Iván Arenas
Sigrid, la izquierda y la minería moderna
Mentiras y mitos inventados para detener la minería

En una reciente entrevista Sigrid Bazán, candidata al Congreso por Juntos por el Perú, sostuvo algunos lugares comunes con los que todo el arco de la izquierda acusa de manera constante a la minería moderna en el Perú. En realidad son mitos o leyendas; sin embargo, se han posicionado bien en la percepción del común de los peruanos.
No obstante, una digresión. La izquierda sufre una verdadera tragedia porque a pesar de todas las ilusiones de sus políticos e intelectuales en una renovación generacional hasta ahora no logra presentar un equipo que impulse la renovación ideológica y lidere políticamente su sector. Así como la izquierda no sabe cómo procesar las realidades económicas –y que hoy el Perú, a pesar de la pandemia, es un país de mercados populares–, tampoco sabe procesar los hechos económicos y la contribución de la minería moderna.
Pero vayamos a lo nuestro. La candidata Bazán ha presentado varios argumentos contra la minería moderna. Por ejemplo, en la mencionada entrevista la candidata de izquierda sostiene que la minería moderna es la culpable de la “contaminación de plomo”, sobre todo en las comunidades de las provincias altas de la serranía. De hecho, según un documento de Essalud, son 6,503 y la mayor parte de ellos se encuentra en Pasco y no precisamente por las empresas mineras modernas.
Es altamente probable que semejante denuncia de la candidata se desprenda de varios “informes” que realizan las organizaciones no gubernamentales de izquierda, y una “plataforma” en la zona de Espinar –sobre todo–, en los que se culpa a las empresas mineras de la contaminación en la sangre por metales pesados. Pero no existe ningún estudio médico que avale tal acusación. Ninguno. Asimismo, esta misma ONG acusa a las empresas mineras de contaminación a las aguas de consumo humano, potable; pero resulta que en el Perú existe una contaminación natural, sobre todo en las regiones del sur, por fenómenos como los “lahares”, que son tierras mineralizadas. El río Tambo está contaminado de metales pesados que llegan desde las zonas volcánicas, para poner otro ejemplo. Y hay numerosos análisis e informes técnicos sobre ello.
En la entrevista, Bazán afirmó también que el Expediente Técnico de Tía María (en referencia al Estudio de Impacto Socio Ambiental) ha sido revisado “un millón de veces”. No está mal que el Estado observe un EISA –dicho sea, además la empresa obtuvo la aprobación como el permiso de construcción del proyecto–; estaría mal que un proceso de EIA tenga vicios, como la no participación de la población. De hecho, hasta el 2019, alrededor del 70% de toda la población de la provincia de Islay estaba de acuerdo con el proyecto, la mayoría silenciosa.
Acusar a la minería moderna en base a mitos y leyendas lleva a cometer equivocaciones. Confundir “licencia social” con “consulta previa” es un yerro común entre los opositores a la minería; más aún cuando lo que se denomina “licencia social” no existe en ninguna normativa ambiental o social. Aquí vale detenerse un rato y decir que desde el Ministerio de Cultura aún no se ha terminado de identificar a las comunidad originarias. Y ya van varios años.
Probablemente la candidata de izquierda no lo sabe, pero si ella recorriese el corredor vial del sur vería un cambio profundo, cualitativo, una reducción notable de la pobreza y la emergencia de una nueva clase media; todo ello por contribución directa de la minería moderna. Ya no son solo comuneros, ahora son empresarios, propietarios. Es el capitalismo popular.
Estamos seguros de que si hoy tuviésemos en la izquierda a los Murrugarras o Barrantes, o más dirigentes como Breña Pantoja, promocionarían y defenderían la minería moderna, porque ello sería desarrollar las fuerzas productivas, como Marx las denominaba.
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