Guillermo Vidalón
Comunicación y tragicomedia
Las argucias comunicacionales de algunos políticos

El fenómeno comunicacional es naturalmente complejo. Pero cuando se pretende hacer pasar un mensaje intonso, siendo que en la realidad contiene una carga intencional, representa una acción de mala fe, frente a la cual hay que actuar con sumo cuidado.
Quien se ha desarrollado como un saltimbanqui en un sector de la sociedad, difícilmente podrá asumir con convicción los intereses de quienes generando riqueza aportan al colectivo social mediante el pago de los tributos. Esta perspectiva resulta hasta execrable cuando desde una posición de poder existen quienes se consideran propietarios de los recursos de la nación y pretenden limitar que las personas naturales o jurídicas pongan en valor aquello que representa un gran aporte económico al fisco.
Las argucias comunicacionales son diversas, subrepticias, quieren emplear la indignación que naturalmente ocasiona un mensaje sin sustento alguno para motivar que Goliat enfrente a David, cuando todos sabemos que enfrentar al mayor configura una receta infalible.
Ante la meditada ausencia de respuesta, los socios del intrascendente manifiestan de manera reiterada que se debe sancionar al zorro y a quienes se encontraban con él, pero resulta que los otros eran los captores del zorro. Cuando esto sucede, uno debe preguntarse cuál es la verdadera intención ¿desviar la atención para que el público se centre en el zorro y los captores cuando en realidad hay quienes desean contar con un lobo depredador?
Actuar con superioridad crítica implica aprender por ciencia, pero también nutrirse y valorar la experiencia que permite otear el horizonte y descubrir qué está detrás, qué se oculta tras un tinglado altanero y vociferante. Se debe actuar con buena fe sin pecar de candidez.
En el ejercicio de la comunicación se debe preservar el objetivo principal: la reputación, pero ésta se manifiesta mediante la acción de las personas que integran la organización y aportan a su consolidación a través del tiempo, constituyendo lo que se denomina cultura organizacional.
Actuar de manera contraria a la cultura, conociendo la finalidad de la institución, deviene en un riesgo significativo, porque es actuar desde la orilla contraria, con una visión de parte. Diferente a quienes conciben la sociedad como un todo en la que cada sector cumple un rol.
Los intereses políticos son legítimos, pero particulares; representan otros objetivos. Sumarse a las voces de quienes buscan desesperadamente alcanzar un protagonismo indebido e inmerecido debe motivar una alerta.
La realidad es una sola, la perspectiva de cada cual puede generar una percepción distinta, como resulta cuando el observador se centra en un árbol y termina por perder la perspectiva del bosque. El encendido de las luces en un espectáculo concita la súbita atención de los espectadores, mas luego se apagan y el escenario estará preparado para enfrentar nuevas tragicomedias.
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