Luis Enrique Cam
¿Por qué apostar por el Perú?
Ejemplos de talento, disciplina y un profundo amor al Perú
Una persona apuesta por algo porque espera, tiene o cree tener alguna probabilidad de ganar. Por eso las casas de apuestas online tienen hoy tanto éxito: aunque una minoría obtiene algún beneficio, la gran mayoría pierde su dinero. Sin embargo, no todo acto humano responde a la lógica de “esperar ganar algo”. Hay acciones puras, en las que la persona da lo mejor de sí por algo o por alguien sin esperar retribución. Lo hace simplemente porque quiere.
Ejemplos sobran: madres y padres que madrugan para acompañar a sus hijos al colegio; voluntarios que asisten a ancianos y enfermos en los hospitales; ciudadanos que dedican su tiempo a proteger especies en peligro. En todos estos casos hay un denominador común: el amor por aquello a lo que entregan sus esfuerzos.
Pero para amar es necesario conocer. No se ama lo que no se conoce. El amor se expresa con obras: se protege porque se ama, se defiende porque se ama, se construye porque se ama. Y ese amor no es solo un sentimiento, que puede ser frágil y pasajero; es un acto de la voluntad iluminada por la razón. Un acto de conciencia.
A lo largo de nuestra historia han surgido personas enamoradas de este país llamado Perú, país al que consagraron sus vidas. Algunos lo hicieron día a día, hasta sus últimos suspiros; otros, en un acto heroico, “hasta quemar el último cartucho”. No solo cumplieron con sus deberes familiares o profesionales —lo que ya es un mérito enorme—, sino que fueron más allá. Eso es patriotismo.
Muchos de ellos figuran como héroes en los libros de historia. Otros miles nunca ocuparán esas páginas, pero transmitieron ese amor a sus descendientes. De otro modo, no se entendería cómo, después de más de doscientos años de independencia, el Perú sigue en pie, mirando al futuro, a pesar de los problemas.
Alguien podría preguntar: “¿Para qué apostar por el Perú?”, un país afectado por la delincuencia, la corrupción, una clase política desprestigiada, falta de justicia o discriminación. Podría parecer que no vale la pena quedarse y que la mejor alternativa es emigrar. Es la mirada del vaso medio vacío.
La mirada opuesta —el vaso medio lleno— reconoce oportunidades. Reconoce el orgullo por nuestra identidad, las fortalezas del mestizaje, la riqueza de los recursos naturales, la cultura milenaria cuyo símbolo más visible es Machu Picchu. Esa mirada nace del amor al Perú.
Ese amor ha llevado a destacados peruanos a apostar por el país, especialmente por su futuro: los niños y jóvenes.
“Sinfonía por el Perú”, la iniciativa del tenor Juan Diego Flórez, ha unido a empresas y cientos de donantes para crear núcleos de formación musical en zonas desfavorecidas. Allí, miles de niños desarrollan no solo talento artístico, sino virtudes que transforman sus vidas y familias. Gracias a este proyecto, la deserción escolar, la violencia familiar y los embarazos adolescentes han disminuido notablemente, mostrando el poder transformador de la música.
El auge mundial de la gastronomía peruana no habría sido posible sin el impulso del chef Gastón Acurio, quien movilizó a toda una cadena productiva, desde agricultores hasta restaurantes de alto nivel. Rescató las recetas de las abuelas y las llevó al ámbito internacional. Desde 2007 impulsa el Instituto Pachacútec, en Ventanilla, donde jóvenes de bajos recursos estudian cocina, electricidad industrial y administración. Con más de 1,500 graduados, el 90% ha logrado insertarse laboralmente en el Perú y en el extranjero.
La bailarina Vania Masías, primera figura del Ballet Municipal de Lima durante siete años y de la compañía internacional Yvonne von Mollendorf por otros siete, decidió en 2005 volver al Perú para fundar la Asociación Cultural D1. Su propuesta integra a jóvenes de escasos recursos en espectáculos de alta calidad y en un modelo de formación humana a través del arte. Su metodología ha llegado a más de 30 colegios en 17 distritos de Lima y miles de jóvenes se han beneficiado, encontrando en el arte un camino de desarrollo personal, promoción y cultura de paz.
Juan Diego, Gastón y Vania son ejemplos de talento, disciplina, generosidad y un profundo amor al Perú. Prefirieron ver el vaso medio lleno. Tuvieron que superar muchos obstáculos, pero no se quedaron en lamentaciones. Tal vez no lograron todo lo que soñaron en lo profesional, pero lograron muchísimo más: cambiaron la vida de miles de jóvenes peruanos y dieron esperanza a sus familias. Y lo hicieron sin esperar nada del Estado.
El Perú necesita justamente eso: peruanos que apuesten por él. Peruanos desprendidos que se atrevan a encender una luz en medio de la oscuridad y que entiendan que, aunque el panorama del país sea difícil, la única forma de transformarlo es comprometiéndonos con él.
















COMENTARIOS