Iván Arenas
La mesocracia ningunea el crecimiento
¿Por qué no reconocer que hoy el Perú es menos pobre y desigual?

¿Por qué la mesocracia (limeña sobre todo) ningunea el papel del crecimiento económico de los últimos años? ¿Por qué los intelectuales “comprometidos”, los tuiteros, los influencers, los actores y los liberales progresistas son tan indiferentes al crecimiento de la economía, no obstante que ha sido el motor antipobreza más exitoso del último cuarto de siglo? ¿Por qué, por ejemplo, los periodistas políticamente correctos, los analistas y los escritores del establishment se tragan todas las fábulas inventadas por el marxismo de todos los pelajes? ¿Por qué no reconocer que hoy el Perú es menos pobre, menos desigual y con una expansión de las clases medias mestizas, no obstante los estragos de la pandemia Covid-19?
Cuando se denosta a la industria agraria actual, se olvida que antes no había beneficios sociales ni laborales, ni mucho menos competitividad. Por eso se inventó el régimen de promoción que, a la luz de los datos, nadie duda de que sea exitoso. Solo el ideologismo extremo se atreve a negarlo. Es cierto, habría que agregar que la informalidad y el mercantilismo de algunos empresarios ha llevado a que algunos trabajadores tengan sueldos miserables; pero negar que hay un milagro agroexportador es simplemente de obtusos. A ello habría que añadir que hoy en el campo ya no están las viejas estructuras sociales de los barones del azúcar (que Velasco acabó); hay un capitalismo popular de accionariado difundido. Pero además el Perú es el país del minifundio de pequeños propietarios (como señala el Censo Agrario del 2012) destruyendo el argumento de la vuelta al latifundio.
Pero continuando con lo expuesto líneas arriba, la mesocracia, sus académicos, sus intelectuales y sus actores han comprado todos los tickets de reventa del colectivismo que argumenta que “cuando peor, mejor”. En ese sentido, son ellos quienes han vendido “la soga con la que los colgarán”. De no haber sido por el crecimiento económico, por ejemplo, ¿cómo explicar que la democracia vaya por otros cinco años, a pesar de la desintegración gradual de los partidos y del fracaso continuo del Estado en general? ¿Cómo explicar el ascenso de la clase media mestiza en las regiones y “conos” de Lima sin los mercados populares? Quizá una de las razones es que en el Perú jamás hubo un debate en la sociedad sobre el modelo a elegir, y que al inicio de los noventa se optó por el actual porque era eso o el abismo.
Es probable que el próximo Ejecutivo y Legislativo promuevan la convocatoria de una Asamblea Constituyente. Sagasti, que es el Rey Filósofo de Platón, conduce un Gobierno provisional a semejanza de Kerenski y ha bastardeado la autoridad del Estado colocando a la Policía Nacional en manos de su partido. En esa Asamblea Constituyente se verán los gallos. Allí se debatirá el modelo y el crecimiento. Ello servirá para saber quiénes son los mercantilistas que promueven el capitalismo de los amigos y quienes los colectivistas que sueñan con el socialismo de Chávez. Al final el debate siempre será entre servidumbre y libertad.
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