Iván Arenas
Chile, Bolivia y la minería moderna en el Perú
¿Volverá el discurso de la nacionalización de los recursos estratégicos?

No obstante que aún en el Perú es temprano para conocer los diversos impactos de los resultados electorales en Chile y Bolivia, no hace falta ser pitonisa para decir que las izquierdas de todas las facciones han recibido tremendo balón de oxígeno en un momento casi preelectoral. En la tienda zurda empiezan a frotarse las manos, y en sus sueños húmedos el Perú también es parte del eje “progresista”.
En las regiones sureñas, sobre todo donde está el Corredor Minero o Corredor Vial del Sur, la imagen de Evo nunca estuvo ausente, y ahora tiene más fuerza, luego de la victoria electoral de Luis Arce. Todos los operadores locales de izquierda que se oponen de manera tenaz al desarrollo de la minería moderna en Cusco, Apurímac, Moquegua, Tacna y Arequipa han recibido un regalo adelantado. Saben que la victoria del partido de Evo sirve como aliciente para volver a la operatividad y a la movilización contra las inversiones mineras; y que a pesar de las advertencias del crecimiento de la Covid-19, nada los detiene.
Como dijimos líneas arriba la imagen de Evo jamás se fue de ese ancho y ajeno sur andino. ¿Pero qué mensaje lleva esa imagen? La nacionalización de los recursos estratégicos, llámese minería y gas. El relato evista de la “recuperación” de la soberanía vía nacionalizaciones se verá nítidamente expresado en los próximo meses en el sur peruano, cuando se acerquen las elecciones. El relato del “evismo de la recuperación de los recursos” no rechaza la explotación de estos recursos –llámese gas o minería–, sino que aborrece que las inversiones mineras estén en manos de privados. En otras palabras, quieren minería pero no quieren MMG Las Bambas; quieren Codelco (como en Chile), quieren Estado, quieren estatismo.
Ahora bien, en el sur peruano la “influencia” chilena crecerá en los próximos días y semanas, cuando se debata, artículo por artículo, lo que será la nueva Carta Magna en una Asamblea Constituyente, con el peso de las múltiples izquierdas. Hacia Tacna, Arequipa y Moquegua, regiones donde se ubican el otro grupo importante de operaciones y proyectos mineros, se extenderá la influencia chilena, cuyo debate se centrará en el nuevo rol del Estado.
Es casi seguro que en dichas regiones los brokers y operadores mineros, que hoy ya se organizan contra Tía María o Cuajone, vean que en el debate chileno una ventana de oportunidad más grande para empujar el carro hacia una salida izquierdista en el Perú, con alguno de sus candidatos presidenciales. El argumento, allá como en casi todo el país, es el mismo: “la recuperación de los recursos estratégicos”. Codelco salta a la vista.
Quizá también la izquierda en el Perú empiece con sus explicaciones en torno al caso chileno. Por ejemplo, en las regiones norteñas y mineras de Chile ha ganado masivamente el “sí” a la Asamblea Constituyente, no obstante el milagro social producido por la bonanza minera. En ese marco, la izquierda peruana repetirá que, tanto en Chile como en Perú, una mayor inversión minera no significa necesariamente mayor bienestar. Aunque las cifras dicen todo lo contrario, la izquierda lo explicará a su antojo.
La minería moderna, con sus actuales operaciones y proyectos futuros, puede resultar afectada por los cambios políticos en Chile y en Bolivia. Y por el rejuvenecimiento de las redes de izquierda, que hasta hace unos estaban retrocediendo en todo el continente.
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