Antero Flores-Araoz
Elefantiásico edificio con depredadores presupuestales
Ministerio de Cultura: burocracia inflada y patrimonio olvidado

Cuando la actividad pesquera en el país era significativa, se creó el Ministerio de Pesquería. Con el tiempo, este fue absorbido por el nuevo Ministerio de la Producción, que reúne tanto la actividad industrial como la pesquera. Este último regula la pesca para consumo humano, incluyendo la pesca artesanal, así como la producción de conservas, harina de pescado y también la piscicultura.
Durante la época en que se pusieron de moda las grandes edificaciones para instituciones públicas, se construyeron enormes estructuras como las de Petroperú y el Ministerio de Pesquería. Cuando este último se fusionó con el Ministerio de Industrias, su sede central en la Av. Javier Prado, en el distrito de San Borja, fue convertida, acertadamente, en el Museo de la Nación.
Sin embargo, cuando se creó el Ministerio de Cultura, sobre la base del Instituto Nacional de Cultura (INC), en lugar de instalarlo en su sede histórica del centro de Lima —la llamada “Lima cuadrada”—, fue trasladado al edificio del Museo de la Nación. Esto contradecía la lógica de mantener el museo como centro cultural visible y accesible.
Para empeorar las cosas, se reemplazó el nombre "Museo de la Nación" del frontis del edificio por el de "Ministerio de Cultura", con un letrero desproporcionado, relegando el valor simbólico y cultural del museo. Lo que debía destacarse en la transitada avenida Javier Prado era el museo, no el ministerio.
En la parte más modesta del edificio, de tres pisos, se exhiben piezas de nuestro patrimonio cultural. Pero en el ala principal, de ocho pisos, solo uno está destinado al museo; el resto lo ocupan oficinas del Ministerio de Cultura. Esta burocracia sobredimensionada parece más enfocada en malgastar los recursos públicos, otorgando subsidios indiscriminados, por ejemplo, a producciones cinematográficas nacionales de dudosa calidad. (Cabe aclarar que hay algunas buenas excepciones.)
Además, se desvían fondos públicos hacia iniciativas sin sustento, como enfoques de género absurdos y el ya superado lenguaje inclusivo.
El Ministerio de Cultura debería estar enfocado en la protección del patrimonio cultural —incluyendo el inmaterial—, la promoción de las artes, las industrias culturales y la diversidad étnica del país. Sin embargo, parece más ocupado en repartir distinciones sin criterio claro y en emitir declaraciones de protección simbólicas que rara vez se concretan.
No todo es negativo: hay que destacar los programas culturales de RTP (Canal 7), los espectáculos del Gran Teatro Nacional y el apoyo del Congreso, que mediante su Fondo Editorial suple algunas deficiencias del Ministerio.
Ha llegado el momento de reducir la burocracia del Ministerio de Cultura, recortar su presupuesto innecesario y considerar su fusión con el Ministerio de Educación. Además, sería lógico destinar por completo el edificio de la Av. Javier Prado a ser un verdadero museo, trasladando a él piezas históricas actualmente almacenadas y sin exposición. Da la impresión de que el antiguo INC hacía más por la cultura que el actual ministerio.
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