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La denuncia de la Asociación de Gremios de Productores Agrarios (AGAP) sobre una campaña de leyendas y desinformación en contra de las exportaciones de uva y arándanos en el valle de Ica –señalando que las agroexportaciones le quitan agua a los pequeños productores e, incluso, a la población civil–, señala una demonización que parece sacada del libreto en contra de la minería nacional. Y el mismo software se aplica no solo con respecto a la desinformación –se sostiene, por ejemplo, que la Laguna de Choclococha moviliza 490 millones de metros cúbicos anuales de agua cuando solo suma 130 millones de metros cúbicos–, sino que detrás de las campañas están los competidores mundiales de las agroexportaciones del Perú.
Según diversas informaciones la campaña de desinformación en contra de las exportaciones de uva y arándanos estaría siendo financiada por una oenegé sudafricana. ¿Un hecho extremadamente extraño para un país africano en estos lares de América del Sur? En África se necesitan ingentes recursos para enfrentar la pobreza. Sin embargo, si se repara que Sudáfrica compite con el Perú en la exportación mundial de uvas, arándanos, paltas, naranjas y mandarinas todo se aclara. Se busca bloquear las inversiones nacionales para favorecer los envíos sudafricanos.
La voluntad de los competidores mundiales de las exportaciones del Perú de financiar oenegés y sectores radicales anti inversión y antisistema no es ninguna novedad en el país. En el Perú se han paralizado las inversiones en cobre utilizando esta modalidad. A inicios del nuevo milenio, cuando empezaba a surgir una minería moderna, formal, respetuosa del medio ambiente y de los derechos laborales y Cajamarca se proyectaba como la nueva Calama –en alusión a la zona minera más poderosa de Chile– de la región, un puñado de oenegés empezaron una campaña de desinformación y leyendas contra la minería nacional.
¿Cuál era el hilo de esas fábulas? Al igual que ahora, en el caso de las agroexportaciones, el fantasma que se levantaba era el agua. Supuestamente la minería era una amenaza para los recursos hídricos destinados al consumo humano y la agricultura. Bajo esa leyenda se paralizó la cartera de inversiones mineras de cobre en Cajamarca. Durante el gobierno de Ollanta Humala el estribillo “agua sí, oro no” fue el grito que detuvo la inversión en Conga, El Galeno, La Granja y Michiquillay, entre otros. El Perú podría haber agregado 1.5 millones de toneladas de cobre (TMC) a su producción anual de cobre y habría crecido anualmente sobre el 5% a pesar de la crisis política endémica. Y Cajamarca sería una de las regiones con menos pobreza y con el ingreso per cápita más alto del país.
Luego de haberse detenido las inversiones de cobre, Cajamarca tiene 45% de pobreza y el Perú ha sido desplazado por el Congo como segundo productor mundial del metal rojo. ¿Cómo se financió esta millonaria campaña para detener las inversiones en cobre? Si se desarrollara una exhaustiva investigación no quedaría la menor duda de que son los competidores mundiales del Perú en la producción de cobre los que financian directa o indirectamente a las oenegés que construyen la desinformación contra las inversiones nacionales. Por otro lado, ¿queda una pizca de verdad de las fábulas contra la minería nacional? Ninguna.
El capitalismo y la competencia mundial por los mercados tienen estas particularidades. De pronto, empresas de una nación pierden competitividad por la emergencia de nuevos países con mayores ventajas comparativas y recurren a la estratagema de bloquear a los competidores en los mercados mundiales.
Una de las cosas más sorprendentes en estas conductas es la voluntad antipatriótica de los sectores que aceptan financiamientos para construir leyendas contra la producción nacional. Hoy se enfila arteramente contra la agroexportación en el valle de Ica olvidando que, en esa región, la pobreza está debajo del 6% de la población y existe pleno empleo. Algo más. Los salarios superan largamente la remuneración mínima vital nacional.
No solo se trata de una actitud antipatriótica, sino que se busca perpetuar la pobreza en una actitud totalitaria contra millones de peruanos. En Cajamarca existe 45% de pobreza. ¿Se quiere una tragedia de ese tipo para el próspero valle de Ica?
















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