Cesar Peñaranda
Evolución reciente de la economía
Con qué actitud la analizamos, ¿optimista o pesimista?

Luego de la caída de la economía el año 2023, en el cual el producto bruto interno (PIB) decreció en 0.6%, en el año 2024 se retomó el ritmo de crecimiento a una tasa de 3.3%, la cual en cierta medida se ha mantenido en lo que va del 2025, que si bien no es la deseada ante los problemas aún agudos de informalidad, pobreza e inequidad que enfrenta el país, permitió al menos evitar que estos se agudicen, al abrir posibilidades de empleo e ingresos. He manifestado en diversas publicaciones y ocasiones que el país puede crecer a tasas el doble de las actuales sin mayor dificultad, conforme lo realizó en la primera década del presente siglo, con base en una consolidación de las instituciones, un manejo macroeconómico que mantenga la estabilidad y realizar las reformas estructurales pendientes, pues con ello se incrementaría la productividad y la inversión, motores del crecimiento económico.
Efectivamente, en el primer semestre del 2025 el PIB ha crecido 3.3%, pero lo ha hecho a ritmo decreciente pues en el primer trimestre este indicador evolucionó a una tasa de 3.9%, mientras en el segundo a sólo 2.8%. En el primer caso impulsado por la demanda interna que creció 6.2%, concretamente por la recuperación de la inversión privada, que registró una tasa de 8.9% frente al 3.3% con que terminó el año 2024, mientras la inversión pública mantuvo su ritmo, con una tasa ligeramente menor (11.2%) a la que concluyó el año pasado (14.7%). En cuanto al otro componente de la demanda interna, el consumo, que tiene una ponderación mayor en el cálculo del PIB pues participa con un peso de casi 65% frente al 23% de la inversión total, creció igualmente a un ritmo mayor que el logrado el año 2024, con cifras del 3.8 y 4.8% para el consumo privado y público, respectivamente. En el segundo trimestre,como se ha indicado,el crecimiento del PIB ha sido menor en 1.1 puntos porcentuales (p.p.), explicado en lo sustantivo por la caída de las exportaciones, que comentaremos luego, pero además por el menor ritmo de evolución del componente público, tanto del consumo que baja en 1.2 p.p., pero especialmente por la inversión que lo hace en 8.5 p.p. menos.
En el análisis del crecimiento del PIB por el lado de la demanda, particular mención corresponde hacer de la evolución que han tenido y que se mantiene con tendencia al alza de las exportaciones. Estas, que marcaron un récord el año 2024 al alcanzar el monto de US $74,700 millones, han seguido creciendo, tanto en volumen como en precios, en especial en el primer trimestre del 2025 que registra una tasa de 9.7 y 13.8% para estos componentes, respectivamente, pues en el segundo trimestre se torna negativa (-1.4%) para el volumen y la de precios es ligeramente menor (11.1%); empero, se estima que su dinámica continuará y que al final del 2025 tendremos otra cifra récord de exportaciones ascendente a más de US $82 mil millones. Teniendo en cuenta la evolución de las importaciones, cuyos precios han crecido a un ritmo menor al de las exportaciones, con lo que nuestros términos de intercambio han resultados muy favorables, el Perú seguirá manteniendo un elevado saldo comercial positivo, que alcanzará casi los US $21,000 millones y que se proyecta subirá a la cifra récord de los US $22,400 millones el 2026. Sin duda es de gran relevancia para la economía peruana por el empleo que genera y el ingreso de divisas; además, son diversos sectores y múltiples productos los que conforman la canasta exportadora, en particular destacan los productos mineros y los agroindustriales, pero también la integran productos industriales, como los textiles, así como otros del sector servicios. Corresponde también anotar que es muy amplia la cartera de países hacia donde exportamos, basta señalar que actualmente se tiene firmados 22 tratados de libre comercio (TLC), hay otros en plena negociación, que le dan acceso a 58 países, los que demandan alrededor del 90% de nuestras ventas externas.
