Iván Arenas
El error que no puede cometer Rafael
El nuevo representante del capitalismo popular

La repentina subida en las encuestas, que lo colocarían entre los tres primeros lugares camino a la presidencia, debe ser tomada con cautela por el candidato Rafael López Aliaga. Ya en las últimas semanas le empezó a llover fuego desde el periodismo y diversas tiendas políticas. ¿A qué nos referimos con el yerro que no puede darse el lujo de cometer el candidato de Renovación Popular?
De una u otra manera, la explicación de la repentina subida en las encuestas de López Aliaga tiene que ver con las reflexiones sociológicas alrededor de las nuevas clases medias emergentes, que son la gran novedad de las últimas dos décadas ¿A qué me refiero? En el Perú ha surgido potentes mercados populares, un capitalismo popular tan fuerte que incluso en el marco de la pandemia ha desbordado la autoridad del Estado y se ha lanzado a las calles como informales; mientras que desde las administraciones de Sagasti y Vizcarra se imponían irracionales cuarentenas y se construían reglamentos para normar la vida de la gente, al margen de la realidad.
Este enorme capitalismo popular desde hace mucho tiempo buscaba una representación política nítida; sin embargo, solo había atisbos y proyectos tímidos. Quizá el fujimorismo, con sus vicios y sus aciertos, quiso expresar políticamente el capitalismo popular. No obstante, su proyecto se limitó, todo lo indica, a un comando de campaña permanente y no a una propuesta nacida desde la nueva sociedad peruana.
Para el establishment académico, con mayoría zurda, en el capitalismo popular siempre hubo solo “informales”, “cachueleros”, “pragmáticos sin conciencia alguna”, y todas sus investigaciones sociales y políticas tenían un sesgo absolutamente clasista: no veían que en el mundo popular también hay instituciones populares. ¿Alguien puede imaginarse al mundo popular sin el poder de los mercados, de la familia, del principio del orden o de la religiosidad y las tradiciones? ¡Es imposible! Quizá también este clasismo académico haya llevado a diagnósticos equivocados y a que la izquierda –que domina la academia y sus think tanks– hoy sea una expresión de las mesocracias criollas, y no de ese inmenso mundo popular.
Había entonces, a decir del marxismo, una estructura lista para la superestructura. Hay un capitalismo popular, con sus instituciones (el conservadurismo social a la peruana), que busca, como sea, un desfogue a sus demandas a través de un partido o de alguna expresión política en clave nacional. Existía el programa, pero no quien lo liderara. López Aliaga, al parecer, empieza a ser el líder de este programa popular.
El yerro que podrían cometer, entonces, es que en la tienda celeste se convenza al candidato de que él es más que el programa, y de pronto se meta en discusiones sin trascendencia al rigor de que varios opositores, tanto de los medios como políticos, puedan devorarlo. Considerar ello sería cometer uno de los más grandes yerros estratégicos. El programa es más fuerte que López Aliaga, y va a depender de él entenderlo y expresarlo nítidamente en las siguientes semanas.
Eso es lo que nunca entendieron el fujimorismo y otras corrientes políticas que podían expresar el capitalismo popular antiestatista: que, como nunca antes en la historia, tenemos una nueva mesocracia, popular, mestiza y plebeya, que con sus instituciones esperan un liderazgo claro y consistente.
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