Dante Bobadilla

Cuentos de ultratumba

Los mitos y relatos de la derecha conservadora

Cuentos de ultratumba
Dante Bobadilla
03 de febrero del 2021


Ya hemos hablado mucho de los cuentos de la izquierda. Es hora de revisar los de la derecha conservadora, pues también nos cuentan muchos cuentos con efectos igual de graves en el pensamiento de las masas. Si bien la falta de vacunas contra el covid-19 es culpa entera de la gestión de la izquierda caviar y del Estado progresista, resulta que casi la mitad de la población se niega a vacunarse. ¿Y esto, obra de quién es? Pues de los cuentos de derecha.

Los narradores de la derecha conservadora nos han dicho que el covid-19 fue creado en un laboratorio chino para infectar al mundo, destruir el capitalismo e implantar el comunismo, y que en esa confabulación participaban la OMS y millonarios como Bill Gates y Soros; que el plan es usar las vacunas para inocularnos un microchip (o nanorobots, según otros) que controlarán nuestro cuerpo, mente y espíritu; que el globalismo quiere eliminar la pobreza a través del aborto y sacrificar a los ancianos mediante la eutanasia; que las Big Techs buscan reducir la población del planeta porque su tecnología los reemplazará; que detrás de la despenalización del aborto están los intereses de clínicas aborteras y organizaciones tenebrosas como Planned Parenthood. 

Dicen que la tecnología 5G y la Inteligencia Artificial están destinadas a crear un entorno de vigilancia total para limitar nuestros derechos, saber lo que pensamos y orientar nuestros deseos más íntimos; que las Big Techs roban nuestros datos desde las redes sociales para manipular nuestras ideas y anhelos, llevándonos subliminalmente hacia un ambiente controlado, donde nuestras decisiones estarán determinadas por sus algoritmos. Son las tenebrosas profecías que diseminan los gurús de la derecha conservadora en las redes sociales, charlatanes sin mayor oficio que –usando poses de sabiduría profunda– ejercen uno de los oficios más viejos de la humanidad: profetas del apocalipsis.

Y desde luego que hay una secta de creyentes en todos estos cuentos. Organizan marchas contra el covid denunciando que la pandemia es una farsa y que debemos rechazar no solo las vacunas sino también las mascarillas. Son los mismos que combaten las antenas de telefonía, derriban torres 5G y se oponen a los transgénicos. Algunos aún se niegan a usar el horno microondas, convencidos de que produce cáncer. Muchos de ellos creen en el “poder de la oración”, pero desconfían de la efectividad de las vacunas. 

En el Perú tienen acogida todas estas ideas. Desde que los españoles llegaron hace 500 años para implantar el mundo medieval, casi nada ha cambiado. Nunca tuvimos reforma religiosa ni una era de Ilustración. La república se forjó mediante la simple imitación del mundo civilizado, pero jamás desarrollamos instituciones ni ideas republicanas propias. El Estado sigue subsidiando a la Iglesia, el clero no paga impuestos y la sociedad vive sumergida en supercherías místicas, mágicas y religiosas. En buena cuenta, seguimos en el medioevo.

En este ambiente, no es raro que el sexo sea uno de los tópicos en la campaña electoral. Para el cristianismo el sexo es pecado, una debilidad de la carne que atenta contra la pureza del espíritu. Hay que sacar una licencia especial para practicar el sexo bajo ciertas condiciones. Se llama matrimonio. La iconografía del cristianismo venera a un hombre casto y una mujer virgen. Son seres asexuados que sirven de ejemplo. La mayor ofrenda a Dios es renunciar al sexo y vivir en castidad. Semejante ideología de la negación del sexo ha generado una cultura de represión que desemboca en traumas sexuales, neurosis, hipocresía o cosas peores. 

En este mundo atroz creado por el cristianismo el sexo es pecado, la castidad una virtud, la homosexualidad una aberración, los placeres condenan y el sufrimiento purifica. Casi todo lo bueno es malo y el objetivo de la vida no es la felicidad sino la santidad. La misión de los hombres no es disfrutar la existencia, sino servir a Dios. La vida en este mundo es despreciable e irrelevante porque solo importa la eternidad. En todo este ambiente cultural trastornado debemos hacer un esfuerzo supremo para hallar la ecuanimidad y la razón. Pero no es fácil.

La pregunta final es ¿cuándo empezó realmente la guerra cultural?

Dante Bobadilla
03 de febrero del 2021

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