Kurt Freund
Longevidad y el horizonte de la vida (I)
En el futuro se deberá reconocer el derecho a no morir por envejecimiento

Durante milenios, la humanidad ha aceptado el envejecimiento y la muerte como inevitables. Filósofos, médicos y líderes religiosos han reflexionado sobre su sentido, mientras las ciencias de la salud buscaban apenas mitigar los dolores y enfermedades asociados a la vejez. Sin embargo, en las últimas décadas un grupo creciente de científicos y pensadores sostiene que esta condición humana está a punto de cambiar radicalmente. El ingeniero y futurista José Luis Cordeiro, coautor junto a David W. Wood del libro La muerte de la muerte, plantean que la muerte por envejecimiento será pronto opcional gracias a los avances exponenciales de la biotecnología, la medicina regenerativa y la inteligencia artificial.
Su propuesta no es una fantasía literaria: se apoya en investigaciones científicas sólidas, desarrollos en curso y una aceleración tecnológica sin precedentes. Cordeiro sostiene que hacia el año 2045 será posible detener e incluso revertir el envejecimiento, haciendo que morir de causas naturales deje de ser un destino inevitable. En paralelo, la comunidad científica está descubriendo mecanismos celulares claves que regulan la longevidad, como la vía mTOR estudiada por el biólogo molecular Michael Hall, cuyo hallazgo de la rapamicina abrió un nuevo capítulo en la investigación antienvejecimiento.
Uno de los planteamientos más disruptivos de Cordeiro siguiendo la línea del futurista Ray Kurzweil, describe el concepto de “Longevidad Escape Velocity”. Se trata del punto en el que los avances médicos permitirán añadir más tiempo de vida por cada año que pasa del que se pierde por envejecimiento. Es considerar el envejecimiento como una enfermedad que debe y puede curarse. Esta perspectiva rompe con la visión tradicional que lo asumía como un proceso natural, inmutable y universal. Señala que las herramientas que harán posible esta cura ya están en desarrollo: terapias con células madre capaces de regenerar tejidos y órganos, edición genética con tecnologías como CRISPR para reparar daños en el ADN, impresión 3D de órganos para trasplantes personalizados, nanomedicina para actuar a nivel molecular y criopreservación para conservar tejidos y cuerpos a bajas temperaturas hasta que existan soluciones médicas definitivas.
Bajo esta lógica, no habría un límite biológico inevitable para la vida humana. La medicina dejaría de centrarse únicamente en tratar enfermedades sintomáticas para dedicarse a prevenir y revertir el proceso que las causa: el deterioro celular y molecular del envejecimiento.
Cordeiro conecta la longevidad extrema con un marco ético y político. Argumenta que, en el siglo XXI, el derecho a la vida indefinida debe entenderse como una extensión natural de los derechos humanos fundamentales. Así como en el pasado se reconoció el derecho a la educación, la libertad de expresión o la igualdad ante la ley, en el futuro se deberá reconocer el derecho a no morir por envejecimiento si la ciencia lo permite.
Desde esta perspectiva, impedir o negar el acceso a terapias que prolonguen la vida sería éticamente equivalente a negar atención médica básica. La abolición de la muerte biológica por envejecimiento, sostiene, no es solo un triunfo técnico, sino un imperativo moral.
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