Iván Arenas
¡El sacrificio fue en vano, señor Presidente!
La estrategia fue culpar a la sociedad que cumplía la cuarentena extrema

La historia así lo dice. Hay momentos en que las sociedades son capaces de entregar su libertad –probablemente uno de los valores más preciados– para resguardar su seguridad y su supervivencia. Sucedió en la Roma antigua cuando el “virus bárbaro” se acercaba. Así, aquella sociedad cedía plenos poderes a un cónsul que tenía mandato supremo. Un reciente sacrificio común de los peruanos sucedió en el fujishock, cuando Hurtado Miller nos encomendó a Dios. No hubo piquetes, apenas protestas. Lo que sí hubo fue una resistencia sobrenatural del pueblo peruano: se organizaron 12,000 ollas comunes en todo el Perú. Se debía hacer un sacrificio y así se hizo.
El pacto (o el contrato social) es simple y sencillo. Yo te doy mi libertad, tú me das seguridad. Una abrumadora mayoría silenciosa de la sociedad entendió desde que la pandemia llegó al Perú que este era otro momento en el que donde se debía hacer un enorme sacrificio. Esta inmensa mayoría de la sociedad aceptó la cuarentena y todas las disposiciones del Gobierno de Martín Vizcarra y, como pocas veces en la historia de la República, hubo tal unidad nacional para enfrentar el virus mortal que las encuestas reflejaban los tremendos índices de popularidad del régimen. Todos estuvimos de acuerdo.
No obstante, el Gobierno de Martín Vizcarra no entendió nunca la lógica del contrato, o del pacto. Como la política también es la guerra por el relato, a solo días de implementada la cuarentena, desde el Ejecutivo se empezó a desarrollar un relato narrado por el propio presidente –casi siempre al medio día que era –y es– absolutamente tendencioso, por no decir falso.
El primer dato que soltaba el presidente –ahora ya no lo hace– era el número de personas arrestadas en la víspera por incumplir la cuarentena o el toque de queda. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué el primer magistrado de la Nación aterrizaba tan bajo? Porque como el poder también es conducir conductas, lo que hacía Vizcarra desde un primer momento fue responsabilizar a la sociedad y zafarse de culpas. Si bien es cierto que hubo peruanos que desobedecieron la cuarentena y el encierro, vale indicar que fue la “minoría de la minoría”. Es casi una verdad como una catedral que el 95% de peruanos estaban encerrados en sus casas esperando las disposiciones presidenciales. En vez de asumir las responsabilidades, la estrategia fue culpar a aquella sociedad que se sacrificaba con las medidas extremas.
Pero, al margen de aquella estrategia de “échame a mí la culpa”, el Presidente no cumplió con el pacto. Oficialmente solo Pilar Mazzetti reconoce que la estrategia no ha funcionado. Los “martillazos” y la estrategia militar-hospitalaria nos ha convertido en uno de los países con mayores contagios del mundo. Y más cuando, de manera temeraria, el propio presidente indica que estamos en la fase de meseta, mientras en Iquitos o Pucallpa la pandemia avanza imparable.
Los yerros son varios. El presidente y el Ejecutivo en pleno politizaron la pandemia desde el inicio. Utilizaron a algunos medios y sus respectivos periodistas como cajas de resonancia, y sus asesores no dudaron en aprovechar la crisis sanitaria como laboratorio social. Se escogió a un ministro en el sector Salud, un tuitero de fácil gatillo y parte de una facción política que terminó por hacer lo peor: apartarse y maltratar al gremio de médicos, la organización más importante en esta mal llamada “guerra”. No solamente eso, la afrenta ministerial ha llegado al límite cuando se pretende importar médicos cubanos mientras, los nuestros se sacrifican en el frente de batalla.
Hoy la economía se encuentra derruida en los dos Perús que siempre existen, el oficial y el real, el formal y el informal. Pero el Presidente se desvía de lo medular y vuelve a enfrentarse a un Congreso que no sabe si colocarse de lado o de frente. Mientras eso ocurre, los que sí saben de ciencia vienen recomendando –como el doctor Herberth Cuba– desde hace semanas cambiar hacia el enfoque comunitario. Y todo indica se le hará caso.
En suma, el Presidente Vizcarra no cumplió su parte del acuerdo. La inmensa mayoría de la sociedad hizo lo suyo, se apretó los dientes, se aguantó el hambre, cerró sus tiendas; y como reconocimiento, hoy le dicen que es la culpable de la peor crisis económica. El sacrificio fue en vano.
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