Carlos Adrianzén

Entre naciones limpias y sucias (II)

El neomarxismo es el eje del subdesarrollo latinoamericano

Entre naciones limpias y sucias (II)
Carlos Adrianzén
06 de agosto del 2025


En la primera parte de este artículo destacamos las enormes diferencias de nivel de desarrollo económico relativo entre un puñado de naciones desarrolladas y otro de naciones latinoamericanas, en un largo periodo. En esta continuación enfocaremos las extremas diferencias institucionales entre las unas y las otras. No nos engañemos: la persistente suciedad y el caos institucional latinoamericano explican esas diferencias.

 

Las suciedades latinoamericanas

Además, las siguientes gráficos resultan demoledores. Los ejes del subdesarrollo latinoamericano resultan valores que reflejan la tolerancia social a la suciedad institucional a niveles inquietantes. Niveles indecorosos de opresión y sus correlatos: corrupción burocrática e incumplimiento de la ley (Figura A). A rajatabla. Y también el recurrente quiebre de la ley para trampear y excluir. 

Sí, estimados lectores, esos dos pilares de la hedionda informalidad regional, incumplimiento y exclusión. Pero no solo informalidad, sino también –como se mostró en la entrega pasada– subdesarrollo.

Pero las “suciedades” requieren caos. Textualmente, un difunto dictador chino –Mao Tse Tung– repetía que el poder político surge del cañón de un fusil… y que requiere violencia. Así, la tercera figura de estas líneas solo nos recuerda eso. Para perennizar el abuso se requieren catalizadores selectivos de violencia. 

Y esos, como la historia peruana y latinoamericana implica al absurdo, dibujan tanto altos niveles de tolerancia a cierto tipo de violencia ideológica cuanto niveles de intervención económica (baja calidad regulatoria) que empobrecen y abusan. Estos últimos –nótese– destruyen tanto o más que el cañón de un fusil (Ver Figura C, los dos subgrafos).

Que no lo queramos ver o estemos ciegos educativamente es otra cosa.

 

No importa lo que le cuente su candidato

Estos cuadros no solo implican suciedad y caos, sino la consolidación de instituciones neomarxistas en la región. Incluso antes de que los estudiosos del norte acuñasen el vocablo. 

No resulta una casualidad que los accidentes políticos recientes en Norteamérica y Europa –con Trudeau, Biden, Macron, Scholz o Sánchez– se parezcan cada vez más a las penosas bataholas sudamericanas recurrentes aquí desde hace más de medio siglo.

Destacado esto, los invito a recordar –por insistencia– cuál es en realidad la tarea pendiente si deseamos remontar las diferencias con Suiza, Singapur o Suecia.

  1. Si no entendemos y remontamos la magnitud del acelerado deterioro institucional post velasquista, El Perú y la región tendrían un futuro similar a su deplorable pasado.
  2. Podemos hablar o recaer en personajes variopintos y dificultosas revoluciones que solo nos llevarán a dictaduras y democracias parecidísimas. O podemos limpiarnos. Tajantemente. Pasar a los rangos de naciones ricas.
  3. Si los próximos electos mantienen este estado de cosas, estarán tan encapsulados y condenados al fracaso y el oprobio como ella y sus antecesores. Como Velasco, Belaunde, García, Fujimori, Toledo, Kuczynski, Viscarra, Sagasti o Castillo.  La pelota está en nuestras manos en nuestra próxima elección (si se llegasen realmente a contar los votos). O limpiamos la gobernanza estatal en modo drástico, o el círculo vicioso persistirá.
  4. Recuérdelo, como escribía David Gergen de CNN, el progreso ni es seguro ni es inevitable. Requiere de un líder que sepa donde está parado y que se atreva. En estos tiempos ya no requerimos alguien que solo gane una elección. Requerimos alguien que las gane y –por encima de lo anterior– que gobierne bien.
Carlos Adrianzén
06 de agosto del 2025

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