Mirando el PIB desde el punto de vista de la oferta, los sectores económicos que marcaron la pauta del crecimiento en ambos trimestres corresponden a las actividades de transformación, la manufactura y agroindustria en particular, así como el sector servicios. Las actividades extractivas, concretamente la minería e hidrocarburos, evolucionaron satisfactoriamente en el primer trimestre más no al mismo ritmo en el segundo.Para el segundo semestre las estimaciones de evolución del PIB son menores, en especial porque la base de comparación es más exigente y por la incertidumbre que se tiene respecto a lo que puede suceder en las elecciones generales para presidente y congresistas que se realizarán en abril del 2026, con una segura segunda vuelta en junio del mismo año, que afecta tanto la inversión como el consumo. Con base en lo señalado, para el año 2025 nuestro estimado de crecimiento está en 2.7%, aún teniendo presente el reciente dato del PIB de julio (3.4%), tasa que aún puede ser menor para el 2026 (2.5%) en razón que el próximo año se tendrá el primer semestre un gobierno saliente y el segundo uno nuevo, con todo lo que ello implica. No obstante, el Banco Central de Reserva (BCR), y el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), estiman que este año el PIB crecería ligeramente por encima de 3% y mantendría ese ritmo el 2026. Ante este rango de cifras el Perú registrará doce años, 2014-2025, con un crecimiento promedio anual en el entorno del 2.7%, totalmente insuficiente para resolver los agudos problemas que tenemos, por lo que lo he calificado como un período perdido.
Un activo muy importante en el tema económico es el manejo de la política monetaria y cambiaria que realiza la autoridad monetaria (BCR), que ha permitido tener una tasa de inflación sumamente baja, una de las menores a nivel mundial, que fue de 2.0% en el 2024 y que se ubicará en el mismo nivel el 2025, dentro del rango establecido por el BCR que está entre 1 y 3%. Parte relevante de este logro es haber mantenido la estabilidad de la moneda, el Sol, pues su relación con el dólar prácticamente no ha variado en muchos años, el tipo de cambio estuvo en S/3.70 por dólar el 2023, pasó a S/3.75 el 2024 y se estima terminará el 2025 en S/3.55, con tendencia al alza por el tema político. Cabe anotar que, al margen del valor del dólar por el contexto internacional y de USA en particular, la tendencia reciente a su menor precio en el país se debe en cierta medida a su alta oferta en el mercado como resultado del ingreso de dólares por concepto de las exportaciones, del flujo de capitales financieros y de inversión, así como al vinculado a actividades ilegales como la minería y el narcotráfico. Esto último no debe perderse de vista pues se está incrementando en magnitud insospechada y coadyuva a reducir el valor de la divisa, restando competitividad a las exportaciones pues encarece las mismas. El BCR, con base en el sistema de flotación sucia que tiene, pudo haber intervenido comprando dólares, para evitar la volatilidad del dólar.
Por otro lado, es relevante señalar el alto nivel de las reservas internacionales del BCR, las conocidas RIN, que han alcanzado un significativo porcentaje en términos del PIB que pocos países pueden mostrar, alrededor del 30%,y que al cierre del primer semestre del 2025 están por encima de los US $87 mil millones; además, debe resaltarse que la tasa de interés de referencia del BCR se ubica en 4.25%, igual al nivel superior del de la Reserva Federal de USA, que está entre 4-4.25%.Cabe resaltar que, por el riesgo país, esta comparación de las tasas no favorece el flujo de capitales financieros hacia el Perú; empero, por la evolución de la economía de USA se prevé reducciones adicionales de su tasa. Todo esto fortalece nuestra estabilidad macroeconómica, que lleva más de 35 años y se ha convertido en un activo potente para el país, lo que a su vez permite, entre otros beneficios, otorgar confianza, certidumbre y predictibilidad a los inversionistas nacionales e internacionales.
