Carlos Rivera
La rumba de las historias cotidianas
Sobre el libro “Mi tercer yo” de Mauro Calle Bellido
Fue un policía quien ayudó a mi madre a llegar al hospital en plena pandemia. Cuando me perdí a los siete años, en la inmensa selva del Cercado de Arequipa, un amable policía me condujo hasta mi casa mientras lloraba de impaciencia por ver a mis padres. Tuve un primo policía que perdió la vida a los diecinueve años, y hasta ahora me duele su partida.
Año 2025. Mauro Calle Bellido es un policía que lleva en el corazón miles de historias a flor de piel. Su multifacética personalidad no se agota en la verticalidad de su bien ganado oficio: también es abogado y escritor. No espera a las hadas milagrosas de la inspiración, sino que recurre a su noble memoria, fuente de fuerza y vigor, para construir cada uno de sus libros.
Si la literatura fuera solo técnica y manejo del lenguaje, muchos serían grandes escritores con galardones por doquier. Pero la eficacia de la literatura radica en la fuerza de cimentar una voz propia, en la radicalidad de no mostrarse como un copista ni claudicar ante las modas, ni someterse a los designios —a veces malévolos— de la crítica oficial, esa que prefiere las estructuras antes que los sentidos.
Una obra que no mueve ni conmueve es inútil, más allá de respetar los registros o de exhibir un taller de escritura creativa. Mauro no es un escritor de gabinete ni de rigideces eruditas. Lo suyo es el instinto, la memoria y el fuego —como diría Mario Vargas Llosa—. Mauro juega con la voz del corazón y la piel de sus recuerdos. No se sabe si es cierto o no, pero cuenta la chismografía literaria que, cuando le preguntaron a Flaubert quién era Madame Bovary, respondió: “Madame Bovary soy yo” (c’est moi).
Cada uno de sus libros es uno de esos “yo” que el autor comparte y traslada a relatos construidos con naturalidad. Así, uno respira la edad de la inocencia en Aquel niño que fui (2021), se adentra en la adolescencia con A volar, pájaros (2022) y completa la trilogía, hecho ya un hombre, con Mi tercer yo (2025).
Este último libro tiene música. No puedo imaginar un cónclave dedicado a García Lorca sin música andaluza, ni una cita en honor al poeta Mariano Melgar sin que se cante un yaraví. Mauro es un hombre sagaz que se ha hecho a sí mismo y ha forjado su carácter con la experiencia de la vida. En esta obra se revela en todo su esplendor: historias sazonadas con bellísimas “salsas” que evocan la génesis de cada relato. No solo hay rumba, sino también nueva ola, valses y boleros. En las texturas de cada página perviven la nostalgia y el anhelo de ser un mejor hombre ante el juicio sagrado de la vida. Recuerda amigos, familia, afectos.
“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”, nos decía Antonio Machado. Y Mauro, con la magia de su voz múltiple y colorida, nos pone en guardia y nos dice: “Mientras tanto, la vida seguirá su curso dándome motivos para continuar por los senderos que ella me ofrece, y que habrá nuevos horizontes en mi andar que solamente se darán en el camino de aquel… de aquel que siempre camina.”
El escritor, el policía, el abogado trajinado, el detective sherlockholmesiano, el padre, el abuelo, el futbolista, el cantante, el rumbero y el melancólico están tatuados en cada hoja de este libro, hecho con el apasionado tesón de aquellos hombres que no se traicionan ante los fracasos ni ante los malos momentos que impone el destino. ¿Cómo no querer que una maravillosa cantante, Blanca Galdós, acompañe esta velada?
*Discurso leído el 8 de octubre en la presentación del libro, en la Feria Internacional del Libro Arequipa, 2025.
















COMENTARIOS