Carlos Adrianzén
Señores, no hay plata
Económicamente recaudamos y crecemos poco

Recuerde sus días escolares o universitarios. Si usted no entregaba la tarea debidamente trabajada, desaprobaba. Y lo que resulta mucho peor, no aprendía nada bueno. Y lo que resulta incluso peor: podía creer que la educación no servía y que usted había hecho lo propio. La realidad, año tras año, le haría pagar esa cuenta. Lo acepte hoy o no.
En materia, a los gestores actuales –o prospectivos– de la economía nacional les pasa lo mismo. Pueden creer que vale no hacer la tarea o que no hay que hacer la tarea. E igual que usted, el entorno –año tras año– le hará pagar esa cuenta amargamente a todos los peruanos. No somos subdesarrollados y pobres por casualidad.
Dentro de esta línea de análisis y recordando que un 3% de crecimiento anualizado del producto implica nada cercano a una recuperación –ver Figura 1–, les recordaré aquí dónde estaríamos y cuál resultaría hoy la tarea pendiente (para los actuales y para los efusivos que llegan).
La pérdida
Perder la perspectiva resulta una fuente inagotable de problemas. Esto nos pasa hoy en el Perú bajo dos planos. El primero queda dibujado en las últimas declaraciones de la presidente Boluarte… cuando destaca lo que no merece ser destacado. La funcionaria declaraba que hoy la economía peruana está mejor que las otras naciones de la región.
Por un lado, la presidente acierta cuando compara las performances monetarias. Sí. El Perú es una de las naciones nominalmente más estables de Latinoamérica y el Caribe. También, crece más que naciones como Cuba, Venezuela, Colombia, Brasil, México, Bolivia o Chile.
Sin embargo, por otro lado, no es cierto que la economía nacional está en una situación integralmente mejor. Dados los accidentados crecimientos peruanos en las últimas décadas, los estándares de consumo de México, Brasil o Chile resultan mucho más altos. Aunque nadie –en su sano juicio– podría dejar de destacar su mejor performance económica respecto a parajes como Bolivia, Nicaragua o Cuba.
Claro, eso de destacar que estamos mucho mejor que referentes globales de declive económico, dibuja algo que no merece ser destacado. De hecho, el peruano de a pie ni siquiera percibe un bienestar cercano al registrado una década atrás. Para clarificar las cosas, si le gustan los gráficos, nada mejor que las cifras.
Postrados sin darnos cuenta
Con doña Dina no estamos en el camino de una mejora notable –un 3% anual no nos acerca al desarrollo económico–; ni a una recuperación completa respecto al despeñadero al que nos llevaba Castillo Terrones y sus colaboradores. Aunque hablemos hoy de una recuperación parcial, caímos en un profundo hoyo macro e institucional. Hoy hemos escapado de la recesión, pero nos quedamos postrados 15%, por debajo de la tendencia lineal. De esto nadie habla hoy.
Aunque el título de la figura enfoca que la caída y el daño fueron enormes, resulta sugestivo descubrir tantos puntos de vista resignados y/o autocomplacientes. Nos guste aceptarlo o no, la figura es clara. Hemos caído a un hoyo y crecemos poco.
Nótese aquí que, ad portas de una elección, la pérdida de momento poshumalista tiene implicancias fiscales bastante complejas. Mientras el régimen saliente no limpia el agujero fiscal de su gestión y hasta quiere reflotar –por enésima vez– al engendro petrolero estatal, el grueso de los candidatos a la presidencia de la república y (lo que resulta mucho peor) a una silla en las dos cámaras del congreso, quieren gastar como locos. No tienen la más remota idea de dónde estamos parados macroeconómicamente.
La realidad preelectoral
La siguiente figura contrasta porque muchos creen que hay muchísima plata para gastar… porque doña Dina, recauda en términos reales, S/ 4,000 millones contantes más que a fines del 2007 (ver figura Tres).
Se olvidan del descontrolado –y en escala– monstruoso agujero fiscal y de lo extremadamente ineficaz, corrupto e incumplidor de la ley de la gobernanza en todos los estratos burocráticos locales. Esto último –nótese– se da con mayor énfasis en el interior del país.
Los candidatos ni lo sospechan, pero a mediados del año entrante tratar de elevar el gasto actual dibuja la perfecta receta suicida. Ellos –y sus penosos asesores– creen que ofreciendo mayores gastos muchos electores votarán por ellos. Solo que caminan orondos hacia un colapso conocido. Otro suicidio fiscal.
Una bomba de alta profundidad
Usando como metáfora la destructiva bomba de toda moda en el conflicto en Oriente Medio, la data peruana reciente (ver Figura 4) conecta los dos planos de estas líneas. En el Perú hoy se recauda grosso modo la misma presión tributaria –al menos– desde hace más de cinco décadas y el gran predictor es el PBI.
Parafraseando la figura atribuida a François Quesnay, aquí todos le sacan las plumas a la gallina así llore. Crecemos poco –por superávit de Estado corrupto– pero –sin mayores miramientos– se recauda cuanto pueden extraer del sector privado. Se recauda más cuando crecemos y crecemos menos.
Esto, para los nuevos, implica que –ceteris paribus– no van a nadar en plata, que no van a poder cumplir ni con un quinto de sus ofrecimientos y que serán malqueridos desde el inicio. Y si, a pesar de eso quieren incurrir en un déficit fiscal, recordemos al gobierno de Alan y la Izquierda Unida, y a dónde nos llevaron.
Por ello recuerden al explosivo y folclórico Milei en la Argentina. Candidatos: no hay plata.
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