Berit Knudsen

Antiimperialismo selectivo

La izquierda latinoamericana solo quiere reemplazar un imperialismo por otro

Antiimperialismo selectivo
Berit Knudsen
23 de octubre del 2025

 

El mayor mito político latinoamericano no es la revolución inconclusa, es el antiimperialismo virtuoso. Por décadas la izquierda se presenta como guardiana de la soberanía frente a los abusos del poder occidental; una moral selectiva cuando el imperialismo es un aliado ideológico. Denuncian a Washington por sus bases militares o tratados comerciales, pero aplauden la expansión de Moscú, Pekín, Teherán o La Habana como expresión de emancipación popular. El antiimperialismo es la principal herramienta de manipulación emocional y legitimación política.

El filósofo boliviano Juan Claudio Lechín lo resume con precisión: “Cuba es el verdadero articulador del eje bolivariano; es un mini imperio con una de las mejores escuelas de inteligencia política del mundo”. Apunta a la raíz del problema: la izquierda latinoamericana no combate al imperialismo, lo reemplaza por otro. Bajo el discurso de la autodeterminación, instaló la dependencia económica, cultural y de seguridad, amparado en la narrativa de la solidaridad entre pueblos. Así, la presencia de médicos cubanos, asesores rusos, iraníes o créditos chinos no se percibe como injerencia, se celebra como hermandad revolucionaria y cooperación fraterna.

Durante el siglo XX el rechazo al intervencionismo estadounidense se fundamentó en golpes de Estado, imposición de dictaduras y control de materias primas. Pero también emergieron dictaduras de izquierda: Juan Domingo Perón en Argentina (1946), Juan Velasco Alvarado en Perú (1968), Omar Torrijos en Panamá (1968), Juan José Torres en Bolivia (1970) o Guillermo Rodríguez Lara en Ecuador (1972). Estos personajes, evocados como gestas patrióticas o “revoluciones nacionales”, no son llamados por su nombre: dictaduras. Todas compartieron la lógica mesiánica del redentor militar o del líder providencial, arrogándose el derecho de imponer “justicia social” desde el poder absoluto. La izquierda los proclama héroes de la emancipación, aunque concentraron el poder, eliminaron libertades y disolvieron a partidos representantes del pueblo.

Hoy, en nombre de la soberanía, los gobiernos de izquierda justifican la subordinación a potencias que comparten su retórica ideológica. Este relato se refuerza institucionalmente en foros y plataformas “antimperialistas” o “antifascistas” que utilizan al imperialismo occidental como paraguas retórico, ocultando sus propios abusos. Oponerse a Estados Unidos se convierte en “resistencia” intachable, la dictadura en muralla de la dignidad y la represión en defensa del pueblo.

Estos foros reproducen la vieja postura del siglo XX: luchar contra el colonialismo como propaganda y legitimación del poder autoritario. Celebrar el antiimperialismo encubre el colonialismo digital chino, la propaganda rusa, la injerencia de Irán o la inteligencia cubana. Se invoca el antifascismo, pero justifican la censura, persecución judicial y concentración del poder argumentando una “defensa popular”. Ello perpetúa los sistemas de control político y la dominación radical que dicen combatir.

Lechín advierte que la verdadera soberanía es “decidir sin tutelas ni condicionamientos ideológicos”, no a un amo distinto. La izquierda latinoamericana siente que enfrentar a Estados Unidos es un relato heroico. Pero usan nuevas formas de sometimiento: control tecnológico, guerra informativa, redes de influencia, injerencia cultural o financiamiento para someter a sus “aliados”.

Romper ese relato es una tarea moral y pedagógica. Implica desmontar la lógica que fabricó la dicotomía de “imperio bueno” e “imperio malo” según la orientación del hegemón, comparando democracia con dominación y autoritarismo con liberación. Mientras América Latina continúe atrapada en ese espejismo ideológico seguirá siendo territorio de colonias morales: antiimperialismo de discurso, dependencia de hecho. Los nuevos imperios hoy llegan con créditos, asesores, algoritmos y culto ideológico. Seguirán avanzando mientras el continente prefiera la emoción del mito a la razón de la libertad.

Berit Knudsen
23 de octubre del 2025

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