Empero, aspecto preocupante es el pertinente a la política tributaria, que se ha tornado discrecional con innumerables subsidios, tratos preferenciales y regímenes especiales, a más de la alta evasión, lo inadecuado de las tasas y la propia administración, por lo que amerita una reforma integral; pero, lo más crítico es lo referente a las finanzas públicas, tanto en cuanto al déficit fiscal como en lo referente a la deuda pública, en particular por la tendencia. En cuanto al primero, este ha terminado por dos años consecutivos por encima del límite o meta fiscal, así, el año 2023 el déficit fiscal culminó en 2.8% del PIB, cuando la meta era 2.4%; luego, el año 2024 terminó en 3.6%, siendo la meta 2.8%. Para este año se estima que por tercera vez se incumplirá dado que al término del primer semestre llegó a 2.6%, siendo la meta 2.2%, pero la tendencia es al alza por lo que se prevé culminará cercana al 3%. Hacer un estimado para el 2026 es muy difícil por lo anotado respecto a las elecciones y porque además el nuevo gobierno tendrá que manejarse con el presupuesto público aprobado por el actual Congreso. Lo crítico a resaltar desde nuestro punto de vista no está tanto en el nivel que han alcanzado estos indicadores, sino que además de la tendencia persistente que se comentó, con los recursos fiscales que se dispone se puedan atender o ir al encuentro de los múltiples problemas que tiene el país, lo que no ocurre por la pésima asignación y gestión de estos por el Ejecutivo, concentrada en el gasto corriente. Además, la escasa inversión ejecutada, pues parte de lo presupuestado para inversión no se realiza, es muchas veces inadecuada y queda inconclusa, al margen de lo que se va en corrupción. Es importante tener presente que la política fiscal es un instrumento potente del Ejecutivo para propender a una mejor equidad en la distribución de oportunidades, canalizando de manera eficaz y eficiente recursos hacia la educación, salud e infraestructura básica. Por lo anotado, se torna indispensable la reforma integral de este poder del Estado..
En resumen, si miramos con ánimo positivo la evolución económica del país se puede concluir que es favorable, pues hay estabilidad macroeconómica y el PIB crece aunque a leve ritmo, todo ello no obstante la inestabilidad política de los últimos diez años, en los cuales el Perú tuvo seis presidentes. Sin embargo, la mirada negativa también tiene cabida pues los críticos problemas de inseguridad, informalidad, pobreza e inequidad sólo podrán resolverse si crecemos a un ritmo el doble del actual, lo cual es perfectamente posible con base en los recursos disponibles y si se aplica una adecuada política de gobierno que contenga tres elementos centrales, como son: consolidar las instituciones, en particular el estado de derecho, la estabilidad jurídica, la propiedad privada y la libertad de los agentes económicos de actuar e interactuar; perseverar con la política macroeconómica iniciada en los noventa, haciendo los ajustes necesarios, en especial de la política fiscal-tributaria; y, realizar las reformas estructurales pendientes, con prioridad en la laboral, la de la salud y educación, a más de la pertinente a los tres poderes del Estado, es decir, Congreso, Ejecutivo y Judicial.
En este contexto, tomando lo que expresó Winston Churchill, quiero ser el optimista que ve oportunidades en cada dificultad y no el pesimista que ve dificultades en cada oportunidad. Sin embargo, no es fácil serlo a la luz del panorama político actual y que se avecina será más complicado por las campañas de cara a las elecciones generales para la presidencia y el Congreso, las que según destacados analistas políticos serán de las más trascendentes para el país, lo cual comparto pensando en el derrotero económico que se viene dependiendo de qué organización política acceda al Ejecutivo. Es decir, en abril o junio del 2026 sabremos si es viable que se profundice y consolide el programa económico iniciado a principios de los noventa o, por el contrario, tendremos nuevamente un gobierno que quiera cambiar la Constitución y embarcarnos en un programa de corte socialista. Los que avalamos lo primero estemos alerta y cada uno, desde su trinchera, contribuya en esa dirección.
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