LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Los disparos no vienen de la derecha
Anotaciones sobre la batalla cultural en el planeta

En el terrible asesinato de Charlie Kirk, una promesa en las comunicaciones y el activismo de las centro derechas estadounidenses; en el intento de asesinato del presidente Donald Trump durante la pasada campaña electoral; igualmente, en el intento de asesinato del ex presidente Jair Bolsonaro y en la trágica muerte de Miguel Uribe Turbay, el candidato de la centro derecha que iba a barrer en las elecciones de Colombia, hay verdad incuestionable: los disparos no vienen desde la derecha. Es una verdad maciza, enorme como una cordillera.
O quizá, para reflexionar de manera más apropiada, el odio no proviene de la derecha sino de las izquierdas, de los progresismos y de las corrientes wokistas en general. En la Biblia se dice que primero fue el Verbo y en las sociedades, en las comunidades, el lenguaje es de importancia superlativa. Si la izquierda y el wokismo construyen un lenguaje de odio, un lenguaje de exclusión y cancelación, cuyo único desenlace racional es la eliminación del adversario, entonces cómo no se va a disparar en contra de políticos, intelectuales y activistas de la derecha.
Aquí, en el Perú, por ejemplo, antes de desatar el baño de sangre en los ochenta el comunismo terrorista de Sendero Luminoso desarrolló un lenguaje que se deslizaba a la procacidad anunciando la eliminación de los rivales, de los burgueses, de los perros del Estado semifeudal, de las mesnadas del Estado terrateniente y de las cabezas negras. Luego vino el disparo y se materializó el baño de sangre.
El wokismo y el progresismo mundial, con diferentes dosis y énfasis, hacen algo parecido. A las corrientes neoconservadoras y liberales que pretenden defender la filosofía, las instituciones y los valores que forjaron los mayores espacios de libertad en la historia de la humanidad en las sociedades occidentales suelen llamarlos fascistas, nazis, ultraderechistas y otros adjetivos que cabalgaban sobre la ignorancia extendida.
¿Qué se hace con un nazi? ¿Se dialoga? Parece imposible. Y si el nazi sigue avanzando en la sociedad, en la conciencia de las nuevas generaciones y gana elecciones. ¿Qué se hace si se amenaza “el progreso de la humanidad y la libertad de hacer lo que te parece con tu cuerpo y tu existencia”? Es evidente que un disparo al adversario puede detener la amenaza.
El grave problema, por ejemplo, es que el wokismo se erige como defensor de la libertad absoluta, tal como en el siglo XX el comunismo se levantó como defensor de la igualdad absoluta. Defender la libertad absoluta –una libertad que nunca existirá como la igualdad absoluta– parece algo atractivo para sectores de las élites occidentales. Sin embargo, la trampa de la intolerancia, de la muerte y la eliminación del adversario, está a la vuelta de la esquina.
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