Pedro Corzo

Cuba en la memoria

Intimidación sistemática y permanente, basada en una represión masiva

Cuba en la memoria
Pedro Corzo
29 de septiembre del 2025

 

La memoria puede hacernos trampas, pero hay situaciones, experiencias, que no se olvidan, aunque te lo propongas. Tengo las vivencias de los primeros años de triunfo de la insurrección castrista muy frescas, por eso, cuando en Radio Martí me propusieron hacer un programa y dijeron cómo se llamaría, me dije que escribiría un artículo con ese nombre y abordaría temas que las nuevas generaciones de cubanos probablemente ignoren.

Las primeras semanas de 1959 el populismo sangriento del castrismo recurrió a la división de la población entre revolucionarios y no revolucionarios. Se confiscaron medios de prensa que pasaron al control absoluto de los nuevos funcionarios y se desplegó una campaña propagandística a favor de Fidel Castro, en un país que contaba con amplios recursos en ese sector.

Con el pasar del tiempo las religiones, particularmente la Iglesia católica, antigua aliada, pasó a ser un enemigo mortal. Castro no quería más Dios que él, siempre se vio como el supremo, dueño de vidas y haciendas, condición que le confirieron muchos de sus compatriotas y extranjeros.

El sectarismo cundió, fue una especie de aviso que se complementó con mítines de repudio contra quienes abandonaban el país, practicaban una religión, o eran contrarios a las propuestas castristas. Meses más tarde, se institucionalizó la delación con una intensa campaña a favor de los diabólicos Comités de Defensa de la Revolución como paradigmas, paralela a una campaña de victimización del gobierno para justificar las masivas confiscaciones de las grandes industrias y empresas que habían conducido al país a un progreso innegable.

Por supuesto, todas las ocurrencias que recuerdo estaban enmarcadas en mítines multitudinarios que empezaban y concluían adorando a Fidel Castro y la revolución, con consignas repetidas en las calles y los medios, como, “Esta es tu casa Fidel”, “Si Fidel es comunista que me pongan en la lista” y la más indignante de todas, “Elecciones para qué”, simultáneamente con una campaña de intimidación sistemática y permanente, basada en una represión masiva que se ha extendido por más de 66 años sin atisbos de concluir.

La libertad de información y expresión, amenazada desde el mismo primero de enero de 1959, fue abolida en el simbólico entierro del periódico Diario de la Marina, vergüenza protagonizada por estudiantes universitarios bajo orientación de los hermanos Fidel y Raúl Castro, cuyos partidarios hacían fogatas de libros como la que presencio el escritor Jose Antonio Albertini en el Paseo de la Paz de la ciudad de Santa Clara.

El trasfondo de aquella vocinglería de esbirros adorando al nuevo amo, muy pocos querían escuchar, era el sonido de la descarga de fusiles frente al paredón de fusilamientos cuyas proximidades estaban cubiertas de sangre como me relató en una entrevista la exprisionera política Olga Morgan, cuando arrestada, fue conducida al paredón de fusilamiento de La Cabaña, donde su esposo, el comandante William Morgan, había sido muerto unos días antes.

Fidel Castro inundó el país con una política populista y demagógica en la que una falsa justicia social era la meta. Mientras dictaba leyes como la 270, rápidamente revocada, o entregaba gratuitamente ropa y zapato a los obreros, las personas que abandonaban el país eran objeto de confiscaciones que incluían viviendas, vehículos y cuentas bancarias, sin que faltara el decomiso de un anillo, cadena o cualquier bien personal que pudiera tener algún valor.

El proceso, demandaba un control absoluto de la economía para imponer el sistema totalitario, así que el 13 de marzo de 1968, en la titulada Ofensiva Revolucionaria, cumpliendo el mandato de Fidel Castro, fueron expropiados por el estado casi 80,000 establecimientos comerciales, muchos de los cuales fueron clausurados, pasando los cubanos por mandato de la enjundia divina del máximo líder, a ser única y exclusivamente empleados del estado.

Esta acción gubernamental condujo al país a una ineficiencia económica absoluta. La disminución de la oferta de productos y servicios golpeó fuertemente a la población. La miseria se extendió y profundizó, la dependencia de la URSS y el bloque socialista en general se acentuó mientras los hermanos Castro enviaban a morir como mercenarios a miles de compatriotas en las guerras imperiales de Moscú, que Fidel hizo suyas para pagar con sangre cubana su deuda con la Unión Soviética.

Pedro Corzo
29 de septiembre del 2025

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