Cecilia Bákula

El Museo Nacional Chavín

Un espacio para la exposición de bienes asociados al sitio arqueológico Chavín de Huántar

El Museo Nacional Chavín
Cecilia Bákula
21 de julio del 2025


El Museo Nacional Chavín es una obra emblemática del segundo Gobierno del presidente Alan García, quien se empeñó por apostar por la educación y la cultura. La inauguración tuvo lugar el 18 de julio de 2008, fecha en la que se concluyó con la entrega de un espacio de exposición, investigación, custodia y conservación de bienes arqueológicos asociados al sitio arqueológico Chavín de Huántar en la provincia de Huari, Áncash.

El conjunto incluye no solo el Museo con sus más de 12 salas de exposición, sino también ambientes para la investigación, adecuados espacios para depósitos, facilidades para los investigadores y para la atención al público incluyendo el poder brindar servicios educativos a la comunidad y a los visitantes. Cabe rescatar el  Centro de Investigación Internacional, Conservación y Restauración (CIICR), destinado a permitir un adecuado estudio de las colecciones y de las actividades arqueológicas asociadas al sitio mismo.  Todo ello se logró gracias al Fondo Contravalor Perú-Japón y el interés de la cooperación japonesa y que desde años atrás se ha involucrado mucho con proyectos asociados al extraordinario patrimonio cultural de nuestro país.

Es por demás sugerente y necesario el que exista un museo nacional en ese lugar, y han sido muchos los estudiosos que han destacado la importancia de Chavín en el desarrollo de nuestra historia y arqueología.  Entre ellos destacan Julio C. Tello, Jorge C. Muelle, Ernst W. Middendorf, Antonio Raimondi, John Rowe y Luis G. Lumbreras; todos ellos han expresado la singularidad de los vestigios dejados por los pobladores del lugar, cuya antigüedad ha sido establecida entre el 1500 y el 300 a.C. En ese lapso desarrollaron diversas obras de la mayor importancia, asociadas al manejo del difícil entorno geográfico, dominado por el río Mosna y la necesidad de construir diversos espacios subterráneos, plazas y centros ceremoniales en los que se encontró extraordinario trabajo lítico y piezas de cerámica de exquisita factura. Fue ese sin fin de túneles construidos como un intrincado laberinto que llevó a que se utilizara una similar idea constructiva para lograr el rescate de los rehenes que habían sido tomados prisioneros por el grupo terrorista MRTA en el local de la embajada del Japón en 1997 y que constituyó un hito exitoso a nivel internacional.

El deseo de contar con un museo que destacara y preservara la singularidad de las manifestaciones de la cultura Chavín fue un deseo añorado desde hacía muchos años. Desde los tiempos en que Julio C. Tello hacía sus primeros trabajos en la zona, se percató de que el sitio vivía una constante fragilidad y que un aluvión amenazaba con llevarse lo que se había podido mantener en su lugar. Y por ello llevó las piezas que había rescatado a un lugar transitorio ubicado al norte de la denominada Plaza circular en el mismo complejo. Varias décadas después se habilitó, también de manera transitoria algunos ambientes para los objetos y el área administrativa pero debió esperarse hasta que el el 2006, se aprobó la participación del Fondo Contravalor Perú – Japón y fue posible lograr la construcción e implementación del actual Museo Nacional Chavín.

El Museo que ahora tenemos y que permite a la comunidad identificarse con su riqueza cultural y favorece el estudio y conservación del patrimonio Chavín, se ubica a poco menos de un kilómetro del sitio arqueológico. Exhibe entre otras muchas piezas las enigmáticas e imponentes cabezas clavas, el denominado Obelisco Tello, diversas y complejas losas pétreas esculpidas con la iconografía propia, hermosas piezas de cerámica, pututos y objetos que nos hablan de ritualidad y creencias vinculadas al entorno natural, la flora y la fauna.

En el propio complejo arqueológico se ubica, en su lugar originario, el gran Lanzón que, a manera de columna singular y con la forma de un cuchillo ceremonial, es parte de la estructura misma del monumento y, por ello, un motivo de interés para que los visitantes no solo vean las salas del Museo, sino que también puedan ver en el sitio el enigmático y sorprendente Lanzón.  Queda en Lima y por razones de seguridad y conservación no debe ser trasladada, una pieza muy singular conocida como la Estela Raimondi que se conserva en el Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú.

Como todos los grandes proyectos, lograr que este museo sea una realidad ha sido obra de muchas personas que han aportado voluntad, conocimiento, interés, capacidad y deseos de hacer las cosas bien.  Si bien la decisión política y el interés del propio presidente García fueron fundamentales, es necesario reconocer que sin la participación inicial que significó el guión científico del arqueólogo Christian Mesía quien fue el primer director del Museo y el aporte de una museografía muy lograda por Rodolfo Vera, el primer impulso no se habría logrado. Más adelante, Marcela Olivas estuvo a cargo del museo y posteriormente, Natalia Haro, una joven arqueóloga, asume esa responsabilidad.

La importancia cultural de Chavín ha sido reconocida por todos los que se han acercado a estudiar ese desarrollo civilizatorio que deslumbra por la capacidad de enfrentar la realidad circundante, por las manifestaciones de tanta complejidad logradas en cerámica y piedra, por la habilidad arquitectónica y la sutileza de diseños antropozoomorfos a través de una extraordinaria  singularidad iconográfica, dando así cuenta de una intrincada religiosidad y una compleja organización económica, política y social.  Todo ello ha quedado plasmado en los bienes materiales que se han rescatado y que custodia y exhibe el Museo Nacional Chavín.   Esa singularidad y logros motivaron que en 1985, la UNESCO declarara al Complejo Arqueológico de Chavín como patrimonio cultural de la humanidad.

Es evidente que esa declaratoria no es solo un reconocimiento; es más que ello pues lejos de ser tan solo un honor, obliga al Perú a conservar, investigar y a comprometerse con el mayor conocimiento y mejor difusión del conjunto, el entorno y lo que ese sitio significa, además de permitir que los peruanos, los visitantes de cualquier latitud y principalmente los lugareños se identifiquen con esa extraordinaria riqueza patrimonial.  En ese sentido, el museo que refiero es el elemento necesario para llevar a cabo parte de las obligaciones que el país asume con una riqueza arqueológica de tanta envergadura como la que proviene de Chavín.

Este y todos los museos son espacios indispensables para el conocimiento y la custodia de bienes culturales pues permiten a los visitantes y los ciudadanos adquirir no solo información, sino identificación, cercanía y compromiso con su historia, su pasado y con bienes y realidades que, por su riqueza, son de todos y para todos.  En ese sentido el Perú carece aún de un gran y fundamental museo nacional que ofrezca de manera coherente una visión de nuestra riqueza histórica milenaria, diversa y compleja y que permita a todos los peruanos el encontrar un reflejo personal en la historia colectiva y común.

Cecilia Bákula
21 de julio del 2025

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