Berit Knudsen

Dilema peruano: multialineamiento consciente o subordinado

Nuestro país no puede continuar como una “potencia regional débil”

Dilema peruano: multialineamiento consciente o subordinado
Berit Knudsen
02 de octubre del 2025

 

Perú enfrenta una encrucijada histórica. Posee recursos naturales, ubicación privilegiada en el Pacífico sur y una herencia cultural milenaria, pero carece de estrategias para aprovechar esas ventajas. Resiste las crisis políticas con relativa estabilidad macroeconómica, con puertos en expansión y corredores bioceánicos, pero es un actor disperso y subordinado, sumido en la “trampa de las materias primas”. La pregunta no es qué tenemos, sino cómo usar los recursos para revertir la debilidad institucional.

La economía resistió la violencia política interna, mantiene reservas y disciplina fiscal. El poder blando consolidó nuestro prestigio cultural, turístico y gastronómico, visibilizando al país. Pero el Perú no gobierna sus activos: deja que el mundo los utilice. La política exterior, multialineada por inercia, beneficia el comercio con China, y mantiene vínculos históricos con Estados Unidos, sin equilibrio propio. No imponemos condiciones, tampoco diversificamos con inteligencia; los flujos llegan sin construir autonomía o influencia internacional.

Dependemos de materias primas sin valor agregado. Exportamos cobre, oro o zinc sin integrar cadenas tecnológicas. El futuro logístico presenta buenas perspectivas con el Callao, corazón del comercio marítimo, Chancay abriendo puertas en Asia y proyectos como Eten, con inversiones surcoreanas, ejes que conectan Sudamérica y Asia,  convirtiendo al Perú en hub logístico regional. Pero sin estrategia, son islas de inversión extranjera que no articulan desarrollo. La infraestructura debe servir al país, no al revés.

La salida no es cerrar puertas ni elegir bandos, sino consolidar un multialineamiento consciente. Significa diseñar una narrativa diplomática clara: Perú coopera con todos, sin subordinarse a ninguno. Diversificar con condiciones: aprovechar la inversión china, sumar a Japón, Corea del Sur, Europa, Estados Unidos y otros contrapesos, al margen de la rivalidad de las superpotencias.

Los nuevos aliados ofrecen oportunidades. La alianza con Corea del Sur, con astilleros y puertos, puede permitirnos pasar de exportadores de materias primas a potencia tecnológica regional. La sociedad con Japón, innovador y confiable, puede reforzarse más allá de la pesca o infraestructura. Europa ve en Perú un socio cultural y ambiental, con la Amazonía y biodiversidad como capital político potencial. Ello implica diversificar: equilibrar el peso chino, evitando la subordinación.

Paradójicamente, la lección más clara proviene de China: durante décadas mantuvo perfil bajo, copiando, aprendiendo y creciendo sin confrontación abierta. Perú puede seguir esa ruta: perfil bajo activo. Crecer hacia adentro, diversificar hacia afuera y acumular prestigio sin gritar liderazgo. Perfil bajo no es debilidad; es escapar de la periferia y construir influencias por etapas.

Ello exige desarrollar recursos con valor agregado, imponiendo condiciones: desarrollar clusters de refinación, energía y tecnología. Usar la Amazonía, la biodiversidad y las reservas ambientales como bandera política en la escena internacional. El poder blando –cultura, patrimonio histórico, gastronomía– puede proyectar al Perú más allá de lo económico y militar.

Pero nada será posible sin una diplomacia reconstruida. La Cancillería debe recuperar la continuidad y respeto alcanzado en el siglo XX, como servicio exterior de Estado, no como reflejo de la pugna entre poderes. Sin continuidad diplomática no hay estrategia, y sin ella cada puerto, recurso y oportunidad serán piezas de ajedrez movidas por otros. El riesgo es la falta de voluntad política y visión, en un mundo donde la autonomía no se regala. Si no definimos nuestro lugar, otros tomarán las decisiones por nosotros.

El Perú no puede continuar como “potencia regional débil”. Tiene la llave del Pacífico que abre dos puertas: la de un hub regional respetado que equilibre su lugar entre potencias o la de un país reducido a proveedor subordinado. La diferencia la marcará un multialineamiento consciente, diversificar aliados, condicionar intercambios, proyectar poder blando y diplomacia efectiva. En el tablero global, improvisar no funciona, quien no lidera su estrategia se convierte en la ficha de otros.

Berit Knudsen
02 de octubre del 2025

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