minería que solo usa el 1% del agua disponible y, además, la recicla.

Como se ve, la desaceleración se ha convertido en un personaje fundamental del debate ideológico y político que se avecina. Algo que nos parece extraordinario. A más debate, más verdad y más razón.

  • 06 de agosto del 2014

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