Mario Linares
El asesinato de Charlie Kirk y la doctrina progresista de la tolerancia represiva
La ideología progresista es avasalladora por la cancelación que conlleva

“La tolerancia liberadora, entonces, implicará intolerancia contra los movimientos de la derecha, y tolerancia con los movimientos de la izquierda” (Marcuse Herbert, 1969: La tolerancia represiva).
La tolerancia marcusiana es aplicada inconscientemente por la inmensa mayoría de jóvenes influidos por los centros de adoctrinamiento en los que se han convertido muchas universidades a nivel global. Se piensa que sobre la lucha activista por los "derechos civiles" de los excluidos, los postergados, fundamentalmente por razones de "género" y raza, o en términos de un artículo reciente del diario El País, por "un discurso xenófobo, islamófobo y anti-LGTBIQ+". Todo está permitido en la lucha contra el "fascismo" ejercido por ultraconservadores o la extrema derecha, términos estos acuñados ex profeso para descalificar y excluir, y que utilizan los medios una y otra vez, de manera compulsiva.
La ideología progresista es avasalladora por la cancelación que conlleva, y es fácilmente recibida al coincidir la disfuncionalidad familiar (o carencia de formación política), con la natural procuración de justicia que sienten los jóvenes. Quien se atreve a desentonar o a desafiar toda la consabida monserga de igualdad en cualquier nivel, es considerado un enemigo, un "fascista", que debe ser no solo cuestionado sino también excluido y finalmente reprimido, estando justificada la eliminación del derecho de opinión.
Así tenemos cancelaciones de eventos conservadores en las universidades, la hostilización directa o mediante sorna desdeñante en entrevistas que devienen en ataques y descalificaciones para cualquiera que defienda valores tradicionales, como el respeto a la vida, la familia y el matrimonio sin degeneraciones alternativas. También, para horror nuestro, contemplamos agresiones directas y aún asesinatos como el de Charlie Kirk, realizado en un evento al interior de un campus universitario, todo justificado a viva voz y también con el silencio cómplice de los comunicadores, por ser supuestamente esta violencia extrema la consecuencia natural de un discurso radical, discriminatorio o excluyente de parte de los conservadores.
El progresismo radical universitario puede fácilmente alterar gravemente a familias que se ven sorprendidas por el cambio conductual y de apariencia, además de intervenciones altisonantes e intransigentes de uno de sus miembros, descuidando su proyección profesional en pos de un activismo que consume sus horas de estudio. Hoy ha destrozado a dos familias americanas, no solo a la del asesinado Charlie Kirk, quien deja esposa y dos hijos, sino también a la del asesino Tyler Robinson, quien en su estupidez pseudo justiciera progresista, enervado por toda la carga ideológica a la que fue sometido, pero sin que ello lo exima de responsabilidad, a sus 21 años, sumió en la tragedia a sus padres y hermanos con la pena de muerte qué le toca afrontar.
Marcuse y toda la alucinante Escuela de Frankfurt asentó en las Universidades americanas el neomarxismo cultural desde 1934. Provenientes de la academia marxista alemana, ellos seguían los apuntes escritos desde la cárcel por el ideólogo comunista Antonio Gramsci, sobre la conquista de los predios académicos y culturales como paso previo a la victoria política. Una estrategia necesaria ante el fracaso de la revolución bolchevique en Italia, al estar los valores cristianos enraizados en las clases populares.
Todo ello debería ser motivo de estudio y debate en las aulas universitarias, para desnudar las raíces marxistas del progresismo, sus vertientes cultural y económica, sus contradicciones y fracasos verificables. Esto es justamente lo que está comenzando a acontecer a nivel global como reacción conservadora y que es motivo de intolerancia.
El desafío está creciendo. La manifestación multitudinaria de ayer en Londres en contra del crimen en comentario, lo atestigua. Existirán nuevos Charlies Kirk en todo el mundo para poner término a la hegemónica necedad progresista en las universidades. Estamos seguros. Mientras tanto, ¿Sabe Ud. ver los signos de fanatismo extremista de la universidad a la que van a asistir sus hijos?
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