Carlos Adrianzén
Cruzados al cuadrado
Los críticos ante la nueva Ley de Promoción Agraria

La ceguera es una mala consejera. Esta observación se aplica a una colección de opiniones en contra de una de las pocas iniciativas razonables proveniente del Congreso de la República. Sí, recientemente un Pleno congresal aprobó, en segunda votación, una nueva Ley Agraria. Una iniciativa que reduce los castigos tributarios a los exportadores. Toda una blasfemia para los opresores.
Este paso deja expuesta la iniciativa al oscuro criterio del MEF post 2013. Vale la pena destacar la trayectoria del MEF en los últimos años, como líder y cómplice de las anti reformas de mercado. Por ejemplo, sus ojos cerrados ante los sucesivos reflotamientos de Petroperú; o el uso –a modo de subsidio indirecto– de los ahorros previsionales de millones de peruanos en las AFP. Una senda cabizbaja y documentada.
Los Cruzados
Frente a la iniciativa de reducir cargas tributarias al agro exportador, se ha formado una estrambótica cruzada que incluye, lógicamente a los medios de comunicación del filosenderismo, pero también expone a la discusión pública a supuestos técnicos. Haciendo gala de desesperación, los cruzados básicamente descalifican o inventan cifras.
Acusan a los defensores de la Ley con el adjetivo de lobistas y hasta corruptos. Usando el usual el marketing político progre, etiquetan la ley con el nombre de un conocido agricultor ex fujimorista. Y los cándidos caen redondos. La llaman la Ley Chlimper 2.0. A falta de buenas razones, una etiqueta facilona.
También, y sueltos de huesos, presentan una cifra dizque técnica; según la cual, con la reducción impositiva se dejarían de recaudar S/ 20,000 millones. Parece que fuman de la mala. Nadie sabe hoy cuánto se exportaría –si la ley de marras llega a ver la luz–, ni tampoco cuál grupo de agricultores se beneficiaría. Y como aprendices de Dante Alighieri, ellos escogen quienes son los pecadores: los indeseables peruanos que modernizan el agro costero.
Hablan también de que la Ley produciría desigualdad entre los agroexportadores. Con una desvergüenza deplorable se enrostran acusando a los que respetan la Ley. Omiten lo elemental: que lo subterráneo, la informalidad, se explica por el incumplimiento y la exclusión. Ambos fenómenos mantienen claras causales de prostitución burocrática. Y por supuesto, defienden a ultranza la equidad hacia abajo. E insisten en que, para parecernos a Cuba o Venezuela, todos deben recibir una similar y abusiva destrucción tributaria.
Esta comparsa de izquierda y gente de penosa precisión técnica, tiene un nuevo e impensado aliado. En un citado informe del Fondo Monetario Internacional ("Perú: 2025 Article IV Consultation – Press Release; and Staff Report") se enarbola una suerte de preocupación. Se advierte que, según cálculos que no explican, la medida le costaría al país el 0.2% del Producto Bruto Interno. No el 0.1%, ni el 0.3%. Y además… ad infinitum. Una suerte de preocupación tan miope como su encubridora actitud respecto al déficit fiscal. Tal vez tendremos que resignarnos a no recibir buenos consejos del exterior.
A descubrir que el mundo woke ha cambiado a las multilaterales. Todo un encogimiento para una institución, como el FMI, conformada históricamente por excelentes profesionales. Nada aquí es casualidad. Solo es full fashion wokeism…
Menos petulancia, por favor
Enfocándonos en los efectos de una exoneración tributaria, no basta con destacar cuanto se dejaría de extraer de los privados. Se trata de aplicar una exoneración en una plaza sellada por su deplorable gobernanza burocrática, donde además la carga y sobreposición de impuestos hace que la presión tributaria local dibuje una línea horizontal. Revisen las estadísticas. Ningún régimen ha logrado, ni elevar, ni reducir significativamente, la presión tributaria peruana desde 1970.
Con esta realidad a cuestas –documentada en la base de los World Governance Indicators del Banco Mundial desde 1996– permítanme mostrarle mi abierta complicidad con cualquier práctica razonable de reducción tributaria. Sea parcial o uniforme. Becker y Mulligan (1998) nos recuerdan que soluciones subóptimas restringen la expansión del gasto de gobierno. Y esto, en un ambiente institucionalmente dañado, debe ser tomado en cuenta.
De hecho, considerando lo lastimoso del manejo fiscal local y de sus afanes politiqueros de este gobierno (i.e. Petroperú, financiamiento a las agrupaciones políticas con fines de lucro, proliferación de ministerios innecesarios, etc.), es una buena razón para simpatizar con una reducción tributaria a la agroexportación peruana.
Solo una precisión: la única exoneración tributaria con la que realmente empatizo es la exoneración tributaria a todos. Por ello, la aislada exoneración aludida en este caso me simpatiza. Dada la prostitución de la gobernanza estatal… y también de que existe ya abundante evidencia de que usualmente los privados –de lejos– gastan mucho mejor sus excedentes que los burócratas corruptos e incumplidores de la ley.
Arde, papi
El Perú, bajo la gestión de Dina Boluarte, sus colaboradores y el actual legislativo de Bellido, Fujimori y Luna Gálvez –que la soportan accidentadamente– no tiene muchos planes de éxito productivo. Mientras a la minería no se le deja de golpear, a la agricultura moderna de exportación –a pesar del tránsito político hacia la izquierda en sucesivos gobiernos, desde el 2011– se le ha golpeado menos. Con ello, ha consolidado un sector productivo probadamente resiliente. A pesar de las contramarchas, en alrededor de una década, casi habría cuadruplicado su valor exportado (ver gráfico 1).
Pero todo esto ha configurado un pecado imperdonable para mis amiguitos rojos. Delimitándolos, es sano considerar que tenemos desde amiguitos rojos que lo son –y declaran serlo (ergo, que deploran abierta y desvergonzadamente toda forma de éxito económico)–, hasta los otros amiguitos rojos. Esos que se dicen técnicos y hasta de derecha o liberales, pero igualmente –o aludiendo alguna obtusa tecnicidad– se inclinan por castigar ciertas formas o episodios de éxito.
Y sí. El segundo gráfico aquí les duele en el alma. El departamento de Ica florece espontáneamente y se enriquece, a pesar de los abusos de la regulaciones estatales, la corrupción y la violencia ideológica. Esto los enerva.
Y lo que les duele más: Ica reduce su incidencia de pobreza a una escala mayor que el resto del país, y a pesar de los cambios de reglas. Eso les enseña cómo hacer lo que resultan incapaces de hacer: reducir la pobreza. Por eso mienten tanto. Incluso –como conversábamos párrafos atrás– acusan de un plano –infundadamente– generador de desigualdad en la introducción de la Ley. Esconden que la informalidad se explica por el accionar del gobierno. Ellos saben distraernos. Miente, miente… que algo quedará.
Pero el fondo de la historia prevalece por encima de los cruzados de ocasión. En las regiones agroexportadoras se reduce la incidencia de pobreza y es necesario aprender de esto para extenderlo a todos los otros departamentos del Perú. Sería una desgracia que la cruzada anti-provinciana de la izquierda prevalezca otra vez. Gracias a ellos todavía somos una nación extractiva. Atrasada y estancada.
Un corolario necesario
Anticipo que estas líneas irritarán a muchos rabiosos o confusos, celestinos con el déficit fiscal y la opresión económica actual. Claramente esa no es ni mi intención ni mi preocupación.
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