Manuel Gago
Carlos Álvarez: ¿el candidato oculto de la izquierda?
En su verborrea no hay propuestas para soluciones concretas

Según encuestas recientes, tres candidatos considerados de derecha encabezan las preferencias para la presidencia de la República. Uno de ellos, Rafael López Aliaga, recibe ataques constantes de la izquierda, mucho más que Keiko Fujimori, mientras que Carlos Álvarez, el tercer favorito, no recibe ni una crítica. Atacar a la candidata de Fuerza Popular parece innecesario. Después de haber sido “derrotada” de forma cuestionable por el golpista Pedro Castillo, ¿acaso Keiko no perdería con cualquiera? La estrategia de la izquierda parece ser la misma de 2021: lograr que la hija de Alberto Fujimori enfrente en segunda vuelta a un candidato más manejable para ellos.
En el actual contexto, el comediante Álvarez aprovecha bien sus dotes. Criticar a Dina Boluarte genera simpatías. Declaraciones de buena voluntad puede hacerlas cualquiera. Sin embargo, la verborrea de Álvarez no propone soluciones concretas: ¿qué hacer para elevar la productividad y la eficiencia?, ¿cómo reducir los niveles de pobreza y anemia?, ¿cómo generar empleo para los 200,000 jóvenes que cada año se incorporan a la economía nacional? Y entre muchos otros desafíos, ¿cómo expandir rápidamente la conectividad vial en beneficio de todos?
El “político” Álvarez recoge los sentimientos del pueblo y los expresa a su modo. Pero no es el único con esa dimensión política. También hay muchos candidatos con mentalidad adolescente que sueñan con un país “bonito” solo porque sí, sin entender que alcanzar ese ideal requiere condiciones excepcionales, por encima del promedio de los mejores. Ser honesto, buena persona y tener buen discurso no basta para dirigir el país. Un verdadero estadista, capaz de resolver la compleja situación del Perú, necesita algo más que conocimientos y experiencia: debe tener visión, sagacidad, coraje, audacia y otras virtudes asociadas al liderazgo. Debe ser, como se dice, “la locomotora que jala los coches”.
La izquierda no ataca a Álvarez porque probablemente ninguna de sus fuerzas llegue a la segunda vuelta. Saben que el cómico puede ser influenciable, fácil de infiltrar y dominar. La progresía —esa que nunca gana elecciones— usaría todos sus recursos para volver a Palacio de Gobierno a través de un candidato que haya llegado con su ayuda. Y desde ahí, retomar el control del poder con la misma lógica que expresó Vladimir Cerrón: “El socialismo no llega de visita, llega para quedarse”. ¿Con Álvarez, el Perú seguiría igual? No olvidemos que el chantaje es eficaz contra quienes han sido grabados en audios o videos comprometedores, o si aparece un “testigo” que declara lo conveniente para esa izquierda.
La nefasta tramitología —enemiga de la agilidad que reclaman inversionistas e innovadores— es obra de esa progresía que vive de consultorías y asesorías. Con el pretexto de los expedientes y los “vistos buenos” de innumerables entidades públicas, frena el desarrollo del país. Gracias a ella, se destinaron millonarios presupuestos a la publicidad estatal en medios privados, donde son invitados frecuentes. El crecimiento y los privilegios de la burocracia pública también son obra suya. Han creado una casta, una clase llena de gollerías. ¿No cree usted que ya es hora de transformar el Ejecutivo para avanzar con pasos firmes, largos y seguros?
Álvarez comunica con eficacia lo que otros candidatos y personajes públicos no saben expresar. Pero entre sus dichos y sus hechos, si llegara a ser el más votado en una segunda vuelta, me atrevo a decir que sus palabras se las llevaría el viento. La primera magistratura del país no puede quedar en manos de la inexperiencia, la improvisación y, sobre todo, de la dependencia de poderes ocultos.
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