Iván Arenas
La sombra de Evo y la minería peruana
Conflictos alrededor de la minería tienen tintes políticos e ideológicos

Los últimos conflictos alrededor de la minería moderna han vuelto los ojos de todos los peruanos al sur, donde se ubican los principales yacimientos, sobre todo de cobre. Es un yerro tremendo creer que el problema de la minería es técnico. De hecho, hoy es difícil que las empresas mineras modernas contaminen el ambiente, como en décadas pasadas, porque sencillamente cotizan en bolsa con altos estándares sociales y ambientales. Ningún empresario perspicaz se atrevería a invertir en una empresa contaminadora por la incertidumbre que genera dicha inversión. Así funciona el capitalismo.
El supuesto problema técnico se reduce a cero cuando cada vez avanza más la digitalización. Así que por ese lado no es. El problema de los conflictos sociales alrededor de la minería moderna en el Perú tiene tintes políticos e ideológicos. Si alguien recorre el sur peruano verá que por aquellas regiones se ha instalado la potente imagen de Evo Morales y su relación con las industrias extractivas, sobre todo del gas.
La imagen de Evo Morales representa la nacionalización de los recursos naturales como modelo de desarrollo. Una aspiración que, todo lo indica así , se ha instalado en la percepción de la sierra sur peruana. Dicha imagen no solo atañe a la izquierda en las regiones, sino que pasa por todo el arco ideológico. Hoy existe una especie de consenso social y político.
Cuando la izquierda y los operadores políticos que dirigen las protestas contra Tía María o Las Bambas indican que no están en contra de la minería moderna, de alguna u otra manera dicen la verdad. Lo que ellos quieren es que el Estado nacionalice la gestión de recursos extractivos como la minería y el gas, como Evo hizo en Bolivia. Quieren el regreso del Estado empresario. Quieren que vuelva Centromin. De allí también que la estatal Codelco de Chile sea puesta como ejemplo de manera constante, no obstante que Australia y Canadá, sin intervención directa del Estado en la minería, tiene mejores estándares sociales que el país del sur. Así que ejemplos hay para todo gusto.
Evo, en el sur, es visto como un reformador de los recursos naturales. Su imagen es potente e influye de manera directa en la política de las regiones del sur. Allí se ha instalado su narrativa, y ese relato es potente. Desde Lima la cosa parece reducirse solo a un puñado de “antimineros” y personajes kitsch como el gobernador de Arequipa, que se viste a lo Evo. Nada más. Falta conocer el inmenso “otro Perú”.
El problema social sobre los recursos extractivos se agudizará y será decisivo en las próximas elecciones presidenciales. El punto es que el fujimorismo, hoy reducido, era un dique de contención en el mundo popular del sur. Hoy no hay nadie que contenga electoralmente a la demanda sureña. Será como una “tempestad en los Andes”
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