Carlos Adrianzén

Revoluciones ayer, desastres hoy

Países en los que impera la opresión, el empobrecimiento y la corrupción burocrática

Revoluciones ayer, desastres hoy
Carlos Adrianzén
10 de septiembre del 2025

 

Estamos ad portas de un proceso electoral. Esta vez, como todas las otras veces, se venderán ilusiones de progreso a cambio de un voto presidencial, congresal o cualquier otro que implique un sueldo, una cuota de poder opresor y los privilegios y gollerías de rigor. Nótese que las ilusiones en estos ámbitos siempre se ofrecen asociadas (o aluden) a algún ejemplo de éxito de políticas económicas o políticas públicas; que –animus jodiendis– son lo mismo. 

Esta venta, dada nuestra inclinación a mirarnos al ombligo, es más popular si nos referimos al éxito de algún vecino. De alguna plaza de la que hayamos leído algo positivo, con o sin mayor fundamento. En este plano, la venta de los socialistas en Latinoamérica tiene todo un ramillete de gobiernos rojos –rabiosos o correctitos– para escoger algún ejemplo exitoso. No los ayuda, sin embargo, el hecho de que regímenes izquierdistas, cuyo retroceso aún no se discute, o se maquilla –me refiero impajaritablemente a Chile, México, Brasil o Colombia–, se auto etiquetan como pragmáticos, de centro-izquierda o progresistas tecnocráticos. Parecen tener ese fundado asquito que se le tiene a los episodios de izquierda radical en la región.

Es por ello que en estas líneas me referiré a los campeones históricos de la izquierda regional. La Cuba de Fidel Castro, la Venezuela chavista de Nicolas Maduro, y las alicaídas, Bolivia de Evo Morales, de la mano con la Nicaragua de Daniel Ortega y su bruja. Desgraciadamente, para los que se etiquetan como simpatizantes del Movadef y/o caviares; los amantes del progresismo global, que se autodenominan derechistas dizque corporativos, sus campeones históricos resultan una lacra en términos de resultados. Sus gobiernos destruyeron a las naciones que tomaron sus recetas.

 

Un reconocimiento merecido

Pero haríamos mal en despreciar las capacidades de los imitadores de Gramsci en la región. Superando con creces a este oscuro marketero político italiano, merecen ser señalados. Y es que su capacidad de engaño político –o de manejo de esa maldición llamada retórica– a lo largo de las últimas décadas y en toda la región (y aunque en su mayoría tienen detrás a sus patrones cubanos), ha llevado al poder a una amplia gavilla de personajes destructivos. 

Desde: (1) iletrados a la máxima potencia; (2) a guerrilleros poco sanitizados; (3) a personajes bañados en sangre; (4) a adictos públicamente reconocidos; (5) blanqueadores de dinero sucio; (6) asesinos; hasta (7) o violadores de menores o cosas peores. Por esto, en este acápite quiero dejar en claro, que no uso el vocablo reconocimiento en su sentido positivo. Solo destaco su maña para ganar a como dé a lugar. 

 

Los abuelos de la nada

Dicho todo esto, estas líneas se acortan drásticamente. Mostrar el fracaso de una nación que aplica opresión económica y política resulta algo tan instantáneo como hacer agua tibia. Sí; la evidencia empírica contrasta implacablemente que Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua son los “abuelos de la nada económica”. 

La Figura I describe como, sostenidamente, el peso destructivo de opresión asociada a las llamadas revoluciones latinoamericanas –con sus golpes de Estado, elecciones fraudulentas, ejecuciones, guerrillas, cárteles y corrupción burocrática– convirtieron a Cuba y Venezuela –desde haber dibujado naciones con estadios económicamente expectantes en los cincuentas– en parajes pauperizados hoy. Y nótese, nos serían naciones fallidas -justamente- porque sus burocracias tienen un alto poder destructor.

Es justo decirlo, que –en cambio– el menoscabo económico de Bolivia y Nicaragua es casi tan pobre como lo que ellas siempre han sido. Comentario, este último, que puede pecar de algo de frialdad, pero no de menoscabo; ni por mis sufridos hermanos bolivianos, ni por los nicaragüenses. Eso sí, como en toda nación postrada, dada su propia Historia, las apuestas están en su contra.

En el caso de estos cuatro íconos de la izquierda regional resulta tremendamente útil revisar intertemporalmente la historia reciente. Sus actos tuvieron consecuencias terribles. Ayer fueron románticas revoluciones, repletas de ilusiones demagógicas y hoy confirman constantemente enormes desastres económicos. Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega salieron todos ricos; y serán recordados como lo que son: arquitectos políticos de cuadros masivos de opresión, empobrecimiento y corrupción burocrática. Exactamente lo opuesto a lo que ofrecieron cuando tomaron accidentalmente el poder.

 

Por qué hoy nos odian tanto

No se confunda estimado lector, la animadversión roja contra el Perú no la causan ni la señora Dina, ni Keiko Fujimori. En la región, la agresividad pública y notoria de la mayoría de las administraciones naciones de izquierda hacia nuestro país no es gratuita. Aun gobernándonos de regular para mal, los hemos humillado. Crecemos y somos más estables que ellos. Dejamos el papel del pobretón regional post velasquista. (ver Figura II)

Aunque le puede producir desconfianza que se lo repita (dada la distancia que nos llevaban los venezolanos y lo turbio de las cifras cubanas), a fines de año –o mientras usted esté decidiendo por quién votar el año próximo– el producto por persona de un peruano será más alto que el de cualquiera de los penosos campeones históricos del socialismo Latinoamérica. Todos simultáneamente en declive. Incluso la idealizada dictadura comunista isleña.

Que no le cuenten que estas naciones pauperizadas y corruptas pueden ofrecerles hoy a sus pueblos siquiera un mínimo estado de bienestar (i.e.: servicios de Salud, Educación, Infraestructura o Seguridad Ciudadana mínimamente aceptables). Solo les ofrecen y les dan cifras inventadas, opresión y atraso. Ergo, más pobreza que el Perú actual.

 

Reflexiones que no deben cerrar

Claro estimado lector, usted puede retrucar que “mal de muchos… consuelo de tontos”. Pero, eso de que algunos despistados locales no nos cuenten que los aludidos abuelos de la nada dibujen un referente, no soporta el menor escrutinio. Por otro lado, los peruanos hoy sabemos que las izquierdas que nos gobernaron –desde hace más de una década– nos inocularon su veneno.

Tenemos una tremenda barrera para crecer: nuestra muy deteriorada gobernanza estatal (léase: niveles altos de corrupción e inefectividad burocráticas; prácticas de incumplimiento de la ley y abuso regulatorio; y tolerancia al bloqueo a la participación y a la violencia de ciertos grupos). Y esta tarea difícilmente se lo ofrecerá algún candidato.

Por eso se ayuda usted descartando a los candidatos que le vendan –frontal o solapadamente– el camino de la izquierda regional. No son pocos y tienen abundantes recursos. Sus prácticas –como contrasta casi toda la región– aseguran fracaso para usted y su familia.

Carlos Adrianzén
10 de septiembre del 2025

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